Las escenas que estos días nos deja la tormenta tropical Jerry en la Sierras Norte, Nororiental y Mixteca poblanas son un doloroso déjà vu; asistimos a una desgracia y nuevamente en primera fila.
El ciclo de desastres y promesas se repite sin importar el partido en el poder, evidenciando tres situaciones: graves omisiones por la falta de Atlas de Riesgo en gran parte de los municipios, una tremenda desigualdad social y mucha opacidad en el manejo de recursos destinados a los afectados.
Según lo veo, las escenas de hoy son un eco de lo ya vivido y reporteado en al menos dos décadas de experiencia periodística.
Hace veinte años, en 2005, el huracán Stan impactó cuando Mario Marín y Vicente Fox estaban en la gubernatura y la presidencia, respectivamente, dejando lluvias catastróficas, deslaves y el cuestionado uso de al menos 80 millones que la Federación destinó para para el apoyo a los damnificados. En 2007, el huracán Dean, con los mismos mandatarios, arrasó mil 500 viviendas y dejó promesas incumplidas. La racha siguió en 2010 con los deslaves que provocó Karl, dejando 100 mil damnificados.
El panorama no cambió con el morenovallismo: en 2013, el huracán Ingrid y la tormenta Manuel llegaron al unísono provocando grandes daños. Con Rafael Moreno Valle y Enrique Peña Nieto en el poder la ayuda se politizaba; recuerdo cómo se tenía que esperar la llegada del gobernador para entregar los apoyos; si no estaba él, no se movía nada.
En 2016, la tormenta Earl causó una de las peores catástrofes: 40 muertes oficiales, escuelas y caminos colapsados. La inercia continuó en 2017 con Katia y cuando Tony Gali gobernaba. Finalmente, en 2021, el huracán Grace, llegó durante el mandato de Miguel Barbosa y Andrés Manuel López Obrador, donde además del luto y destrucción se repitió la promesa de ayuda tras realizar un censo.
Hoy, la historia se reescribe con más de 404 derrumbes y 91 comunidades incomunicadas. Las autoridades repiten raciones y acciones similares a las prometidas hace dos décadas; sin embargo, la tragedia se concentra donde la desigualdad social es tan profunda como los asentamientos irregulares en barrancas inestables.
Según lo veo, la verdadera ayuda no se mide en despensas posdesastre, sino en la capacidad de romper ciclos. La memoria institucional de Puebla es tan corta como la voluntad política de prevenir y ordenar el territorio.