San Alberto Hurtado en toda ocasión a sus profesores les interpelaba su labor expresándoles que quien no ama que no pretenda formar.
Y tiene mayor implicación si tomamos en cuenta lo que expresa Arendt:
“Educación es el punto que decidimos si amamos el mundo lo bastante para asumir una responsabilidad por él… también mediante la educación decidimos si amamos a nuestros jóvenes lo bastante como para no arrojarlos de nuestro mundo y librarnos de sus propios recursos, ni quitarles de las manos la oportunidad de emprender algo nuevo, algo que nosotros no imaginamos para la tarea de renovar un mundo común”.
El mundo de hoy nos está interpelando nuestra labor como educadores, desafíos que nos exigen responder adecuadamente; veo en dos direcciones simultáneamente e igualmente importantes dichos desafíos los que se nos plantean desde el contexto externo y los que tenemos que asumir, en consecuencia, a nivel personal, para buscar responder a ellos.
Bajo este contexto, nos queda claro que nuestra impronta debe ir encaminada tal cual como lo asentó el informe Delors: aprender a conocer, a actuar, a vivir, a ser y hoy día hablaríamos de una quinta columna: enseñar a transformar.
Por ello es importante que como educadores tener conciencia de que toda verdadera transformación siempre debe arrancar de nosotros mismos.
Como formadores estamos llamados creer en la transformación para ir caminando en busca de la renovación continua, en palabras del pedagogo italiano Antonio Nanni dotándonos de anticuerpos cognitivos: como:
ideas fuerza y palabras generadoras, como pluriverso, glocalismo, mestizaje, resiliencia.
Se asume que la formación de ciudadanos refuerza siempre la idea de posibilidad frente a cualquier determinismo.
Formar a las nuevas generaciones como ciudadanos globales nos reta a la acción de ser unos educadores animados, no por una cultura de trinchera y de inmovilismo, sino por una cultura de vanguardia, por tanto, del riesgo en nuestra sociedad compleja.
Finalmente, no se puede dar si no concebimos el proceso formativo como un incesante amor por el prójimo.
armando.mercado@iberotorreon.edu.mx