Claudia Martín es un hallazgo, y Sebastián Rulli también. ESPECIAL
Hablemos de “Los ricos también lloran”. Sí, yo sé que todavía hay gente que está jugando a “no me gusta”, “si no sale Verónica Castro, la odio” o “la primera fue la mejor”.
¡Pero qué cree! Ése es exactamente el juego del éxito. ¿O qué, acaso no es lo mismo que muchas personas dicen de “Batman”, de las películas de “Star Wars” y de los “remakes” de Disney?
Le guste a quien le guste o le moleste a quien le moleste, “Los ricos también lloran”, esta versión de “Los ricos también lloran”, es el contenido más visto de todo México.
¡Y usted sabe que México es una de las cinco capitales más importantes de todo el mundo en materia de consumo de contenidos!
Algo bueno tendrá para ganarle a “La herencia” (que me encanta) y para superar a “La rosa de Guadalupe” (el programa más exitoso de toda Latinoamérica).
¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué tanto escándalo? ¿Por qué tanto éxito?
Vamos a decirnos la verdad, hasta hace muy pocos años, Televisa había perdido el camino y sus productores se habían puesto a experimentar con unos formatos muy extraños que ni eran series, ni telenovelas y, lo peor de todo, que ni parecían mexicanos.
Acuérdese de “El Dragón”, “La piloto”, “Sin miedo a la verdad” y de todas aquellas mutaciones audiovisuales que, además, apostaban por unos valores bastante raros.
Para no hacerle el cuento largo, Televisa Univision aprendió la lección y al igual que Warner, Disney y los mejores estudios del mundo, regresó a sus orígenes, regresó a la telenovela tradicional mexicana.
¿Resultado? Sus melodramas no paran de crecer y el haber retomado “Los ricos también lloran”, la telenovela mexicana más importante de todos los tiempos, fue una decisión particularmente sabia.
Aquí hay un mensaje: “sabemos de dónde venimos, quiénes somos y a dónde vamos”.
La adaptación de Esther Feldman y Rosa Salazar Arenas es magnífica porque, honestamente, las cosas han cambiado mucho desde que la inmensa escritora cubana Inés Rodena diseñó esto para la radio.
Esther y Rosa crearon una estructura circular maravillosa (la telenovela inició con el galán asumiendo un conflicto con el agua y está cerrando exactamente con lo mismo. ¡Bravo!) y quién sabe cómo le hicieron, pero volvieron creíble lo increíble.
Porque, seamos sinceros, esta historia que tanto amamos es tan objetivamente disparatada que la productora Angelli Nesma la tuvo que hacer en comedia en los años 90 ("María la del barrio") para que fuera disfrutable.
¡No me vaya a salir ahora con que las secuencias de Thalía jugando a “Cenicienta”, las de Fernando Colunga chiflando como en “Nosotros los pobres” o la famosísima escena de Itatí Cantoral gritando “¡Maldita lisiada!” eran realistas!
¿Ahora entiende por qué respeto tanto este trabajo que, además, incluye secuencias de acción y un montón de aportaciones más?
Mis respetos para la producción. Estos “Ricos” sí parecen ricos sin dejar de ser los ricos de una telenovela nacional.
Claudia Martín es un hallazgo total. De veras, esa actriz vale oro y el señor Sebastián Rulli, también, pero la que va que vuela para algo poderosísimo es Fabiola Guajardo.
Todo aquí está muy bien. Punto. ¿Cuál es la nota? Que esto llegará a su fin el próximo viernes 13 de mayo.
Luche con todas sus fuerzas por ver los últimos capítulos y el gran final de “Los ricos también lloran” en Las Estrellas. Le va a gustar. De veras que sí. ¡Felicidades!
Álvaro Cueva
alvaro.cueva@milenio.com