¿A qué nivel puede llegar el egoísmo del ser humano o la sed de venganza de una familia, como para tener cuasi secuestradas a tres niñas e impedir que vean a la madre que aman y las ama?
Cuando uno se entera de historias como la que se vivió en la zona metropolitana de Puebla se puede dar cuenta de la capacidad que se tiene para ser tan ruin, como para que los abuelos sostengan, sin rubor, que prefieren ir a la cárcel antes que ver reunidas a las cuatro mujeres. Pues, al fin y al cabo, ellos ya vivieron.
Es esa lógica perversa del “daño colateral” la que explica por qué la Fiscalía tuvo que realizar 45 actos de investigación y 15 cateos; en Puebla, Cholula y Tlaxcala, para dar con el paradero de las pequeñas.
¿Y qué decir de los tíos, o la pareja sentimental de Erick N, Jessica N, que movían a las menores de edad de una vivienda a otra para que los agentes ministeriales no las encontraran? ¿Qué necesidad de tener a las pequeñas a salto de mata y sacándolas por boquetes para fugarse con ellas? La violencia vicaria en su máxima expresión, donde la obsesión se convirtió en una pesadilla de casi tres años.
Hay que decirlo, la Fiscalía General del Estado, a cargo de Idamis Pastor Betancourt, no soltó el tema, pese al tiempo transcurrido desde que Erick N., con quien Ana Karen Rodríguez procreó tres hijas, perdiera su guardia y custodia en marzo de 2023 –mandato judicial que se negó a acatar–.
El padre fue detenido en junio de 2023 por violencia familiar y sustracción de menores, pero con el presunto apoyo de los abuelos, José Francisco N y Blanca Patricia N, continuaron ocultándolas. Aún con ellos detenidos y vinculados a proceso en 2024 por sustracción y violencia vicaria, la trama de ocultamiento se extendió a los tíos y, finalmente, a Jessica N, hoy detenida.
El resultado de esta operación, que requirió una articulación interinstitucional coordinada desde la FGE finalmente logró la anhelada reintegración al seno de la madre, quien además de encontrarse más que feliz, cuenta con el respaldo jurídico y el acompañamiento psicológico necesario.
Este caso no es solo la recuperación de unas niñas; es la confirmación de que la procuración de la justicia tiene que ser implacable, incluso cuando el egoísmo se viste de vendetta. La FGE, afortunadamente, se impuso al capricho ruin.
