Santiago Esteinou (Ciudad de México, 1982) ha documentado a lo largo de más de una década violaciones a los derechos humanos de mexicanos en Estados Unidos, mucho antes de la llegada de Donald Trump a su presidencia en 2018, con Los años de Fierro (2013), La mujer de estrellas y montañas (2023) y su última entrega y conclusión de la primera película, La libertad de Fierro (2024).
“Las historias de César Fierro y de Rita Patiño son casos de criminalización de migrantes en Estados Unidos, que demuestran que todo esto no empezó con Donald Trump, que Trump no inventó la criminalización de mexicanos de un día para otro”, sostiene en entrevista Esteinou, sobre los dos protagonistas de sus documentales: uno, preso 40 años y condenado a muerte en Texas por un crimen que no cometió; y otra, rarámuri encerrada en un psiquiátrico en Kansas por no hablar inglés o español.
“La criminalización de migrantes mexicanos en Estados Unidos lleva mucho tiempo funcionando. Y por eso es muy relevante el caso de César Fierro”, agrega el cineasta sobre esta historia que, una década después del primer filme, ahora se centra en la liberación y reintegración social del juarense.
El documentalista, egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), estrenó el 10 de octubre La libertad de Fierro en salas comerciales del país y la Cineteca Nacional, además de que, ahora como productor, presentó en el Festival Internacional de Cine de Morelia Hasta un momento más tarde (2025), de Pablo Tamez Sierra, sobre un pianista estadunidense y su ahijado músico rarámuri.
Esteinou estudiaba una maestría en Estados Unidos en momentos en que la Corte Suprema de ese país había fallado en el caso Medellín vs. Texas y daba luz verde a ese estado para la ejecución del tamaulipeco José Ernesto Medellín Rojas, sentenciado a la pena de muerte por el secuestro, violación y asesinato de las adolescentes Jennifer Ertman y Elizabeth Peña en junio de 1993, a pesar de una resolución previa de la Corte Internacional de Justicia en 2004 en el caso Avena, en que se determinaba que la justicia estadunidense había violado la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares en el caso de 52 mexicanos sentenciados a la pena de muerte, en que se basaba también la defensa de Medellín Rojas.
El reclamo del gobierno mexicano era que, si los sentenciados hubieran tenido asistencia consular, probablemente no habrían enfrentado la pena de muerte. Texas llevó el caso de Ernesto Medellín Rojas a la Corte Suprema, que dio la razón a ese estado para no obedecer el fallo de la Corte de Justicia Internacional. Eso estaba en las noticias cuando Esteinou hacía su maestría y entonces le pareció interesante, en términos jurídicos, de defensa de derechos humanos no solo de los mexicanos en Estados Unidos.
Planeó un documental sobre el caso Avena para presentarlo como proyecto de tesis en su universidad, pero comprendió que era demasiado ambicioso y que él no tenía los recursos para realizarlo. Así que decidió concentrarse en una sola historia, leyó los resúmenes de los 52 casos, entre ellos el de César Fierro, a quien buscó para una entrevista. Y así se inició una colaboración y amistad de 15 años.
Esteinou realizó en 2013 Los años de Fierro con su protagonista todavía en una prisión, en aislamiento desde 30 años atrás y en espera de su ejecución. Y esa ópera prima le dio la experiencia para “ya no ir tan a ciegas” en sus dos filmes posteriores: La mujer de estrellas y montañas y La libertad de Fierro.
“Los años de Fierro no ha envejecido como película. Hicimos la remasterización para un nuevo estreno y, viéndola 10 años después, no ha envejecido, a pesar de que sí hay cosas que no habría hecho”, dice.
¿Cómo maduró su experiencia con Fierro y con el documental entre el primer filme y ahora?
En lo económico, las estrategias de financiamiento fueron las mismas. Ambas películas contaron con recursos del Estado, la primera a través de Foprocine y la segunda con una combinación de Foprocine con Eficine. Afortunadamente en México tenemos estos recursos que el Estado destina para la producción y funcionan muy bien, con problemas, pero funcionan. En lo técnico, Los años de Fierro fue un documental que requirió mucha investigación, reconstruir una historia, localizar a las personas involucradas, mucho trabajo de campo, tocar muchas puertas de desconocidos a ver si te abrían, si querían hablar contigo. Y La libertad de Fierro, aunque pensé que iba a tener también algo de eso, no esperábamos que se iba a atravesar la pandemia y que César iba a terminar viviendo en Ciudad de México, tan cercano a mí. Más que investigación, entonces fue acompañamiento.
En la primera se involucró mucho con las leyes en EEUU y México. ¿Cómo fue esa parte legal?
Fue muy enriquecedora e interesante, al grado de que después me metí a estudiar una maestría en derechos humanos en la Flacso (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales). La historia de César Fierro y haber realizado las dos películas me cambió la vida. Y la defensa de los derechos humanos es un tema que me interesa muchísimo, conocer cómo se defienden desde el ámbito del derecho.
¿Por qué a la gente debería interesarle la historia de un migrante que pasó 40 años de su vida en una prisión texana, sentenciado a muerte, acusado de un crimen que en realidad no cometió?
Porque es un caso realmente ejemplar de resiliencia y de fortaleza de un hombre que sobrevivió a las formas más crueles que la cabeza más cruel puede imaginarse. ¿Qué más cruel que someter a una persona a confinamiento solitario por tanto tiempo, privarle de la posibilidad de hablar con otro ser humano, de relacionarse, de tocar a otra persona? Somos seres sociales y requerimos de otros seres humanos para mantener nuestra salud mental. Y cuando se decide privarle a una persona de todo eso, me parece que es cruel y, además, ilegal, está prohibido por el derecho internacional. César sobrevivió a todo eso. Y me parece que, de entrada, reconocer esa fortaleza, esa resiliencia, es importantísimo.
¿Cómo fue para usted llevar al cine a un preso, primero, y a quien recupera la libertad, con un contexto social en crisis por la violencia como el mexicano?
En la segunda película no me interesaba entrar o hablar sobre inocencia o sobre no inocencia. Lo que creo muy importante es reflexionar si un sistema punitivista como el de Estados Unidos, que decide condenar a las personas a muerte, tiene algún sentido. Y a pesar de que en México no tenemos la pena de muerte, hay muchísimas carencias en términos de reinserción, tenemos mucha discriminación hacia las personas que han estado privadas de la libertad. Y es importante poner el ojo ahí porque en buena parte una sociedad también se mide por cómo son sus prisiones, cómo son sus instituciones. Y hay mucho trabajo que hacer en el ámbito de las prisiones en México.
César Fierro pasó de ser observado en la primera película por una cámara en la prisión a ser observado por su cámara y por usted en la segunda parte. ¿Cómo fue para él esta experiencia?
Digamos que no fue una presencia permanente en el sentido de que no se filman 24 horas al día 365 días del año. No. Él estaba dispuesto a participar en la película, interesado en que la historia de su vida se contara, y nosotros tratamos de hacerlo respetando cómo él se iba sintiendo, cuando él no quería que estuviéramos grabando por supuesto que respetábamos eso. César y yo pasamos mucho tiempo juntos sin la cámara, hay un buen balance entre cuando utilizábamos la cámara y cuando no la utilizábamos. Decidíamos cuándo grabar por mera intuición, no había una regla.
¿Cuánto tiempo estuvo grabando a César para La libertad de Fierro?
Empezamos en mayo de 2020 y las últimas grabaciones fueron en 2023.
¿Logró Fierro incorporarse a su mundo de hace 40 años? ¿Logró la reinserción?
Es un proceso cotidiano y largo y de todos los días. Además, al inicio no tenía muchas cosas a favor porque estaba todo cerrado por la pandemia, entonces es difícil empezar a volver a armarte de esos grupos, de volver a pertenecer a un grupo. Un momento clave fue su paso por la Universidad del Claustro de Sor Juana, que lo recibió de manera muy humana, con los brazos abiertos. Y, como él dice en la película, sintió por primera vez en su vida que pertenecía a un equipo. En la lucha de todos los días, César ha ido reconstruyendo su vida no sólo en ese, sino en todos los sentidos.
Hay programas gubernamentales para migrantes repatriados. ¿Los hubo en el caso de Fierro?
En los primeros años no hubo prácticamente ningún apoyo del Estado. César salió de prisión a los 63 años y no hubo absolutamente nada, salvo un apoyo de la Secretaría de Relaciones Exteriores que nos facilitó los medios para que César llegara a Ciudad de México. No hubo ningún apoyo del Estado, de ningún tipo durante los primeros años. Cuando César cumplió 65 años comenzó a recibir la Pensión del Bienestar, ese ha sido el único apoyo que ha recibido del Estado hasta que ahora la Comisión Nacional de los Derechos Humanos resolvió una recomendación por violaciones graves a los derechos humanos en su caso, y César ha firmado ya con la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas lo que se llama un plan de ayuda de emergencia, que le va a apoyar durante ocho meses con recursos para que pueda tener una vivienda, alimentación y sus medicamentos. Son recursos muy limitados por un periodo exclusivamente de ocho meses; cuando esos ocho meses se terminen volveremos a quedarnos solamente con la Pensión del Bienestar que esperemos siga estando operante.
César Fierro y Rita Patiño estuvieron detenidos en EEUU por diferentes razones. Él en prisión; ella, en un psiquiátrico. ¿Qué más une a ambos, aparte de que usted retomó sus historias?
Algo muy interesante para nosotros fue hacer La libertad de Fierro después de La mujer de estrellas y montañas, porque el caso de Rita es ejemplar sobre cómo, a pesar de las buenas intenciones, de que había recursos económicos, de que había interés político para que Rita regresara a México y tuviera la mejor vida posible, su retorno fue fallido prácticamente en todos los sentidos, si no es porque su sobrina Juanita hizo un gran papel encargándose de Rita. Todo el equipo de producción dijimos: ‘Como nuestra primera película de algún modo contribuyó a que el caso César evolucionara favorablemente y que obtuviera su libertad, vamos a intentar también que no se repita la historia de Rita y tratar de que el retorno de César a México sea en las mejores condiciones de dignidad posibles’. Si lo logramos o no, eso le toca decidirlo a César. Para nosotros fue mucho aprendizaje, saber que no con la libertad se resuelve todo, sino que con recuperar la libertad empieza otra serie enorme de problemas, que tienen que ver con dónde vas a vivir, qué vas a comer, qué actividades vas a realizar, cómo vas a reconstruir tu vida después de eso. Era muy importante hablar también de eso en el filme.
El drama de César Fierro empezó hace 40 años en Estados Unidos. Hoy vemos una política de Trump totalmente represiva hacia la migración. ¿Cómo valoras su historia y las películas en ese contexto?
Es un caso totalmente relevante en este momento para los Estados Unidos, por muchísimas razones. Porque presenta un caso de criminalización hacia una persona migrante, cosa que en este momento sucede más que nunca. El estado de Texas, a pesar de haber recibido una orden de la Corte Internacional de Justicia de repetir el juicio de César, se ha negado sistemáticamente a hacerlo. ¿Cómo puedes llamar a eso? Pues indiferencia por el derecho internacional. El reciente discurso de Donald Trump ante la ONU demuestra que esa indiferencia existe. Un caso de racismo en el sistema de justicia, estamos viendo todos los días que existe una lógica punitivista y un uso de las prisiones que lo último que buscan es la reinserción de las personas: Alligator, Alcatraz, el Cecot. Y, por último, los casos de Fierro y de Rita también hablan de que todo esto no empezó con Donald Trump, ni Trump lo inventó de un día para otro, no es algo que haya inventado Trump, llevaba mucho tiempo funcionando.
AQ / MCB