Política

Racismo y xenofobia: enemigos de la dignidad humana

El racismo y la xenofobia son problemas persistentes que afectan a individuos y comunidades en el reconocimiento de su dignidad y protección de sus derechos.

Ambos fenómenos, aunque relacionados, tienen matices que ocasionan efectos diferentes que alarman sobre los futuros conflictos a los que pueden conducir.

El racismo se refiere a la discriminación y prejuicio basados en la noción de raza y afirma que hay unas superiores y otras inferiores y que es deber de las primeras dominar a las segundas generando un perjuicio a ciertos sujetos o grupos que pertenecen a otras razas; mientras que la xenofobia proviene de la raíz etimológica “xenos” que significa “extranjero” y “phobia” que significa “miedo”, es decir, implica un miedo o aversión hacia los extranjeros o lo que se percibe como extraño.

A lo largo de la historia, ambos conceptos han moldeado sociedades, influenciado políticas y generado conflictos.

Estas actitudes se originan y sostienen mediante estructuras e instituciones que perpetúan y refuerzan las conductas individuales e interpersonales de discriminación y marginación incluso llegando a actos violentos hacia las personas que son consideradas como distintas o que son rechazadas en virtud de su situación migratoria, creencias religiosas, color de piel, preferencias sexuales o apariencias físicas.

Aunque pueden solaparse, el racismo se centra en la raza, mientras que la xenofobia se enfoca en la nacionalidad o cultura.

No son fenómenos nuevos.

El racismo moderno tiene sus raíces en la era colonial, cuando las potencias europeas justificaron la explotación y esclavización de pueblos africanos, asiáticos y americanos bajo la creencia de la superioridad racial.

La teoría de la raza fue usada para legitimar el imperialismo y la esclavitud, y estas ideas se institucionalizaron en las sociedades coloniales.

La xenofobia, aunque también presente en la antigüedad, se intensificó con los movimientos migratorios masivos del siglo XIX y XX. La industrialización y las guerras mundiales llevaron a grandes flujos de personas buscando mejores oportunidades o huyendo de conflictos.

Estos movimientos generaron tensiones en las sociedades receptoras, donde los inmigrantes eran a menudo vistos como amenazas económicas o culturales y rechazados por miedo a la pérdida de empleos, pérdida de identidad nacional, confirmación de guetos, invasiones territoriales, etcétera.

En 1950 la ONU advirtió del peligro de seguir usando el término “raza” debido a las fuertes connotaciones que generan actos destructivos y violentos de grupos enteros a lo largo de la historia como han sido los diversos genocidios realizados en años anteriores; en su lugar, en 1950 Ashley Montagu propuso sustituir el término por el de “etnia” que permite entender la natural mezcla de contenidos culturales, cosmovisiones y creencias que se ha venido dando gracias a los movimientos migratorios desde antaño.

Mientras que el término “raza” refiere a una “única raza” y amenaza con homogenizar y destruir al “otro”, el término “etnia” abre a la acogida de intercambios y de mezclas que apelan a la relacionalidad propia del ser humano.

Hablar de las causas del racismo y la xenofobia sería desatinado ya que más que causas, lo que se puede rastrear son paradigmas de pensamiento donde, en el caso del racismo, la idea del “otro” y de la “diferencia” desde la Filosofía nunca ha sido bien aceptada y siempre ha tendido más a la aniquilación que a su asimilación; basta pensar en Levinas, Buber y otros para entenderlo.

Por su parte, la xenofobia encuentra sus motivos en el surgimiento de los Estados Nación centrados en sus tres elementos: gobierno, población y territorio que delimitan y desconocen todo lo que no se sitúe y someta a estos lindes enfatizando la idea de “nacionalidad” contra la de “extranjería”.

A esto habría que añadirle los discursos polarizados actuales que incitan al odio abriendo más las brechas de dos conductas que pueden mitigarse o, hasta erradicarse de la misma forma en que surgen, se mantienen y se replican, es decir, a través de las estructuras de poder, de las instituciones educativas, de acceso a al salud, de impartición de la justica, etcétera, y de las conductas individuales e interiorizadas que permean después a las relaciones interpersonales.

Las consecuencias del racismo y la xenofobia atraviesan todos los planos de una persona: afectivos y emocionales, psicológicos, físicos y hasta genéticos determinando a menudo su calidad de vida a corto mediano y largo plazo en todas las fases de su desarrollo desde su nacimiento hasta su muerte; es por esto que urge atender y revisar las muchas formas y espacios por donde se cuelan estas conductas y desmitificar las creencias que las sostienen y perpetúan.

El racismo y la xenofobia son problemas complejos con raíces históricas profundas y consecuencias significativas. Abordarlos requiere un esfuerzo concertado y continuo a nivel individual, comunitario e institucional. Solo a través de la educación, políticas inclusivas y un compromiso colectivo podremos avanzar hacia una sociedad más justa y equitativa.


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Elizabeth de los Ríos Uriarte
  • Elizabeth de los Ríos Uriarte
  • Profesora investigadora de la Facultad de Bioética de la Universidad Anáhuac México
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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