Es indudable que los problemas de un país como México no se van a acabar en un sexenio, es un hecho y debemos estar conscientes de esto, aunque no guste. Todo político que se sienta capaz para ocupar un puesto y hacer la diferencia tiene que reforzar lo que dice con sus acciones.
Lo malo es caer en una dinámica en la que ni se enfrenta una problemática, ni se crean las condiciones para mejorarla o hasta se evita hacer algo al respecto. Lo peor es socavar las instituciones para que estas no puedan poner remedio a algún tema que enfrenta el país.
Si a todo esto se le agrega que los mexicanos están divididos, el panorama se pone todavía más negro.
Entonces ¿qué es lo que tienen que vivir los mexicanos con sus gobernantes?
¿Ineptitud?, que tiene que ver con las capacidades de quien siempre afirmó que tenía la receta para hacer cambiar las cosas y a la hora de la verdad, no aparecen.
¿Resentimiento? ¿Solo piensa en tomar revancha de todas las derrotas que ha sufrido en su carrera política?
¿Estilo de gobernar? Pues a veces parece que ni hay estilo ni hay gobierno para muchos aspectos de la vida nacional. Y la lista de pruebas, o de temas con graves problemas, crece. Falta de medicamentos, gastos en obras superfluas, inseguridad sin freno, militarización del país sin efecto en el combate al crimen organizado, instituciones amenazadas como el Instituto Nacional Electoral. La democracia está en peligro. Y el ambiente de linchamiento hacia los críticos del gobierno federal.
Va a terminar el año y ahora se sumará a las preocupaciones el factor económico, eso de la cuesta de enero es algo muy real, las condiciones son adversas y terminará pagando el que siempre pierde, el ciudadano. Y mientras, los que gobiernan están más preocupados en mover sus piezas para garantizar su permanencia en el poder. Indudablemente ya les gustó.
Andrés Amievaandres.amieva@milenio.com