Conmemorar, del latín commemorāre, significa evocar un hecho valioso o doloroso para reflexionar sobre su sentido, generalmente mediante un acto simbólico o público. En México, bajo la consigna de “Nunca más”, cada año hay marchas en todo el país para recordar conmemorativamente la tragedia del 2 de octubre de 1968, un episodio que marcó para siempre la conciencia política y social del país.
En la más reciente marcha conmemorativa del 2 de octubre, realizada el pasado jueves en la Ciudad de México, la jornada se vio empañada por actos de violencia física protagonizados por grupos de manifestantes encapuchados, quienes provocaron enfrentamientos con las fuerzas de seguridad.
Los incidentes alteraron el sentido original del acto, concebido como un ejercicio de memoria y reflexión colectiva sobre uno de los capítulos más dolorosos de la historia nacional. La violencia irrumpió como una sombra sobre el recuerdo, transformando lo que debía ser un espacio de duelo y conciencia cívica en una escena de caos que ofendió la causa misma que se pretendía honrar.
Los policías tenían la orden de no responder agresiones; en las imágenes transmitidas por televisión y difundidas en redes sociales se observa cómo, entre golpes de piedras y las llamas de bombas molotov, más de 70 agentes del orden resistieron estoicamente las agresiones.
Así, una jornada que debía reafirmar el valor de la memoria histórica terminó reflejando la paradoja de un país que, al recordar la violencia del pasado, vuelve a enfrentarla en el presente.
En medio de la conmemoración, grupos de anarquistas encapuchados, identificados como parte del llamado Bloque Negro, no solo agredieron a la policía, también saquearon joyerías, distorsionando el sentido original del acto y convirtiendo la memoria en un escenario de anarquía, odio y descomposición social.
Los responsables de los hechos de violencia física y daños patrimoniales deben ser identificados y sancionados conforme a la ley. La impunidad no solo agravia a las víctimas, sino que erosiona el sentido de justicia y la credibilidad de toda manifestación democrática.