“Lo que me gustó de Ahmed es que era un chico muy seguro de sí mismo pese a que no tenía nada. Tú sabes que por ser palestino no tienes nada: ni derechos ni nada, pero a pesar de eso, Ahmed siempre estaba sonriendo y siempre estaba muy seguro de sí mismo”, me dijo una mujer mexicana a la que conocí en 2008 en un campo de refugiados palestinos que visité en el sur de Líbano.
El hombre del que hablaba era su esposo. Recupero aquellas impresiones y anotaciones a la luz de lo que pasa ahora en Medio Oriente.
Ahmed era traductor y trataba de vivir de eso en el campo de refugiados. Cuando lo conocí no hacía aspavientos, como la mayoría de los palestinos. Una tarde antes, el entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush, iniciaba un recorrido amenazando ampliar la invasión de Irak a Siria e Irán si los árabes se seguían portando mal. Pregunté a Ahmed su opinión y me dijo: “Los pájaros, unos segundos antes de morir, dan los aletazos más fuertes”.
Sobre todo recuerdo una historia que me contó cuando le pregunté lo que pensaba sobre la guerra, así, a secas, una palabra arraigada en Palestina hace tiempo. Ahmed me relató que cuando un familiar muere, los musulmanes acostumbran velar su cuerpo durante tres días seguidos sin parar. Tres días en los que se bebe y bebe café para estar despiertos, como indica la tradición. No cualquier café logra eso. En los velorios musulmanes se bebe un café especial que ayuda a mantener la vigilia.
Antes este café era preparado exclusivamente por alguien de la familia, así lo indicaba la tradición. Sin embargo, ahora hay musulmanes con dinero que contratan a personas para que se encarguen de dar este servicio en los funerales de sus muertos. A cambio de 200 dólares nunca falta café para cumplir el rito.
“No es difícil imaginar —me dijo Ahmed— que quizá algunas noches estas personas que se dedican a servir café en los funerales, cuando rezan, le pidan a Alá que tengan más trabajo. O sea, que haya más muertes… Así como pasa con esas personas, pasa con los líderes políticos palestinos y los líderes de otras partes del mundo: de forma inconsciente o consciente necesitan de muertos para seguir manteniendo sus trabajos. Por eso las luchas aquí y en muchos otros lados son a final de cuenta luchas contra la muerte”.