Nunca olvidaré la primera vez que mi perrita y mi gatito me sostuvieron la mirada.
No fue un vistazo fugaz ni un acto mecánico: fue una pausa.
Me miraron como quien reconoce, como quien pregunta sin palabras si estoy bien. Y por primera vez, no los vi solamente como animales.
Hubo una época en que yo era indiferente. Asistí a espectáculos donde la violencia hacia los animales se celebraba como parte del folclore.
No me detenía a pensar en lo que sentían, no me inquietaba su sufrimiento. Mi mirada se ocupaba de otras cosas.
¿Qué ocurre en nosotros cuando pasamos de ver a los animales como cosas… a verlos como seres sintientes?
Aristóteles sostenía que los animales no razonan y, por tanto, están al servicio del ser humano.
Albert Schweitzer, en cambio, propuso la ética de la “reverencia por la vida”, donde toda vida merece respeto, simplemente por estar viva.
Jeremy Bentham argumenta que lo moral no está en la inteligencia, sino en la capacidad de sufrir — y si un ser puede sufrir, merece cuidado.
La convivencia cambió algo en mí, y los argumentos sostuvieron ese movimiento.
Vivir con un perro y un gato, compartir la respiración, sus rutinas, sus silencios, sus maneras de mostrar afecto... fue una educación emocional silenciosa.
Me enseñaron lo que la lógica sola no puede.
Y con el tiempo, algo aprendí, ya no pude seguir ignorando lo que antes no podía ver.
Decidí dejar de participar en cualquier forma de crueldad animal. Me informé. Cambié hábitos. Empecé a hablar del tema, a defender, a cuidar.
Los animales dejaron de ser ajenos. Son parte de mi hogar, de mi ética, de mi manera de mirar el mundo.
¿Cuántas formas de vida consideras “dignas” de tu afecto? ¿En qué basas esa jerarquía?
No se trata de idealizar a los animales ni de proyectar en ellos emociones humanas.
Tampoco de imponer una sola forma de vivir con ellos. Cada vínculo es singular. Pero el respeto es el punto de partida.
Sigo disfrutando de la carne asada, práctica que aún me plantea un dilema sobre la justicia.
A veces, lo que cambia un alma no es una idea, sino una mirada. Y a veces, quien nos mira no habla… pero nos despierta.
IG @davidperezglobal