Hace cosa de un año me comenzó un dolor en la muñeca izquierda. Pensé que algún movimiento brusco, mal ejecutado sería la causa de esa molestia. Recurrí a los medicamentos de venta libre, tanto tomados como untados y funcionaba durante algunos días, luego volvía más intenso. Así que recurrí a una muñequera que encontré a un precio accesible en una aplicación que concentra los productos de muchas tiendas.
Ocurrió lo mismo que con los ungüentos y las cápsulas, por algunos periodos la incomodidad se hacía menor y por otros volvía con un vestido de mayor intensidad, así que opté por visitar al doctor de la farmacia, porque, aunque llevo algunos años pagando un seguro de gastos médicos mayores, esos solo te “salvan” si tu dolor en realidad es muy mayor.
El doctor en cuestión luego de una breve revisión y sin otro tipo de estudios me recetó corticoides para aliviar mi tendinitis, que hasta ese momento ya tenía un nombre científico, y uno común: “síndrome de la madre primeriza”. Por primera vez sentí un alivio más prolongado, pero tenía la advertencia que no podía tomar este medicamento por periodos prolongados, porque si en bajas cantidades tiene consecuencias, en grandes no te digo.
Así que después de las vacaciones de diciembre, la tendinitis regresó sin previo aviso, con sendas maletas bajo los brazos y me trajo recuerdos de la tierra del dolor, los manuscritos enteros de Alphonse Daudet. Volví a las pomadas, a la muñequera y al doctor de la farmacia que me volvió a recetar lo mismo pero ahora añadió una sugerencia de ecografía, una visita al cirujano y una nueva advertencia: “quien se opera de la tenosinovitis de Quervain puede volver a experimentar el mismo dolor al cabo de un año o dos”, es decir que el ciclo comienza como si se tratara de Sísifo.
Una operación previa casi me cuesta la vida, así que me daba (da) más miedo eso que el hecho de tener solo un par de años de tranquilidad antes de que el dolor vuelva a aparecer. Por eso es por lo que decidí recurrir a la fisioterapia con una especialista de mano. La recuperación fue paulatina al grado tal que inclusive me dio de “alta”. Pero al poco tiempo regresó esta dolencia que en sus momentos más álgidos me impedían colocarme la cartera en el bolsillo del pantalón o sostener el tenedor a la hora de comer.
Con toda la honestidad del mundo me dijo que ya no podría ayudarme, más allá de una manera meramente paliativa, así que me recomendó un cirujano y ese mismo día, mientras yo bromeaba sobre mi síndrome de madre primeriza, me dijo que esa dolencia, esa tenosinovitis también se conocía como el síndrome del viernes por la noche. Se le dice así no tanto por el consumo desmedido de alcohol, sino por el hecho de que en la borrachera algunas personas se llegan a quedar dormidas en lugares incómodos y presionando su muñeca con la cabeza. Dije ¡bingo! No quiero ser una madre primeriza -porque ya me aventé 3- y me dará más aire de hombre de mundo si digo que es el síndrome del viernes por la noche.
Con este recorrido a cuestas, que no es tan largo como seguramente muchos experimentan, pero tampoco es corto, llegué con el cirujano que accedió casi de mala gana a darme cita antes del mes de rigurosa espera. Lo primero que me preguntó, bueno puede que no haya sido eso lo primero, pero si en un sentido inicial, es qué sabía yo de esa enfermedad, qué había leído en internet y que me habían dicho familiares y amigos. De nuevo ¡bingo!
Claro, cuando los pacientes llegan con nosotros, los que nos dedicamos a las terapias psi, tienen esta carretera con sus respectivas casetas de peaje en su bitácora de viaje de la enfermedad. Han ido con médicos de farmacia, con especialistas, les han preguntado a familiares y amigos cómo le hacen ellos, y claro, le han preguntado a Gemini qué deben hacer para superar sus dolencias del alma.
Y ahora, sobre todo se impone la llamada Inteligencia Artificial, antes era San Google quien nos orientaba, pero no se atrevía más que a presentarnos un listado casi inagotable de páginas con información sobre la pregunta que nos aquejaba y entonces teníamos la misión de abrir uno y otro vínculo para tratar de darnos una eventual respuesta. Pero ahora no, cualquier chat “resume” lo que hay en la red y dice como autoridad incuestionable lo que debemos hacer y pensar.
Con ese saco a cuestas llega el paciente y a él y a su saco le pedimos que se siente en el sofá y que nos diga lo que le pasa, con toda la libertad del mundo sin temor a ser juzgado o criticado.
Por cierto, al asumir como mío el síndrome del viernes por la noche, vigilé mis hábitos de dormir diarios y descubrí que yo no solo los fines de semana sino todos los días (y lamentablemente sin alcohol) dormía sobre mi muñeca y eso estaba causando mi dolor. Así que el sufrimiento de la muñeca desapareció y ya no fue necesario vérmela con el bisturí ni con guardianes del infierno llamados agentes de seguros.