Cultura

NY2

¿Cuánto se puede decir de una ciudad tan visitada y conocida sin correr el riesgo de caer en lugares comunes? Particularmente si esa ciudad representa el sueño de muchos y el más grande eslabón en la intentona por hacerse de mundo.

Mucho se ha dicho y, sin embargo, jamás será suficiente. Porque como toda gran urbe Nueva York es la de siempre, imponente, soberbia, pero al mismo tiempo es esa que se reinventa día con día para estar a la altura de… supongo que de sí misma.

Y es que me da la impresión de que no hay nada que sirva de parámetro para saber por dónde va o viene. Algo que indique si ha descendido en el privilegio de asumirse como el centro del mundo o si sigue siendo la cumbre de la cadena alimenticia.

He llegado a la ciudad y me reciben, además de las impresionantes imágenes que pueblan las narrativas habituales (gente por doquier, calles atestadas de autos y rascacielos de postal), un frío inclemente que cala el cuerpo con huesos, células y toda su genealogía.

Son algo así como las ocho de la mañana y no hay tiempo que perder, pues como cantan los Eagles, en un minuto neoyorquino cualquier cosa puede cambiar y el tiempo vuela, mientras esperan miles (y no exagero) de cosas por descubrir.

Así que aviento mis chivas en el hotel y me lanzo dispuesto a ser devorado por la urbe de hierro. Cosa que, contrario a lo que rezan los agoreros de las calamidades y para sorpresa mía, no sólo no ocurre, sino que me hace sentir en una suerte de extraño cobijo, frío, pero cobijo, al fin y al cabo.

Las primeras impresiones son de quien mira todo con ojos nuevos, por más que las imágenes hayan sido compartidas infinidad de veces y se crea haber estado ahí antes. A esta alturas el frío se vuelve un elemento costumbrista y, solventado el asunto con una buena chamarra, los límites de la isla son los de este viajero.

Se dice que lo peor que se puede hacer en un sitio como este es llegar sin un plan. Por lo que durante por lo menos las cuatro semanas previas al comienzo de la travesía me sometí a un curso intensivo de neoyorquismos, cuyo examen estaba por presentar.

Y armado con mi lista de cosas por hacer me di a la tarea de andar la ciudad, que es como sostienen los iniciados se debe conocer un lugar así. Caminando y en metro, porque Nueva York es ¡enorme! y cuando menos se da uno se da cuenta los piecitos comienzan a pegar el grito en el cielo.

Primera parada Museo Metropolitano de Arte. Y la dosis inicial hamburguesera. Porque, acá entre nos, más allá de la ñoñez y lo pata de perro, la idea es comerme NY bocado a bocado. Mientras eso pasa, la banda sonora llega por cuenta de Alicia Keys y Jay-Z: “In New York, concrete jungle where dreams are made of”.


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Carlos Gutiérrez
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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