Voy a Plaza Cataluña. Me subo a un Renfe de Cercanía en dirección a Mataró. Avanzo. Bajo en Vilassar de Mar. Cruzo la vía por debajo de la estación. Atravieso la carretera de Cabrils. Espero en el puesto de periódicos. Llega Lolita Bosch. Escapé de Barcelona con rumbo a Sa Palomera.
Al día siguiente vuelvo a Barcelona y me veo con una vieja amiga del escritor Roberto Bolaño. Quedamos en la Plaza Cataluña. Pasamos por el 32 de la Rambla Joaquín Ryura. El departamento 4-B fue el último domicilio de Bolaño. Le cuento de mi viaje a Sa Palomera, la inmensa roca de la Costa Brava en la que Bolaño pidió que su hijo Lautaro tirara las cenizas en las que se convirtió después de morir por la falta de un buen hígado. El pescador que llevó las cenizas de Bolaño al mar vive cerca de la biblioteca comarcal de Blanes, en la calle Aurora. Se llama Albert Ros i Coll. Albert escribe en la revista del pueblo, de la que me he traído unos ejemplares. En el restaurante de su hijo comimos pescado que había caído en las redes de Albert la mañana de ese día.
La dirección de Bolaño en Blanes era Calle del Loro, 23, 2 (piso real). En Girona, cerca de aquí, hay una calle de las afueras que fue bautizada con el nombre de él. Estuvo Pati Smith y Enrique Vila Matas. No estuvo Arturo Belano ni Archimboldi.
Mientras estaba en Sa Palomera, la piedra en la que está la tumba invisible de Bolaño, platicamos con un ingeniero español que visita el mirador con su esposa y sus dos hijas pequeñas. Cuenta de su viaje al DF durante un mes. Dice que se sintió seguro en todo momento, salvo en Garibaldi, donde estuvo a punto de ser atracado. Al final hablamos de un corrido norteño y de la frase: Te han respetado de frente, pero te andan buscando la espalda. Y luego de un consejo regiomontano: siempre hay que matar en defensa propia.
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Días de vida y muerte en Barcelona. El último fin de semana de abril nacerá el hijo de mi hermana, quien será bautizado con el nombre de Kalel, aunque yo preferiré decirle Lalo; Roberto Bolaño nació el 29 de abril... Ese mismo fin de semana matan en Veracruz a la periodista Regina Martínez. No se sabe bien lo que sucedió, pero el clima de impunidad que se vive en general es angustiante. ¿Qué hacer?, ¿qué hacer? La pregunta desesperada de siempre en México.
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En Sant Adriá de Besòs, un hombre orquesta (literal: va del sax al arpa con su órgano eléctrico), se sube al tren y empieza el show. Los chicos magrebíes que van a mi lado siguen hablando animadamente en árabe. Están buscando el amor y quizá alguna pelea. Recuerdo aquella ocasión en Nantes en la que me agarré a golpes con un árabe altanero en un barco. Estos árabes no son como aquel. A ellos no los distrae la dialéctica de la vida-muerte que me distrae a mí de todo. Ellos viven en Barcelona y nada los distrae.
