La mayoría de las reseñas y críticas describen el filme **Dos estaciones como historia de una empresaria del tequila que defiende su herencia familiar frente a las corporaciones extranjeras que dominan la industria. También leemos en varias sinopsis de festivales de cine que es la ópera prima de un joven realizador mexicano oriundo de los Altos de Jalisco y que el filme muestra el profundo conocimiento y la identificación del director con el tema. Aunque estoy de acuerdo con el último comentario hay que matizar lo de “joven” y “opera prima”, ya que Juan Pablo González, nacido en 1984, había dirigido cuatro cortometrajes y el documental **Caballerango (2018) antes de realizar **Dos estaciones (2022).
Me quiero acercar a **Dos estaciones como lo hizo su realizador que se caracteriza por un estilo cinematográfico que parece observar a sus personajes a la distancia pero lo hace con tal tranquilidad e insistencia que revela los profundos – y quizás reprimidos – sentimientos que los mantiene en la soledad y confrontados con el entorno. **Dos estaciones abre con la secuencia de una fiesta familiar en el campo mexicano. Con alegría los niños y adultos conviven al aire libre, comen, juegan y platican alrededor de una mesa con comida, tequila y aguas frescas. La típica reunión familiar mexicana, alegre y bulliciosa. De pronto aparece la figura de María García (Teresa Sánchez), la dueña de una fábrica de tequila que heredó de su padre. Amable pero reservada, la mujer de unos cincuenta años, con aspecto tosco y corte de cabello varonil, se une a la reunión y a la foto del grupo. Mientras el resto de la familia se dedica a romper la piñata, María se queda sola en la mesa y brinda con Rafaela (Rafaela Fuentes), quien se convertirá en su contadora, amiga y cómplice.
Así como llega a la fiesta familiar a la que se integra por unos momentos, la Señora María también ingresa a la fábrica, pasa por los montones de pencas apiladas frente a los hornos, los tanques donde se fermenta, las barricas donde reposa y la banda donde se embotella y etiqueta el tequila. Sobre los campos de agave azul y un jimador que trabaja las pencas, una avioneta fumiga las plantas atacadas por una plaga de hongos.
La tequilera está en graves problemas financieros y ni la solidaridad de los empleados, ni el eficiente trabajo de la contadora Rafaela bastan para salvar la fábrica y los puestos de trabajo. Pero no sólo el negocio de la Señora María está en crisis. La mujer de voluntad férrea también ve tambalear su tranquilidad interna. Aunque sigue comiendo sola y con apetito, le pide a la peluquera el corte de cabello “de siempre” y atiende de manera amable los asuntos de sus empleados, la mujer pasa por una tormenta emocional frente a la juventud, alegría y atracción de Rafaela. Por primera vez María abandona su porte y distancia de señora y patrona. A través de la convivencia y el apoyo de Rafaela, la mujer descubre la alegría, la amistad y el gozo de vivir al lado de un ser querido.
La crisis de la fábrica coincide con el destape de los deseos reprimidos de María. La mujer deja atrás su vida solitaria sobre la que pesa una herencia y un rol patriarcal que la mantienen encadenada a la tierra y la tradición. **Dos estaciones narra un relato de ficción tan auténtico y poderoso como el que caracteriza el documental Caballerango. Ambos filmes hablan del peso que la tierra, el terruño y la tradición pueden tener en la vida de un ser humano.