¡El espejo!
Ganar en la lotería mexicana requiere buena suerte. La buena suerte es cuando las alas del mundo te rozan con su ternura. La ternura es una anomalía civilizatoria, un gesto que desafía al cinismo. El cinismo es la grieta donde se esconde un corazón que alguna vez brilló demasiado. Demasiado es cuando el deseo exige más de lo que la vida puede sostener. Sostener es desafiar al abismo y fingir que no nos tirita el alma.
El alma es un pájaro que canta en la noche y nos despierta para oírlo. Oír es dejar que el mundo nos invada por nuestro sentido más vulnerable. La vulnerabilidad es el país secreto donde lo íntimo se desnuda sin bajar la mirada. La mirada es la interpretación más profunda de la vida. La vida es un ensayo interminable que nadie alcanza a corregir. Corregir es aceptar lo que la realidad nos tiene que decir.
Decir verdades puede ser peligroso. Peligro seguro es dejar de cuestionar. Cuestionar es el estilo más audaz de existir. Existir es ofrecerle a la vida aquello que no podemos defender de su voluntad. Voluntad es negarse a ceder, sobre todo frente a uno mismo. Uno mismo es la forma única en que cada uno decidimos transformarnos. Transformación es dejarnos seducir por una verdad que todavía no nos atrevemos a desear. Desear es remontarnos al origen de un impulso que nos trasciende.
Trascender es un instante en que la “o” de Yo se desprende y forma la palabra nosotros. Nosotros somos la criatura que se eleva y se destruye al mismo tiempo. El tiempo es la extraña lógica que nos reúne y nos separa. La separación de quienes amamos es el costo de tener la oportunidad de amarles. Amar es tocar lo eterno a través de alguien que pasa. Pasan los siglos, se derrumban las ciudades, se disuelven los reinados, yo escribo. Escribo porque, por un momento, una “o” del Todo cae hacia mí y forma la palabra Yo.
Yo es la unidad de sentido. Al sentido hay que sentirlo con los cinco sentidos: yo lo he sentido tanto que siento que el sentido siente más conmigo; no lo digo en sentido figurado, sino que desfiguro el sentido con sentido del humor: estoy en contra del sentido que no siente, pues el sentido de la vida es sentirla. Te siento, luego existo.
Perder en la lotería mexicana es mala suerte. La mala suerte es cuando las alas del mundo te destrozan con su rabia. La rabia del ser humano es domesticada a través de la civilización, lo que incentiva el cinismo. El cinismo es la cortesía de ver la realidad tal cual es, de manera desapegada. El desapego se alcanza cuando nos atrevemos a soltar. Soltar es aceptar el abismo y confiar en el alma.
El alma es una piedra que se hunde en el centro del ser de manera silenciosa. El silencio nos protege de la orquesta desafinada del mundo. El mundo tiene monumentos que se alzan con orgullo. El orgullo es la coherencia entre lo que somos y lo que hicimos. Lo que hicimos es nuestra forma de corregir la realidad, para no pasar por ella y permanecer callados.
Callar verdades puede ser peligroso. El peligro de aceptar lo inaceptable. Es inaceptable vivir sin pensar, sin sentir y sin atreverse. Atreverse es convertirse en el otro que seremos. El ser es lo único que tenemos y lo que menos conocemos. Conocer es dejar que la realidad nos invada, incluso si tiene que escabullirse por donde nos duele. El dolor es la sombra del deseo. El deseo es cuando el mañana empieza a recordarnos.
Recordar significa “volver a pasar por el corazón”. El corazón humano es el teatro en que colisionan lo sublime y lo insoportable. Lo insoportable es aceptar que la lucidez no puede salvar a quienes amamos. Amar es fijar lo efímero en el mapa secreto del universo. El universo es una presencia colosal que baila en la línea de mis labios cuando lo convierto en una palabra. Las palabras son el latido que mantiene vivo lo que sentimos. Sentir es la orilla en donde el sentido vislumbra misterio que no podrá traspasar.