¡Yo recitaré tu sagrada canción! Diosa verdadera apta para poderes divinos, tus espléndidos decires son magníficos. De corazón profundo, buena mujer con radiante corazón, yo enumeraré para ti tus sagrados poderes divinos.
Estos versos pertenecen a una poeta que vivió mil 500 años antes de Homero. Su nombre se ha cruzado tantas veces en mi camino en estos últimos tiempos que he terminado por ceder a su llamado. Sucede que la memoria de los hechos y creaciones de las mujeres es más enreverada que la de los hombres e imaginar a esta Eheduanna y sus frágiles datos me pareció excesivo. Al volver a encontrarla en la voz de Irene Vallejo, me dio risa la idea que siendo la literatura el mundo de los hombres donde hemos venido a participar en su banquete con tantas mañas y obstáculos de su parte, una mujer fuera quien dejó la primera huella. Costó mucho, siglos de desconocerla hasta su aparición en un disco de piedra a comienzos del siglo XX, donde su nombre se identifica como la hija del rey Sargón de los acadios y suma sacerdotisa en la ciudad de Ur. Ur de los caldeos se le nombra en la Biblia, al extremo sur del actual Irak y al borde del Éufrates, ciudad sumeria cuyo apogeo sucedió alrededor de 2 mil años antes de Cristo.
Su producción resulta ser, teniendo en cuenta los rastros de sus versos, una serie de himnos que, según Vallejo, resuenan en los salmos del viejo testamento. De modo que aún sin saberla ni nombrarla, ella nos habita desde la desmemoria.
Más que dar indicios y pruebas de su existencia prefiero poner en duda las fuentes con el solo fin de salvaguardar su índole femenina y su estatus de princesa amén de su condición de suma sacerdotisa grabados en su nombre que no es un patronímico, sino un título, y que luego de diversas interpretaciones viene a ser algo así como adorno del cielo. Lo que se sabe con cierta certeza son los datos de su padre, hombre de gran fuerza política que supo unificar la mítica Mesopotamia en un solo imperio a partir de una infiltración pacífica de los semitas en los pueblos sumerios, de modo que acadios y sumerios vinieron a ser parte del mayor asentamiento político y cultural entre el Tigris y el Éufrates.
Así pues a su hija le fueron concedidos todos los privilegios, sin dejar de imaginar por ejemplo, que aun siendo princesa su educación habla de una horizontalidad bastante curiosa respecto de las mujeres. Aunque más no fuere por el hecho de ser hija de reyes, la educación que ostenta Enheduanna manifiesta este carácter. Y que su padre la haya considerado una pieza política de peso para robustecer su poder en la ciudad de Ur también manifiesta una igualdad con los hijos varones de las diversas dinastías de su época.
La Shakespeare de los sumerios, tal como la denominaron sus descubridores del siglo pasado, revela que su papel en la historia de su pueblo es privilegiada y que ella misma era consciente de ello: Lo que yo he hecho nadie lo hizo antes, proclama.
Acaso por ser protagonista por decisión de su padre en primer lugar, pero luego de ella misma al participar en la resistencia y avatares de las luchas de su pueblo. Y asimismo porque ella canta alabanzas a la diosa Inanna y también he dicho tu furia con verdad, agrega una estrofa después. Uruk es la ciudad principal donde ella ejerce sus artes de astrónoma y sacerdotisa, dicen algunas crónicas, pero al mismo tiempo Ur es la ciudad donde ejerce el mandato de su padre.
Su diosa protectora a la que le cantó en todos sus himnos, diosa del amor y de la guerra no la salvó, aparentemente, del exilio y la pérdida de su cargo. Estos eventos son relatados por ella misma en sus cantos a la diosa. En ellos no solo da prueba de su devoción, sino de su agradecimiento por haber ayudado a convertirla en poeta. Es Inanna quien la ha provisto de la inspiración y los procedimientos para que ella escriba. Se trata de una relación erótica entre la escritora y la diosa, quien la visita de noche. Bajo su protección, ella no deja de cantarle y en sus versos graba una y otra vez todo lo que debe agradecerle.
Finalmente podemos decir que al verso a verso de su obra se transparenta una vida, la de Enheduanna con sus pasiones, su arrojo y también sus desgracias. Cuando fue sojuzgada y sufrió gran humillación por parte de sus enemigos, hombres que quisieron destruirla. Cuando retomó el sendero antiguo de su condición religiosa y volvió a cantar y a celebrar la libertad. Cuando vuelta sobre la pasión que le despierta Inanna pareciera conjugar con ella una suerte de amor lésbico. Y sobre todo cuando asida a las resonancias de su voz alcanza a describir el modo en que ha sido poseída por la diosa lunar para dar cuenta de cómo aprende a decir, a nombrar, cómo la palabra fluye desde el corazón para enhebrarse en el aliento de sus versos.
El alfabeto nacido en Irak halla en su escritura cuneiforme el más alto vuelo que pudo darse en los primeros pasos de eso que después fue la creación literaria.
coral.aguirre@gmail.com