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El espacio interior

El espacio interior
El espacio interior

Hay un espacio entre el mundo y lo que de él se deposita en nosotros, a ese se le conoce como el espacio interior.

Este lugar es uno donde la impresión de lo que sucede afuera se queda grabada en nuestros corazones y en nuestras mentes pero, para configurarlo, se requiere echar mano, a veces consciente y a veces inconscientemente, de la propia historia.

Construimos memorias, anhelos, sueños y esperanzas con base en lo que somos, mejor dicho, en quiénes somos, pero a menudo no nos damos cuenta de lo que se va gestando dentro de cada uno porque ese lugar, para que aparezca, requiere tiempo, trabajo, silencio, reflexión.

Cuando hacemos esto, comienza a surgir una voz interna que acalla el ruido externo y que deja salir a flote esos relatos no descubiertos ni contados cuando estamos en medio del bullicio del mundo exterior y sumergidos en sus exigencias.

Hacer surgir el espacio interior requiere, también, valentía, es decir, atreverse a ver hacia adentro en lugar de afuera. Centrar la mirada no en lo que ocurre en el mundo si no en nuestro corazón y en nuestra mente. Es un acto que conlleva mucha honestidad pero también mucha fortaleza pues a veces en ese espacio interior también nos damos cuenta que también se han gestado imágenes disruptivas, lágrimas no expresadas, rencores, dolor, y más; pero, sobre todo, recuerdos que son difíciles de procesar y de liberar.

Es ese viejo ático donde hemos forjado lo más profundo de nuestro ser; abrir la puerta asusta pues no sabemos qué puede estar dentro; sin embargo, genera cierta expectativa y sorpresa porque ahí dentro se encuentra nuestro verdadero yo y cuando lo descubrimos ya no somos iguales que antes. Este encuentro con uno mismo nos cambia profundamente, nos permite entender de modo diferente nuestro pasado y nuestro presente, nos da perspectiva, nos da la posibilidad de abrazar nuestras debilidades y asimilar nuestras carencias, por eso se convierte en un lugar único de donde ya no puedes regresar “igual”.

Limpiar y cuidar nuestro espacio interior es aprender a discernir con qué debemos y queremos quedarnos y qué ya no es necesario y podemos desechar; es hacer espacio a lo nuevo que se va forjando cuando vamos siendo más “nosotros” y menos “los otros”.

Pero el camino no termina cuando abrimos la puerta y limpiamos, ese nuevo espacio requiere estarlo vigilando y cuidando. Estar atentos a lo que dejamos entrar en él y a lo que le cerramos la puerta, seleccionar aquello que resuene más con lo que hemos descubierto y alejarnos de lo que quiera desviarnos de nuestra esencia. Hay que luchar diariamente por tenerlo ordenado y que no se oxide, por ende, hay que visitarlo diariamente y saber cuáles son nuestros “si” y cuáles los “no” de nuestra vida y de quiénes somos.

En esta época de fin de año, visitar nuestro espacio interior puede ser conveniente para guardar lo vivido que agradecimos este año y desechar lo que se metió ahí sin nuestro permiso. Tirar “peso muerto” para poder elevar el vuelo este 2026.

No permitamos que los problemas, fracasos, dificultades, recuerdos dolorosos de nuestro pasado permeen dentro de nosotros porque ese espacio interior que tenemos, debe ser uno donde elijamos la paz para nosotros mismos y para los demás. Un lugar de amor desde donde darlo y recibirlo.


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Elizabeth de los Ríos Uriarte
  • Elizabeth de los Ríos Uriarte
  • Profesora investigadora de la Facultad de Bioética de la Universidad Anáhuac México
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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