Estoy verdaderamente alarmado por los fenómenos de manipulación, desinformación e infodemia que estamos padeciendo alrededor de la tragedia en Acapulco.
¿Por qué? Porque no se vale lucrar con la desgracia ajena, porque por la más elemental humanidad no se le puede pedir a la gente que no ayude al prójimo y porque se necesite estar muy enfermo del alma para tratar de sacarle provecho a una catástrofe natural.
No me sorprende que haya portales malos, televisoras pésimas o influencers charlatanes, me sorprende que las mexicanas y los mexicanos, después de haber pasado por la pandemia, por terremotos y por tantísimas catástrofes, sigamos cayendo en estas trampas, que las compartamos y que las comentemos.
Eso habla muy mal de nosotros como sociedad, como personas, pero sobre todo como consumidores y creadores de contenidos. Porque ahora todos los somos en mayor o en menor escala.
Por lo que más quiera, enchufe el cerebro cada vez que le llegue algo a su celular, cada vez que vea un medio tradicional y cada vez que se pasee por las redes sociales.
Si ve que alguien se está tragando una mentira, escríbale en privado.
No le haga el caldo gordo a los chats porque invariablemente cualquier cosa que usted diga va a herir las susceptibilidades ideológicas de al menos una persona en esa comunidad y aquello va a crecer, a crecer y a crecer hasta explotar en la nada.
¿O qué, acaso usted cree que picándole a su dispositivo está haciendo algo por los damnificados? ¿En verdad supone que haciendo una seña en público y subiendo una foto está salvando vidas?
Si es así, el problema no es la manipulación, la desinformación ni la infodemia. El problema es usted.
Nos urgen unas clases de alfabetización mediática. Así como elige con pudor los alimentos que consume en su día a día, debería elegir con seriedad los medios, los redes y hasta los chats en los que participa.
Si no conoce a alguien, ¿para qué la tiene o lo tiene ahí? ¡Es demencial! No pierda su tiempo. No pierda su energía. ¡Haga algo! ¡Haga algo real!
El sábado pasado tuve el honor de participar en “De 12 a 12”, un festival que unió a la comunidad artística y cultural de México en el Complejo Cultural Los Pinos en apoyo a nuestros hermanos de Guerrero.
Nadie me lo contó. Lo vi. Lo viví. La gente llegaba con sus aportaciones desde muy lejos y al final, gozaba con los “shows” de Regina Orozco, Fratta, Son 14 y muchas personalidades más.
Fue hermoso. Se dijeron cosas importantes. Se cantó, se bailó, se lloró.
¿Y qué se dijo en las redes? Casi nada y entre lo que se dijo, vi comentarios espantosos de cantantes, actrices y actores atacando a quienes participaron ahí como Eugenia León.
Ellas y ellos no participaron, pero bien que atacaron.
¿Se da cuenta? Figuras como Eugenia, por ayudar, obtuvieron odio. Y muchas y muchos le siguieron el juego a esas publicaciones. Las compartieron. Las comentaron.
¿Qué querían? ¿Periodismo de escritorio? ¿Negocios sucios disfrazados de beneficencia? ¡Por favor! ¡No! ¡“Señora influencer”, ven a mí!
Ahora resulta que nuestros soldados, amados u odiados, pero famosos por ayudar al pueblo de México en las peores catástrofes naturales, son los enemigos de esta historia.
No, y espérese. Se pone peor. Son los enemigos porque el presidente los apoya.
O sea, ¿cómo? Si el presidente estuviera en su contra nuestros soldados automáticamente se convertirían en héroes? ¡Y qué diablos tiene que ver esto con Acapulco! ¡De qué estamos hablando!
Por si esto no fuera suficiente, se supone que el crimen organizado se está robando todo, que se está volviendo más rico que nunca y no sé cuántas fantasías más.
¿Sabrán esos “expertos” lo que es el crimen organizado? ¿Entienden la magnitud de lo que están haciendo con sus “posts”? ¿No les da miedo?
No me quiero ni imaginar lo que pasaría si el verdadero crimen organizado reaccionara a esas estupideces que, insisto, no le aportan nada ni a Guerrero ni a nuestra vida.
Puro negocio para instancias y para gente de lo peor. No y ni hablemos de la “rapiña” porque entonces sí no vamos a acabar nunca. Estamos mal, muy mal.
Sólo le digo una cosa: así como ahora hay 14 mil series que están poniendo sobre la mesa las puerqueces mediáticas que se hicieron en los años 90 con historias como las de Paco Stanley y Gloria Trevi, en 20 años alguien estará haciendo las películas, las series y los documentales sobre este vergonzoso momento histórico.
Si a usted le interesa la nota del huracán Otis, infórmese correctamente en varias fuentes de varias ideologías y, al final, enfríe la cabeza y saque sus propias conclusiones.
¿Qué se dice? ¿Quién lo dice? ¿Por qué lo dice? ¿Por qué con ese ángulo y no con otro? ¿Cuáles son los datos duros? ¿Cuáles, las opiniones?
Ya que usted esté informada, ya que usted esté informado, no cometa el error de “postear”. A usted no le pagan por eso. Usted no gana nada. Ni siquiera se luce. Al contrario, la podrían o lo podrían usar de fuente en los documentales del futuro y no precisamente en positivo.
En lugar de eso, váyase corriendo por las cosas que en verdad se necesitan, las que por algo están en las listas oficiales, y luche con todas sus fuerzas por dejarlas en los espacios que la autoridad ha destinado para eso.
No es competencia para ver quién dona más, para ver quién recibe más aplausos ni para demostrar que el gobierno puede o no puede en esta clase de desgracias.
Ni a usted ni a mí nos corresponde eso. Imagínese si nos hubiéramos comportado así con los huracanes Gilberto, Paulina o Wilma. ¡El daño que hubiéramos hecho!
No se confunda. Ayudar es ayudar. Lo demás son perversiones. Déjelas para otros momentos. Ayude.
Dígale no a la manipulación, a la desinformación y a la infodemia. #AcuérdateDeAcapulco.