Arturo Zaldívar recuerda los momentos que le tocó vivir en la Suprema Corte como ministro a un año de la tragedia de la Guardería ABC y en donde presentó, pese a presiones del gobierno federal, el dictamen en el que señalaba a altos funcionarios
SERIE PERIODÍSTICA “ABC DE UNA OPERACIÓN DE ESTADO” / CAPÍTULO IV
Tras la reunión con los padres y madres de la Guardería ABC en las instalaciones de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el ministro Arturo Zaldívar instruyó a su ponencia para terminar el dictamen del caso antes del primer aniversario de la tragedia.
“Junto con todo mi equipo trabajamos el proyecto de manera muy muy rápida, para tenerlo listo antes del día 5 de junio de 2010, que era sábado. Nosotros terminamos el proyecto el miércoles previo, para presentarlo el jueves”, relata.
Zaldívar recrea los diálogos de una reunión previa celebrada en la oficina del entonces ministro presidente de la Corte, Guillermo Ortíz Mayagoitia, en la que anunció a sus compañeros que pronto les entregaría el documento para que lo analizaran antes de discutirlo y votarlo en el pleno.
—Quiero decirles que el jueves voy a bajar el proyecto ABC a la Secretaría General. Ustedes, antes de mi llegada, habían acordado que este proyecto se iba a subir también a la página de internet, entonces, les pido que se suba a la página de internet— solicitó.
—Oye, ¿cómo vienes?, ¿cómo viene el proyecto?— preguntó uno de los ministros.
—Todavía no lo termino— respondió Zaldívar, quien había acordado con su ponencia mantener en sigilo los avances de la valoración en la que señalaban como responsables del siniestro a los altos funcionarios de los tres niveles de gobierno.
Al salir de la oficina de Ortíz Mayagoitia, otro de los ministros se le acercó. Mientras le daba una fuerte palmada en la espalda le dijo:
—No sé por dónde vengas, pero ten mucho cuidado con lo que haces.
Zaldívar explica que no quiere decir el nombre del ministro que le hizo la advertencia, porque éste ya falleció. “No me parece correcto. Si estuviera vivo lo diría, pero ya falleció. No me sentiría a gusto diciendo algo de alguien que ya no puede venir a desmentirme y a defenderse”.
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Esa era la presión ahí en la Corte. El miércoles, un día antes de que presente el proyecto, me pide audiencia Fernando Gómez Mont, secretario de Gobernación, con quien llevaba yo una muy buena relación de amistad y a quien — tengo que decirlo, porque para mí fue difícil—yo le tenía agradecimiento, ya que fue una de las personas que impulsó mi candidatura a la Corte.
Sin embargo, ante un hecho de esta magnitud, yo no podía hacer otra cosa. Estuvimos platicando durante varias horas. Él entonces todavía fumaba mucho. Y mi entonces secretaria particular, que hoy es mi coordinadora de ponencia, entraba y salía a servirnos café y a preguntar si se ofrecía algo más. Ella pudo ver cómo fue subiendo cada vez más el tono, hasta que en algún momento Fernando me dice:
‘Es que dice el Presidente que no te apoyamos para esto’.
Y yo le respondo:
‘Dile al Presidente que postuló a un ministro, no designó un secretario de Estado. Yo no soy su empleado y no voy a llevar en mi conciencia la muerte de 49 niñas y niños’.
‘¿Pero cómo es posible? ¡Te quedan 15 años de ministro!’.
‘Sí’, le dije, ‘tengo 15 años, pero si yo no hago en este momento lo que tengo que hacer, yo no soy digno de volverme a poner la toga mañana en el Pleno. No tengo alternativa’.
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Sentí en ese momento ya muy fuerte la presión. Le hablé a mis dos colaboradores más cercanos, firmé dos juegos del proyecto y les dije: ‘Si mañana jueves a las 08:30 de la mañana no estoy aquí, bajan a la secretaría un juego y el otro lo filtran a la prensa’.
Yo en ese momento no sabía si me iban a dejar llegar. Entonces viene el jueves, presento el proyecto, se los entrego en un sobre cerrado a mis compañeros. De inmediato ven la conclusión. Algunos de ellos me dijeron: ‘¡Qué buen proyecto!’. Me hicieron ver que contaba con ellos.
Luego vienen uno, dos, tres días de una cuestión de júbilo y reconocimiento en la prensa, hasta que empieza la operación mediática de Estado. Y empieza muy fuerte. Empieza la operación a descalificar todo mi trabajo. A decir que era una locura, a poner casi casi en duda hasta mi salud mental. Una cosa muy fuerte. Ahí está la prensa, cualquiera la puede ver.
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Se había acordado que no íbamos a sesionar una o dos semanas para que pudieran estudiar el asunto mis compañeras y compañeros ministros. En ese lapso de tiempo la Corte prácticamente fue tomada por el gobierno federal.
En esa época, casi todos los ministros se iban de la Corte a las 3 de la tarde. Yo era de los pocos que me quedaba en la tarde. Nadie se quedaba, tenían horarios muy judiciales de antes, pero esas dos semanas la Corte estaba toda iluminada hasta las 11 de la noche. Todos estaban trabajando aquí. Todos, absolutamente todos.
Y estaban desfilando por aquí secretarios de Estado, el consejero jurídico, subsecretarios, senadores, diputados, todo mundo estaba aquí trayendo documentos, presionando, hablando, tratando de generar su bloque y obviamente presionando a las ministras y ministros.
Varios que me habían dicho que estaban conmigo a la mera hora empezaron a ver las cosas desde otro lado. También empezó a haber hasta una cuestión muy de envidia. Ministros que decían: ‘Ah, sí, ahora va a resultar que Zaldívar es el héroe. No lo podemos permitir bajo ninguna circunstancia’. Cosas así, tan pueriles, tan rupestres y tan bajas, cuando se habían muerto 49 niños y niñas. Realmente increíble pero así es la naturaleza humana.
Otra batalla que tuve que dar es que se autorizara a los papás y a las mamás del ABC para estar en las sesiones. No querían que estuvieran. Prácticamente me tuve que imponer para que se permitiera el acceso a los papás y a las mamás del ABC, quienes estuvieron ahí estoicamente todas las sesiones.
Sesionamos tres días seguidos, mañana y tarde, algo que es infrecuente, ya que normalmente el pleno de la Corte sesiona lunes, martes y jueves por las mañanas. Nosotros sesionamos lunes, martes y miércoles, mañana y tarde.
Curiosamente también se decidió que el asunto se discutiera justo cuando iba a jugar México contra Francia en el Mundial de Futbol de Sudáfrica. Una fecha, obviamente, analizada estratégicamente como parte de la operación.
(CONTINUARÁ…)