Lo más sencillo es pensar en un futuro promisorio; lo complicado es prepararse para contextos desafiantes. La información al alcance es suficiente para prever que el tránsito de la incertidumbre a la adversidad no es improbable y, aunque los economistas no están de acuerdo sobre qué puede suceder, hay signos preocupantes y un entorno desfavorable. Los datos de inversión y de crecimiento no dan para el optimismo.
En política también la situación es incierta y potencialmente crítica. El cambio en el Poder Judicial está resultando más complejo de lo que se estimaba. No es un asunto de quien preside o integra la Corte, tampoco cómo llegaron, el punto medular es si estaban preparados para asumir una responsabilidad de tal magnitud. Algunos sí, otros requerirán tiempo y muchos, no se sabe cuántos, simplemente no tienen remedio.
La lucha contra la inseguridad muestra logros en detenciones, disminución de homicidios dolosos, destrucción de laboratorios y centros de acopio, así como lugares de procesamiento de drogas. Sin embargo, la violencia tardará en resolverse. El aumento de las desapariciones y los decesos por delitos que atentan contra la vida obligan a matizar el optimismo, como lo revela el artículo de Guillermo Valdés en Letras Libres, “Balance de la estrategia de seguridad”.
La revisión del acuerdo comercial parece transitar más a una renegociación. El secretario Ebrard confía que habrá un buen acuerdo; es deseable que tenga razón. La economía norteamericana no está en buenas condiciones y una afectación a su cadena de suministro puede resultar perjudicial, pero Trump es impredecible. Además, la situación de las finanzas públicas pende de alfileres, un incremento en las tasas de interés o que no se den las condiciones de crecimiento pueden tener efectos negativos.
Lo obligado es estar preparado para la adversidad. Desde luego, lo mejor será siempre que las cosas evolucionen en el sentido de lo que anticipan las autoridades. Sin embargo, si esto no ocurriera así ¿el país está preparado para encarar escenarios de crisis? Esto es un problema de todos y por lo mismo lo más razonable es, desde ahora, propiciar entendimiento y responsabilidad compartida, esto es, dejar atrás la polarización, la exclusión y el rechazo al diálogo.