Cultura

"El gran calavera": Lección para padres y hijos

  • La pantalla del siglo
  • "El gran calavera": Lección para padres y hijos
  • Annemarie Meier

El gran calavera Ramiro, interpretado por Fernando Soler, es uno de los padres más atractivos del cine mexicano. No por rico, ni por ser buen padre, ni por estar en duelo por la muerte de su esposa, sino por experimentar un proceso de aprendizaje y convertirse en maestro y tutor se sus hijos, su hermano y cuñada. La lección con la cual la familia, encabezada por el hermano Gregorio, pretende curarlo del alcoholismo y la amarga medicina  que además Ramiro le receta a su familia despilfarradora, bien puede leerse como crítica irónica al derroche con el que la clase pudiente responde a la modernización del país. A setenta años de su estreno en 1949 el mensaje quizás pueda verse bastante ingenuo aunque el retrato de una familia que vive a expensas del padre, los cambios argumentales del guión y el desenlace liberador sigan seduciendo por su frescura y calidad fílmica.

El gran calavera fue la segunda película que Luis Buñuel dirigió en México.

Después de la mala recepción de Gran Casino (1946) el director se sorprendió por el éxito de El gran calavera, el único proyecto mexicano en cuyo guión Buñuel no colaboró ya que la adaptación de la obra de teatro de Adolfo Torrado por parte de Luis y Janet Alcoriza, estaba terminada cuando se le encargó la dirección a Luis Buñuel.

Volví a ver El gran calavera en una copia espléndida en una plataforma de streaming hace unos días. Me sorprendió y agradó la destreza del guión de cambiar entre ambientes, mostrar la transformación de los personajes y permitir que el enfrentamiento entre ricos y pobres, que en el cine de la época solía estar cargado de clichés, jugara con matices. El humor con el que se muestra a una familia mexicana de clase alta dedicada a la explotación del patriarca, resulta tanto del guión como de la dirección de arte, la actuación y la puesta en escena de Buñuel. Fernando Soler como Ramiro de la Mata, el padre, hermano y cuñado rodeado por vividores, domina los matices actorales de la comicidad. La fotografía en blanco y negro acentúa la tensión entre la casa de clase alta y la vivienda en la vecindad. Son polos y estilos de vida opuestos que también resalta la banda sonora de Manuel Esperón. La secuencia de desenlace es sumamente atractiva, tanto en lo visual como en mostrar un acto de rebeldía de una joven que, con todo y vestido de novia - elegante y fastuoso -  sale corriendo de la iglesia, dónde se iba a casar con un gigolo, para reunirse con su amado que conduce una camioneta de publicidad. Me recordó el final de El graduado de Mike Nichols (1967), sólo que ahí el acto de rebeldía de la novia no contagia a la familia como sí lo hace en El gran calavera. La última imagen los muestra alejarse divertidos de la iglesia y la clase alta. 


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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