Política

Sí se deben prohibir los celulares en las escuelas

El escritor inglés Simon Sinek conversó ampliamente, en pódcast, con Steven Bartlett. Es un extraordinario intercambio donde ambos abordan los desafíos globales desde la política, la innovación, la salud mental hasta la inteligencia artificial. Sinek, para argumentar sobre la pobreza intelectual con la que abordamos el ascenso de la inteligencia artificial (AI), compartió un ejemplo hipotético. ¿Qué pasaría si le pidiera a Chat GPT que me diera las instrucciones precisas para hacer las paces con mi mujer cada que tenemos una pelea? Seguramente la respuesta del algoritmo sería indisputable: asume errores, escucha con atención, pide disculpas y trabaja de fondo las complicaciones para que éstas no vuelvan a ocurrir. Una maravilla. ¿Para qué atormentarnos con las complicaciones diarias si podemos contar con un consultor intachable de bolsillo?

No obstante, ¿Qué pasaría si después de resuelto el problema conyugal, confesamos que el autor intelectual de la disculpa fue Mr. Chat GPT? ¿Cuál sería la reacción de tu pareja? Seguramente estaría furiosa contigo por no ser auténtico, no sentir realmente el perdón y ser incapaz de gestionar tus emociones sin el aval de un software. Los humanos anhelamos la perfección, pero preferimos la autenticidad humana que la perfección robotizada. 

No cabe duda de que el mundo vuela sobre la revolución de la AI. Sólo basta con ver quiénes son los multimillonarios del mundo. El control de ese multiverso que se abre es la gran disputa geopolítica entre Estados Unidos y China. Y frente a esto, el sentido común parecería decirnos: nuestros niños necesitan dominar la AI para triunfar en el mundo. Tener a nuestros niños y jóvenes enganchados a un teléfono es el futuro, nos decimos como remedo a la ansiedad desatada por lo incierto. Es espejo de los noventa e inicios de siglo. En aquellos días, una computadora o una televisión en una escuela era sinónimo de modernidad, éxito y transformación. Eran los años del “tecno-optimismo” (1995-2015). Hoy, la angustia por los cambios globales y la falta de control sobre el futuro, ha credo la impresión que la inmersión permanente en los smartphones es la clave de una vida exitosa. Desarrollar las capacidades para moverte ágilmente en esa realidad se convirtió en obsesión. 

Sin embargo, ese mundo de los teléfonos inteligentes, las redes sociales y el algoritmo ha tenido efectos devastadores. Jonathan Haidt, psicólogo social y profesor de la Universidad de Nueva York (su último libro es la generación ansiosa), ha probado con amplia evidencia que la falta de control sobre las redes sociales y el uso de los celulares está provocando una epidemia de enfermedades mentales en niños y adolescentes. Enchufar a nuestros hijos al mundo virtual desde tempranas edades es sinónimo de un incremento brutal en las crisis por ansiedad, la aparición repentina de ciclos depresivos, la falta de atención y carencia de aprendizaje, y la muerte de los procesos de socialización que son fundamental para la niñez y la adolescencia. La sustitución de lo que Haidt llama “infancia basada en el juego” por la “infancia basada en el celular”, está en el origen de muchos problemas que enfrenta la llamada Generación Z (quienes están hoy en secundaria, prepa o universidad). 

Para tener juventudes emocionalmente más resilientes y felices, es fundamental entender que es lo humano y no lo artificial aquello que va a definir el éxito en el siglo XXI. La capacidad de liderar grupos; conectar socialmente; construir espacios sanos de amistad; entender la curiosidad como camino al conocimiento, o gestionar con inteligencia y sabiduría las emociones son mucho más importantes que la habilidad para teclear o manipular una pantalla de una tableta. En un mundo donde muchas tareas se van a delegar a las máquinas, los robots y los softwares -es inevitable e incluso deseable-, el retorno a lo humano es aquello que hará a las nuevas generaciones más plenas, estables y adaptables. 

Por ello, me parece que el Congreso de Jalisco hace bien en comenzar a regular el acceso a los celulares en las escuelas. De la misma manera en que se regula cuándo se puede fumar o qué características debes cumplir para conducir, es fundamental que el Estado entienda que las redes sociales y el uso de celulares sin regulación está creando efectos indeseados en la preparación de nuestros niños y en su salud mental. Hacer que las escuelas sean espacios libres de pantallas que consumen la atención de niños y jóvenes es un camino que ya andan países como Francia, Australia o Brasil. Al igual que el alcohol o las drogas ilícitas, el celular es una adicción contemporánea que debe entenderse en toda su complejidad. 

Después de regarla feo con la desaparición del ITEI (el órgano de transparencia en Jalisco), prohibir los celulares en las escuelas es un paso en la dirección correcta. No hay ninguna evidencia ni científica ni psicológica que sostenga que rinde buenos frutos permitir que los niños y jóvenes estén conectados a las pantallas día y noche. Devolver la vida offline (real) a los niños y adolescentes es uno de los mejores legados que les podemos dar en su educación.


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Enrique Toussaint
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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