Cultura

Presencia

La abuela quería vender la casa: –Pero no se puede–, dijo, y luego de una pausa remató: –Ahí espantan.

Todo comenzó hace años, cuando se le murió el marido. Estaba viejo y cansado y además padecía del corazón. Un día amaneció bien tieso encima del sillón. Lo hallaron con la boca abierta y con un extraño y viejo libro de magia entre las manos. Entonces la viuda decidió dejar la casa, por aquello de los recuerdos y la melancolía que sabía la iban a envolver. Su hija mayor la reubicó en un cómodo departamentito cerca del centro de la ciudad y esto le convino, pues vivía muy cerca de su mejor amiga.

Pusieron en venta la casa. Anuncios, posteos en periódicos y así. Muchos hicieron cita y fueron a ver la casa. Pero algo ocurrió: todos los compradores potenciales notaron que había una Presencia. Un fantasma, espectro, aparición, entelequia, llámele como quiera. La cosa es que sin importar la hora o el día, la Presencia lograba dejar en claro que ahí estaba. Los primeros meses solo se limitaba a dejarse sentir, y la gente la captaba, pero luego comenzó a proyectar extrañas luminiscencias que generaban inquietantes juegos de luz y sombra. Y después encontró la manera de mover objetos y hacer ruiditos. Travesuras, pues. Ahí fue cuando la casa se hizo famosa. Y esto para mala suerte de la viuda, que lo único que quería era vender la desdichada propiedad, pero con las astucias del espectro aquello se miraba cada vez más improbable.

Al nieto de la señora lo conocí en una carne asada. Ya entrada la plática me dijo que tenía a su cargo intentar vender la casa. –Pero está cabrón–, dijo descorazonado. –Cada vez que llevo a un cliente el fantasma hace una travesura y lo asusta. Llevo rato así. Y el hecho de que ahora todo mundo sepa del fenómeno hace las cosas todavía más difíciles. Todo se complicó aún más cuando comenzaron a llegar cazafantasmas, médiums y toda esa clase de chiflados; también se presentaron miembros de dos congregaciones cristianas, un chamán prehispánico y un santero. Colocaron veladoras y fetiches alrededor de la casa, entonaban cánticos, plegarias y encantamientos; encendieron inciensos y sahumerios, pero luego de unos días terminaron golpeándose entre ellos, pues ninguno toleró las creencias del otro. Al final se fueron, pero dejaron una cantidad de basura, además de apestar la casa con aromas particularmente extraños. Pero, ¿sabes qué tuvo de bueno todo esto? Que la Presencia no se manifestó por un tiempo. Yo creo que no toleró el asqueroso buqué del sahumerio, pues durante un poco más de dos semanas no pudimos sentirlo ni verlo. Fue un alivio. Entonces me animé a llevar a un cliente pero, a la mitad del recorrido por la casa, ¿qué crees? Pues que la Presencia se hizo otra vez presente y nos pegó tremendo susto. El cliente salió corriendo, mi asistente pegaba de gritos y en cosa de horas el incidente ya estaba en redes sociales. Es como te digo, no hay manera.

La abuela murió un tiempo después. El nieto concluyó que lo mejor en este caso era dejar pasar el tiempo. “Quizá el espectro se canse y, al ver que ya nadie visita la casa, se aburra y se vaya a asustar gente a otra parte”. Así, aquella mansión encantada cayó en el olvido y como no se le visitaba ya, se transformó en una ruina. Y sí: pasaron tantos años que un buen día, el nieto se armó de valor y fue a investigar. Y tal fue su felicidad al notar que no había ya señal del fantasma. ¡Se había ido!

Habló con un corredor de bienes raíces y se concretó la venta. Luego de demoler la vieja casa levantaron una pequeña plaza comercial, muy cómoda y moderna.

De la mansión embrujada nadie se acuerda. Solo quedan los artículos de periódico y un rastro suspirante de la leyenda que una vez fue. Lo cierto es que los guardias de seguridad de la plaza afirman que por las noches se ven extraños reflejos, seguidos de ruidos inquietantes y fenómenos inexplicables. Pero nada que los asuste realmente.

Por Adrián Herrera


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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