Cultura

Florida

“¡Hola! ¿Qué tal, Güey?”, así llegó “inopinadamente” un mensaje de Meta AI en Whatsapp, luego de que por accidente oprimiera el botón y dictara algo con el micrófono. Lo primero que llamó mi atención fue la camaradería con que el chunche se dirigió a mí. Lo segundo fue el impecable uso ortográfico del texto.

Reconozco que no soy, ni por mucho, el más decente al habla. Tengo mis más y mis menos con las palabras altisonantes y de cuando en cuando, como sostiene Emma Byrne en Mentar madres te hace bien, suelto una que otra maldición.

Pero ir por la vida profiriendo peladeces como si fuera centenial, eso sí que no. Y mucho menos que esté habituado a recibir mensajes de ese tipo. Con riesgo de sonar hiperlactante, nunca me había llegado uno con esa expresión.

Lo que sí reconozco en el emisor de la frase es la corrección escribana, con puntos y signos, como marcan los cánones. Es decir, gandalla, pero pulcro. Con el imperio de recursos digitales a la mano, no entiendo cómo la gente textea como si la ortografía fuera un asunto de ciencia ficción.

Y menos que hable cual microbusero si muchos usuarios de redes sociales pasan la mitad de su vida pegados al teléfono, en cuya pantalla hay texto y está escrito con mediana propiedad. Algunos enterados dirán que basta y sobra que se entienda para que el mensaje tenga sentido. En tal caso, ¿qué razón hay para aprender a usar las palabras ortográficamente?

Es verdad que la lengua es un ente vivo y, por ende, en constante movimiento. Pero pasar por alto algo tan elemental como la ortodoxia en la escritura, en especial como resultado del desinterés, el olvido o la ignorancia, habla con precisión de quien lo practica y quien le solapa.

No menos cierto es que la camaradería, como la de la IA entrada en la confianza de tratarme como si estuviéramos echando tragos y lleváramos años de cuatitud, hace llevadera la interacción y fomenta escenarios menos rígidos, menos estructurados y, ciertamente, menos ñoños.

Supongo que así funciona eso que sugiere la lengua de la calle. Por ello resultan en alteridades los esfuerzos que insisten en hablar con el cuidado de quien procura la imagen personal bañándose y acicalándose a conciencia.

No es cuestión de relajación en el habla, sino falta de disposición para comprender lo que se dice, a quién, en qué contexto y con qué intención. No es demasiado pretender una comprensión del escenario en que algo se dice para volverlo efectivo.

La duda que me carcome es cómo surge la expresión del inicio y qué habrá pensado el algoritmo de pacotilla para sorrajarme semejante frase. Es un hecho que ni de la inteligencia artificiosa puede uno fiarse sin correr el riesgo de que me hable de tú.


Google news logo
Síguenos en
Carlos Gutiérrez
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.