Las teorías de la conspiración no son nuevas. Siempre han existido y seguirán existiendo. Lo que sí ha cambiado en estos tiempos es la velocidad con la que se construyen y se esparcen gracias a las redes sociales, mensajería en los teléfonos, páginas de internet.
Basta ver la rapidez con la que se construyó con falsedades el movimiento que tomaría el Congreso estadunidense un 6 de enero o la cantidad de personas que no se vacunaron porque les iban a poner un chip o la vacuna los mataría.
Karl Popper argumentó que las teorías de la conspiración pasan por alto las consecuencias no deseadas y generalizadas de la acción política y social; asumen que todas las consecuencias deben haber sido intencionadas por alguien.
Las teorías de la conspiración son, además, duraderas. Casi imposibles de quitar de la mente de quien las cree. Cada conspiración incluye una fuerza poderosa y malvada que opera subrepticiamente de varias maneras e influye en casi todo.
Nada, dicen, es casualidad. Para aquellos que están en el poder, sujetos a la vigilancia de los ciudadanos, periodistas, enemigos políticos, igual.
Cómo olvidar que en noviembre de 2014, enredado en el asunto Ayotzinapa y la Casa Blanca, Enrique Peña Nieto dijo en un mitin en Estado de México: “Siguiente tema que quiero abordar (había hablado de Ayotzinapa) y del que soy sensible, y no sé si esté vinculado a esto, que pareciera un afán orquestado por desestabilizar y por oponerse al proyecto de nación (…) en días recientes, y justamente cuando emprendía la gira de trabajo, surgieron señalamientos sobre una propiedad de mi esposa…”. Nada era casualidad, ha de haber pensado.
Como el presidente López Obrador ayer, que unió en una sola conspiración dos asuntos recientes: el supuesto segundo tirador en el caso Colosio y la investigación de la DEA de posibles nexos de su equipo en 2006 con agentes del narcotráfico.
Dijo el Presidente que haría pedagogía. Habló de la DFS, del Cisen, de cuando entró García Luna a trabajar ahí (1989), de cómo Carlos Salinas era presidente en ese tiempo.
“Entonces, está en 89 y en el 94 es lo de Colosio, y de acuerdo con esta investigación nueva, no nueva, sino que retoma la fiscalía, él va a Tijuana y deja libre al agente del Cisen que se le está acusando como el segundo tirador. Entonces, cuando se da a conocer esto, sale este reportaje. Es mucha casualidad, ¿verdad?”.
Demasiada, señor Presidente; es una conspiración contra usted. Seguro.