Me tocó ver cuando en la elección presidencial de 1976 había solo un candidato, José López Portillo, yo no podía votar aún, pero al paso de los años no puede uno dejar de asombrarse de tamaño despropósito. Eran los tiempos del PRI todopoderoso y pues no se podía hacer nada.
A muchos nos tocó el sismo que golpeó a la Ciudad de México en 1985 y además de las muertes que provocó, la sacudida llegó a las consciencias de los ciudadanos, que indignados ante la inacción oficial comenzó a levantar la voz ante las autoridades, no había marcha atrás.
La conciencia colectiva del mexicano fue tomando otro nivel para decir las cosas, cuestionar lo que antes no le era permitido y definitivamente pensar diferente y llegamos así a 1988, cuando ocurrió la “caída del sistema”, sí justo cuando el PRI-Gobierno manejaba las elecciones. Cuando el secretario de Gobernación, Manuel Bartlett, anunció que se dio una caída en el recuento de los votos y que más tarde se daría información. El sistema decidió rápido y para evitar más problemas salieron a anunciar el triunfo de Carlos Salinas de Gortari.
La oposición se unió para defender el voto expresado, el resultado no cambió. Pero sí lo hicieron millones de mexicanos en el 2000 con el triunfo de Vicente Fox y el PRI salió de Los Pinos, todo esto gracias a la construcción de un órgano electoral que fue arrebatado de las manos del gobierno para entregárselo a los ciudadanos.
Desde entonces los mexicanos tenemos un sistema electoral que ha demostrado, una y otra vez, que funciona y da certeza, aunque presente fallas que los partidos han buscado corregir con el tiempo.
La alternancia llegó para quedarse en el panorama de la política nacional y es así como llegó el PAN al poder, regresó el PRI y Morena logró la presidencia en 2018.
Por eso ahora que uno de esos partidos que encarnaban la oposición en México, a través del Presidente Andrés Manuel López Obrador, pretenda imponer una reforma que busca dinamitar ese sistema electoral para entregar de nuevo la organización de las elecciones al gobierno en turno es algo que resulta muy violento.
Es un regreso a la brutalidad de la caída del sistema con Bartlett en 1988, cuando al PRI no le importaba otra cosa más que mantener el poder, justo como ahora se pretende con el plan b que busca beneficiar al partido del que hoy se sienta en la silla presidencial en Palacio Nacional. Triste panorama.
Andrés Amievaandres.amieva@milenio.com