Política

Vila-Matas

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La semana cerraba la puerta para incorporarse al pasado cuando Gil se enteró, leyendo el portal Le Grand Continent, de la nueva novela de Enrique Vila-Matas: Canon de cámara oscura, en la cual el protagonista es un robot, Vida Escabia, que selecciona setenta y un libros en un cuarto oscuro de su casa con la idea de escribir un canon desplazado, “un elegante concierto de citas y referencias perfectamente equilibradas, Vila-Matas nos lleva al universo de sus temas predilectos: la ficción, el simulacro, el doble, la escritura, el narrador/autor —esa figura con la que al escritor catalán le gusta jugar—, lo absurdo, pero también la ausencia”. Gil arroja a esta página del fondo algunos fragmentos de una entrevista con Vila-Matas.

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¡Los fragmentos! No son, no son, como tanto se cree, una parte más del todo, sino una parte importantísima del todo. Por eso tienen que tener la potencia suficiente como para que podamos abrir un libro por cualquier página y leer sin necesidad de saber qué ha sucedido antes o pasará después. Son fragmentos que me recuerdan a ese tipo de libros que van sin tapas, porque son abiertos y libres, y se puede escribir antes y después de ellos.

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«El fragmento tiene algo de potencia presente que no necesita del pasado ni del futuro», escribió en su libro Biblioteca el portugués Gonçalo M. Tavares (en la oscuridad de la cámara oscura, esperando al Canon), un autor al que se le puede aplicar lo que él dice, en ese mismo libro, de Ludwig Wittgenstein, al que califica de «mentalmente desplazado, como todos los individuos interesantes».

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Escribo siempre pensando que estoy metido en un fragmento. Pero si, cuando acabo ese fragmento, observo que éste se halla conectado con el núcleo principal del libro, no me altero nada. Al contrario, pienso que estoy haciendo algo bien, tal vez porque cada vez siento que estoy más cerca del Grand Chemin, del Gran Camino del que hablaba Julien Gracq. 

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El caso es que lo nombro (a Borges) muchas veces en las entrevistas en cuanto me hablan de él. Y si lo nombro es para aclarar algún malentendido. O simplemente recordar que el nuevo género fantástico de la literatura es la literatura misma.

Este es el material con el que trabajo y del que a veces se me acusa de trabajar. Es un material —el literario— que sitúo en ese orden fantástico en el que lo ve el propio Borges.

No creo que tenga que repetirlo, cualquier IA es capaz de saberse de memoria algo tan sencillo como que Borges incorporó referencias a otras obras literarias, filosóficas y culturales, creando una red de conexiones que no hicieron más que enriquecer sus historias.  

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Añadiría ahora aquí que la literatura hace posible casi todo, o todo, absolutamente todo si sabemos confiar, manejar bien nuestra mente. 

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Cuando vivía en París en los años setenta, se infiltró el diablo en persona en mi buhardilla y me cedió una historia extraordinaria para una novela. Pero como por aquel entonces ya estaba yo más interesado en pasarme al ensayo, no le hice demasiado caso. Y cuando finalmente decidí hacerme con la historia que me estaba contando el visitante y con la que sin duda habría dominado el mundo, llamaron a la puerta y todo se desfondó de pronto, lo que me produjo un alivio extraordinario.

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Yo sólo sé que ante la ola de libros que confunden lo político con lo coyuntural (lógica insigne del mercado), mi obra busca aquello que Nietzsche gritaba antes de caer rendido en Turín: que para ser realmente contemporáneo hay que ser intempestivo, ligeramente inactual. Es desde esa posición desplazada que nos provee el lenguaje, desde la cual se abre —a modo de paralaje— la distancia crítica que nos permite esbozar una discrepancia política frente al presente. 

Sólo sé eso. No vaya a creer que sé de algo. 

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Cómo todos los viernes, Gil toma la copa con amigos verdaderos. Mientras el mesero se acerca con la charola que soporta el Grey Goose, materia prima de los Gansos Salvajes, Gamés pondrá a circular  las frases de Agatha Christie por el mantel tan blanco: “Aprendí que no se puede dar marcha atrás, que la esencia de la vida es ir hacia adelante. La vida, en realidad, es una calle de sentido único. 

Gil s’en va


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Gil Gamés
  • Gil Gamés
  • gil.games@milenio.com
  • Entre su obra destacan Me perderé contigo, Esta vez para siempre, Llamadas nocturnas, Paraísos duros de roer, Nos acompañan los muertos, El corazón es un gitano y El cerebro de mi hermano. Escribe bajo el pseudónomo de Gil Gamés de lunes a viernes su columna "Uno hasta el fondo" y todos los viernes su columna "Prácticas indecibles"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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