Política

Telepredicadores

  • Columna de Alberto Isaac Mendoza Torres
  • Telepredicadores
  • Alberto Isaac Mendoza Torres

La evolución en las comunicaciones a distancia permitió que las religiones pudieran evangelizar desde el sofá. Primero a través de la radio, luego por la televisión y ahora no hay Iglesia que no tenga su propia página web y que no esté en al menos una de las decenas de redes sociales, transmitiendo 24/7 todo el mes.

Tener a la mano al pastor ha sido en diversos momentos de gran ayuda para muchas personas. Pienso en la más reciente pandemia y la suspensión de la mayoría de las llamadas “actividades no esenciales”. Con los templos cerrados los oficios religiosos a distancia permitieron a quienes asistena ellos con frecuencia mantener el lazo que simboliza y en mayor o menor medida poder así sortear la angustia.

Ahora bien, todo lo bueno tiene entretejido lo malo. No hay amor sin odio. Y esta posibilidad instauró en los medios de comunicación un producto religioso dedicado a vender la salvación de las almas a meses sin intereses. Tal y como ocurrió en la música con el surgimiento de las llamadas “boys band”, este movimiento engendró el telepredicador. Una suerte de merolico dispuesto a repetir sin cansancio los salmos que su audiencia quiere escuchar para sentirse reconfortada, amén.

Cuando digo que el relativo fácil acceso a las telecomunicaciones impactó a las religiones también estoy considerando a las de la nueva era, entre las que se encuentra sin duda alguna las terapias psi. No importa si son conductistas, gestálticos, humanistas, biologicistas o psicoanalistas, es fácil sucumbir a la tentación de convertirse en el nuevo telepredicador esperando que el algoritmo de las redes sociales haga su magia y cumpla su promesa de que todo creador de contenido tiene derecho a monetizar.

La Iglesia, entendida para este caso como la corriente psicológica, solo es la coartada perfecta para que pululen los pastores que inauguran en torno a su persona capillas ávidas de feligresía, que semana a semana está dispuesta a entregar su diezmo a cambio de recibir la esperanza de una vida sin lágrimas. Pare de sufrir.

No dudo que algunos monaguillos, acólitos, pastores, obispos y cardenales, hayan tenido la prístina idea de contribuir a la difusión de la ciencia, pero en su andar borrascoso quizá hayan descubierto que más que la verdad la congregación lo que quiere es la confirmación de sus ideas desde una voz autorizada y hacerlo así hace que el cepillo se llene más fácil domingo a domingo. Y por eso se hayan instaurado en eso que pomposamente le llaman “experto en el tema”.

Algunos otros, creo que los más, lograron su ordenación sacerdotal con la clara idea de vender a gran escala sus cursos, seminarios, libros, consultas de 45 minutos, y para lograrlo estarán dispuestos a todo.

Desde luego, estoy convencido, que el conocimiento sobre la condición humana no tendría que ser hermético, entendido en el concepto de esta tradición filosófica que deja a unos cuantos iniciados la herencia de un conocimiento esotérico que debe ser transliterado a la masa ignorante, porque también este hermetismo se ha convertido en una moneda de cambio en el capitalismo intelectual. Pero tampoco se puede banalizar o vulgarizar para obtener clics.

La apuesta entonces es intentar transmitir el conocimiento no para que se repita como una pauta, sino para que se dialogue, se discuta y se vuelva a construir, soportando el canto de las sirenas que dicen: vende, vende, vende.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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