Un shutdown o cierre del gobierno estadunidense ocurre cuando el Congreso no aprueba el presupuesto federal o el techo de deuda a tiempo, lo que obliga a suspender servicios públicos y enviar a cientos de miles de empleados a casa sin paga. Es una parálisis institucional derivada de cálculos políticos que acarrea altos costos económicos. En esta ocasión, el cierre responde menos a un problema de recursos que a unas vencidas ideológicas: republicanos impulsando la agenda presidencial de recortes drásticos y demócratas exigiendo la continuidad de programas sociales como Obamacare.
Con una deuda que ya rebasa los 37 billones de dólares, o 125 por ciento del PIB, la narrativa de austeridad se usa como arma partidista, aunque nadie de quienes esto esgrimen habla de los miles de millones que no serán recaudados como resultado de los recortes impositivos a grandes empresas que Trump ha planteado. Además, en esta ocasión la administración ha llevado el cierre un paso más allá. Lo que antes era una pausa temporal se ha convertido en una purga burocrática, con despidos permanentes y suspensión de agencias esenciales. La consecuencia inmediata es una economía que opera con menos datos, menos personal y más incertidumbre.
Para México esto no es simplemente anecdótico, tiene efectos en nuestro ambiente de negocios. Cada día de cierre se traduce en demoras en aduanas, puertos y certificaciones, afectando las cadenas de suministro del T-MEC. El sector automotriz, exportadores agroalimentarios y empresas de logística, enfrentan costos y retrasos crecientes. Además, la publicación de indicadores clave como empleo e inflación se detiene, con lo cual se complica la toma de decisiones para instituciones financieras y autoridades como la Reserva Federal y el propio banco central.
Para enfrentarlo, los negocios mexicanos necesitan tomar al menos tres medidas. Primero, fortalecer la liquidez y coberturas cambiarias ante la volatilidad que provoca la incertidumbre política estadunidense; segundo, planificar escenarios de disrupción prolongada, adaptando inventarios y contratos logísticos y, tercero, mantener inteligencia económica propia, sin depender totalmente de la información oportuna de Washington.
Los cierres estadunidenses eran antes una rareza fiscal, pero ante la polarización política actual del país, todo parece indicar que serán fenómenos más frecuentes. Ante ello, toca a México, como siempre, idear mecanismos de resiliencia para navegar con menos sobresaltos los temporales de un vecino tan influyente y cercano como lo es Estados Unidos.
Alfa positivo. Salesforce, la plataforma de administración de relaciones con clientes (Customer Relationship Management, CRM) con inteligencia artificial número uno del mundo, ha anunciado sus planes de invertir mil millones de dólares en sus operaciones en México durante los próximos cinco años.