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Como River Plate…

La tarjeta de presentación del entrenador argentino que tuvo éxito en escuelas y centros deportivos en México. ESPECIAL
La tarjeta de presentación del entrenador argentino que tuvo éxito en escuelas y centros deportivos en México. ESPECIAL


Por recomendación de Roberto Depietri, los consejeros del Club Toluca acordaron en febrero de 1999 contratar a Mario Palacios Montarcé como instructor de tenis de mesa. Además del aval que significaba el nombre de Roberto Depietri, el currículum que había enviado el instructor a los directivos era impresionante:

Información personal: Mario Palacios Montarcé. Nacionalidad: argentino. Estado civil: soltero. Edad: 31 años. Lugar de nacimiento: Darwin, Río Negro. País: Argentina. Fecha de nacimiento: 28 de diciembre de 1967. DNI: 18.558.568

La aparente vida de trotamundos de Mario Palacios Montarcé impresionó a los consejeros. Valía la pena iniciar una aventura con el tenis de mesa en Toluca, dijo Eduardo Gómez de Orozco, uno de los decanos de la institución.

Nadie dudó en ese momento que la contratación era una buena noticia para el club.

 

***

El lunes primero de febrero de 1999, una semana después de llegar a México, Mario Palacios Montarcé escribió una de las tres únicas cartas que le enviaría a su familia a lo largo de cuatro años de estancia en el país, antes de ser asesinado. El instructor de tenis de mesa prefería hablar por teléfono a Neuquén los domingos al mediodía, en lugar de usar el servicio de correo.

“Hola a todos, espero que todos estén bien. Los extraño mucho, yo diría que, del 1 al 10, 11. Saludos a todos los que preguntaron por mí y al que no preguntó, que se vaya a la mierda”, comenzaba la misiva que celebraba los primeros días en México: “Mándenme los números de calzados de todos porque aquí es muy barato. Por ejemplo, las zapatillas Nike están en 150 pesos en Argentina y aquí están en 20 pesos argentinos. Vayan pensando Mami y Kelo o todos poner algún negocio y yo les mando la mercancía a un bajo costo. Puede ser un kiosco con regalos”.

Mario relató también en esa carta cómo había sido su llegada a México. “Me fui al Ezeiza (aeropuerto de Buenos Aires), tomé el avión de Lloyd Bolivian que al final de cuentas es como el ñandú de Neuquén porque para en todas partes. El pasaje decía: “Santa Cruz de la Sierra a México” y paró en Colombia, Uruguay, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, Colombia —que no pudimos aterrizar por un terremoto—, Panamá —que estuvimos medio día— y México, Distrito Federal. Para colmo los directores del club Toluca me fueron a esperar al Distrito Federal, México, que queda a 60 kilómetros de la ciudad de Toluca. Como se retrasó un día el avión, estuve un día en el Distrito Federal y el otro día me fueron a buscar al hotel. Al segundo día me llevaron a conocer las instalaciones”.

“El Club Toluca es como River Plate, tiene 14 canchas de tenis, 2 piletas cubiertas olímpicas, 4 restaurantes, 3 plallas [sic] de estacionamiento, 5 salones de reuniones y de congresos, capilla, servicio médico, canchas de futbol y muchas cosas más. No es el club del Ringo (Roberto Depietri); éste es otro. El Club Deportivo Toluca es de futbol y el mío es Club Toluca, S A, y no tienen nada que ver uno y otro; es pura casualidad”.

En realidad, las canchas de tenis eran once, había una alberca no olímpica, dos estacionamientos, un restaurante y una sala de eventos. Magnífico contador de historias, Mario no solo dio de un plumazo más grandeza a ese centro.

El hombre que había cambiado de hemisferio por perseguir una vida mejor concluyó la carta con otro hecho imaginario: “Después hicieron una conferencia de prensa. Había 8 periodistas de radio, televisión y diarios e hicieron mi presentación oficial. Tengo una oficina y una secretaria, Pilar”.

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Calvo prematuro, Mario se había dejado crecer el cabello de los lados, que parecía cepillado con furia. Con ese look entró a trabajar al Club Toluca. A Víctor Cienfuegos Arochi, el gerente, le preocupó que en su institución —epicentro del empresariado y la clase política local— aquel muchacho proyectara una imagen que, con un poco de imaginación, tenía algo del payaso Krusty.

—Córtate el cabello— le pidió.

Con la cabeza a rape, comenzó a dar clase en el gimnasio del Club Toluca, de cuatro a siete horas diarias, por seis mil cuatrocientos pesos al mes, según los recibos de nómina, aunque la papelería que presentó ante el Instituto Nacional de Migración en diciembre de 1999 aseguraba que ganaba diez mil pesos mensuales.

Pronto, el chico argentino se hizo popular por ser un maestro divertido y profesional. Hacía honor a la tradición zen de enseñar con bromas y evitar las explicaciones pesadas. Además poseía otro instrumento de seducción: sus relatos.

Eventualmente comenzó a dar cursos en la Universidad Autónoma del Estado de México, en el Tec Toluca, en la Unidad Deportiva Filiberto Navas, en el Club Deportivo Britania y en el Club de Golf San Carlos Metepec. Pero, sobre todo, destacó en el deporte estatal al formar a un gran jugador de tenis de mesa, el niño Fernando Serrano, cuádruple campeón en Olimpiadas nacionales y medallista continental.

“Mario era un gran amigo y un gran instructor de tenis de mesa”, recuerda Víctor Cienfuegos Arochi, el directivo que se encargó de contratarlo en 1999. “Era un chico estupendo que todos apreciábamos mucho. En algunas ocasiones yo iba a practicar con él. Decíamos que su carácter era como el del personaje de Roberto Benigni en La vida es bella”, dice Hernán Cristante. “Mario era un tipo muy ágil, muy rápido y además era muy juguetón a la hora de enseñar”, recuerda un empresario, alumno de Mario y uno de sus mejores amigos. “Mario era una gran persona a la que quise mucho”, dice escuetamente Fernando Serrano, el alumno preferido de Mario, quien ahora tiene la mayoría de edad para votar e ir a los bares.

Además de ganar prestigio como un animado profesor, Mario Palacios también comenzó a tener otro tipo de fama en los pasillos del club. “Como persona era un gran tipo, con excepción de algunas mentiras que decía sobre su trayectoria profesional en el tenis de mesa. Como todo argentino, exageraba mucho: nos había dicho que había ido a los Juegos Panamericanos y a otras competencias mundiales. Tenía mucha labia: a mí hasta me hizo creer que había sido campeón del mundo. Hoy te puedo decir que eso no era cierto. A estas alturas, después de diez años he visto a jugadores de ese nivel y Mario no era competitivo. No hay forma de que haya podido participar siquiera en algún evento internacional. De hecho, el motivo por el cual yo dejé de tomar clases con él fue porque yo no veía avance en la técnica”.

“Pero era muy lúcido y muy responsable con los entrenamientos. No tomaba, ni fumaba, ni consumía drogas, ni nada; ni siquiera se desvelaba. De eso estoy muy seguro. El único pecado que tenía eran las mujeres”, relata otro de los alumnos destacados de Mario Palacios.

“Yo creo que anduvo con mujeres casadas. Nadie te lo va a confirmar, pero así fue. Después de su muerte se dijo mucho que anduvo con Maude Versini, la esposa de Montiel”, me dice su alumno, para luego gritarles a sus alumnos del Club Filiberto Navas —donde ahora él da clases de ping pong y me concede una entrevista— que se concentren.

“Se dijo lo de Montiel porque no hubo investigación y porque no pasó nada con los que lo mataron. El Club Toluca tampoco dijo nada, ni protestó ni pidió que se hiciera nada. Creo que sabían que entre más le escarbaran, peor les iba a ir a todos”. 


(CONTINUARÁ…) 


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Diego Enrique Osorno
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