Hermoso, poético, diferente. Así fue el desenlace de la telenovela “El maleficio” que se transmitió la noche del domingo pasado en Las Estrellas.

¿Por qué hermoso? Porque en verdad tocó fibras sensibles en tiempos de alta oscuridad.
Hoy, que todo es odio. Hoy, que todo es estridencia. Recordar que el amor es lo único que nos puede salvar manda un mensaje hermoso, bellísimo.
Lo increíble, y nunca me cansaré de decirlo, es que este mensaje que nos pudo haber llegado a través de la típica historia romántica de toda la vida, nos llegó a través de un melodrama de terror.
Ni “El maleficio” original con el inmenso don Ernesto Alonso tuvo un cierre tan positivo, tan contundente.
Si usted recuerda, aquello acabó duro, el gran protagonista fue a unirse con el demonio, acabó calcinado en una escena increíblemente espectacular para la época, pero no acabó en amor. Aquí, sí.
¿Por qué poético? Porque en el horror también hay poesía y porque en la parte amorosa, que es la que más nos interesa a los fanáticos de las telenovelas de Las Estrellas, vimos lo que nunca, en toda la historia de los melodramas seriados, habíamos visto.
¿Qué? Por respeto a los mercados internacionales y a quienes están mirando esto a su ritmo en VIX no se lo voy a decir pero cuando mire la última escena entre Fernando Colunga y Marlene Favela lo comprenderá.
Fue muy simbólica, muy Juan Rulfo, muy mexicana. Imposible haber observado aquello y no haber sentido una opresión en el corazón.
¿Por qué diferente? Porque nada qué ver ni con lo que hemos estado viendo en los últimos años ni con lo que vimos en las mejores o peores telenovelas de antaño.
Aquello fue un derroche de efectos especiales, de una complejidad coreográfica.
Quienes vemos televisión abierta privada nacional estamos acostumbrados a que de vez en cuando nos caractericen a alguien, pero no a que nos caractericen a tantísimos actores en semejante cantidad de secuencias, todas transmitidas en menos de dos horas.
¡Queremos “El maleficio 2”! Sí, yo sé que suena extraño. Sí, yo sé que suena imposible. Pero mucha gente me lo está diciendo a través de las redes sociales y estamos en un momento en que esto sí podría suceder. ¿O usted qué opina?
Yo le quiero suplicar que busque en YouTube el documental tipo “Detrás de cámaras” que apareció la semana pasada. Primero, para que reconozca la labor de talentos que normalmente no dan la cara como los escenógrafos, los caracterizadores y los artistas de la parte digital.
Y después, para que se sensibilice sobre lo que sucedió aquí que sí fue muy importante, muy especial, histórico y, tal vez, el principio de algo.
Mire, sería muy fácil felicitar a quienes siempre he felicitado por su trabajo en esta producción de José Alberto Castro.
Hoy quiero reconocer a quienes casi no he mencionado y que se merecen una ovación de pie: los escritores, los directores, Rafael Inclán, Sofía Castro, Julián Gil, Alejandro Calva y Eugenio Cobo.
Apréndase estos nombres porque ellos fueron los responsables de actualizar esta historia de Fernanda Villeli tan compleja en términos industriales, legales, mercadotécnicos y por supuesto, creativos:
Patricio Saiz, Vanesa Varela, Fernando Garcilita, Fabiola López Neri, Claudia Manzano y, por supuesto, José Alberto Castro.
Es muy común que las multitudes desdeñen el trabajo de los escritores de televisión. La verdad es que hoy, más que nunca, esto es dificilísimo y dar resultados, peor.
¡Y qué cree! Este equipo literario lo hizo estupendo y dio muchos y muy buenos resultados. ¡Felicidades!
Hablemos de la dirección. Salvador Garcini y Fez Noriega se merecen un aplauso.
Montar aquello sin faltarle al respeto al público de Las Estrellas se antoja infernal. Literalmente.
Siempre había multitudes a cuadro. Siempre había acción y efectos especiales. Actores nuevos y actores experimentados. ¿Cómo le puede hacer un director para crear y sostener un tono en semejantes condiciones? Ellos lo lograron. ¡Bravo!
Ahora vamos con los actores. Rafael Inclán, maestrazo, se llevó el último capítulo. Don Ernesto Alonso, desde el cielo, lo debe estar bendiciendo.
Sofía Castro, que ya tenía una gran carrera, creció como nadie en este melodrama porque no cualquiera maneja el terror después de todo lo que le pasó a su personaje sin caer en la farsa, en el ridículo.
Y ella lo hizo tan espléndidamente que me cuesta trabajo no verla protagonizando en su siguiente telenovela.
Julián Gil se merece un premio. ¡Qué bárbaro! Quiero que entienda que el señor venía de interpretar a Cristo. Quiero que entienda todo el esfuerzo personal que hizo para dar el 100.
¡Y lo logró! ¡Y construyó un personaje como no ha habido otro en la historia de las telenovelas! ¡Felicidades!
Alejandro Calva es uno de los mejores actores de México. Se lo he dicho en su cara. Y aquí lo confirmó. El padre Cayetano ya es un clásico de la televisión nacional. Hay que hacerle una serie.
Por último, yo quiero realizarle un homenaje a don Eugenio Cobo. A nivel interno, el señor es una institución en TelevisaUnivision, el gran maestro creador de estrellas.
Pero a nivel externo, también. Y fue muy emocionante verlo, a sus 84 años, en semejante cantidad de escenas de acción, con un personaje tan digno, con una participación que manda tantos mensajes tan buenos.
Me encanta que lo hayan tomado en cuenta. Me fascina, en general, el guiño que José Alberto Castro nos hizo a todos los que amamos este tipo de televisión con tantos tan buenos detalles.
¿A poco la última escena no fue como los grandes epílogos de “Cuna de lobos”, “El extraño retorno de Diana Salazar” y tantas, y tantas producciones clásicas, pero con su propio sabor?
Hermoso, poético, diferente. Así fue el desenlace de la telenovela “El maleficio” que se transmitió la noche del domingo pasado en Las Estrellas. ¡Aplauso! ¡Queremos “El maleficio 2”!