Notable el discurso de aceptación al cargo que dio Ernestina Godoy, nueva fiscal general de la República.
Sus palabras están cargadas de una ética radicalmente opuesta a la dominante en esa institución desde siempre.
“La Fiscalía no puede ser fuente de ilegalidad”, postuló Godoy. Y sin embargo lo ha sido en incontables ocasiones.
Sea para resolver por la vía política una procuración de justicia deficiente o cuando se usa la acción penal para combatir adversarios, los operadores de esta dependencia, a todos los niveles, han justificado actuaciones ilegales propias.
Por este motivo las procuradurías de antes y las fiscalías de hoy, tanto las locales como la nacional, han sido causa y no solución de la violencia que vive el país.
Instrumentos corruptos manejados por personas corruptas que se han apropiado del Ministerio Público para emplearlo como si se tratara de una herramienta privada al servicio del poder de las élites.
Prometió Godoy en la tribuna de la Cámara alta que bajo su gestión no se fabricarán culpables y tampoco veremos persecución política. También que habrá cero tolerancia a la tortura y los tratos crueles, porque echará a andar mecanismos rigurosos de control y supervisión sobre el personal a su cargo.
Añadió que se investigaría y sancionaría a cualquier funcionario que incurra en violaciones de derechos humanos.
Si bien pareciera obvio, hasta ahora no lo ha sido: es incompatible imponer la ley violando la ley. En efecto, es incompatible combatir la impunidad con una Fiscalía que es impune cuando viola la Constitución.
Solo por la derecha se pueden obtener sentencias ejemplares. Solo respetando los derechos de todas las partes —víctimas, ofendidos, autoridades, testigos, imputados, sentenciados— es que la justicia puede realmente reconciliar y por tanto, pacificar al país.
Desde ya se escucha el crepitar de los dientes de los practicantes de la ideología autoritaria que por demasiado tiempo nos han sorrajado una procuración de justicia muy arbitraria.
Más allá de las palabras, es a ellos a quienes en los hechos habrá de derrocarse. No solo desterrándolos para siempre de las fiscalías, sino impidiendo que se cuelen de vuelta como tantas veces lo han hecho.
Zoom: para que el discurso de Ernestina Godoy se convierta algún día en realidad, está pendiente una reforma profunda de la cultura del Ministerio Público y un cambio generacional drástico que deje atrás las peores prácticas.
