Cultura

Quise retratar cómo se siente la violencia por dentro: Janett Juárez, directora de ‘Un mundo mejor’

Entrevista

La ópera prima de Janett Juárez surge de la herida emocional que deja la violencia en México. En entrevista con Laberinto, la cineasta habla sobre explorar el miedo y transformarlo en arte con un mensaje de empatía y de resiliencia.

La directora de teatro, productora y cineasta regiomontana Janett Juárez empezó su ópera prima, Un mundo mejor (2024), en 2012 por su necesidad de contar qué estaba sucediendo entonces en México, que llevaba seis años agobiado por la violencia desatada con la llamada guerra contra el narcotráfico que lanzó desde 2006 Felipe Calderón. La sensación que ella sentía se resume en una palabra: miedo.

“Sobre todo en Monterrey había una especie de toque de queda implícito, esa sensación de miedo, de ‘no puedo salir’ o de ‘en cualquier momento algo me puede pasar a mí. Y desafortunadamente todavía la violencia y el crimen organizado siguen siendo una realidad para México”, explica Juárez a Laberinto.

“Para mí era muy importante no retratar la violencia en sí, cómo se ve la violencia, sino cómo se siente, cómo la vivimos en el interior, cómo afecta nuestra salud mental. Y, con Un mundo mejor, justamente quería proponer una manera de sanarnos, sin ser condescendientes, sin dar respuestas fáciles, sino más bien dónde conectamos con nosotros mismos, con nuestro niño interior, con nuestros vecinos”, añade.

La también ganadora del Premio Dramaturgia en Corto 2020 de la UANL por Aurora en el cielo contó desde el principio con la complicidad de Raúl Briones como protagonista y productor, con la poderosa fortuna de que el estreno de Un mundo mejor el pasado 9 de octubre coincidió con que la estrella ganó su cuarto Ariel como Mejor actor días atrás por su papel en el filme de Alonso Ruizpalacios La cocina.

Su película abre con Víctor (Briones) en el momento en que es secuestrado en el estacionamiento de un centro comercial. Meses después, el diseñador de videojuegos se ha mudado a Estados Unidos, pero padece agorafobia como consecuencia del ataque y su vida transcurre en el aislamiento total en su casa, hasta que Santiago (Mateo Díaz Garza), un niño vecino irrumpe en su jardín y en su monotonía.

“Es a través de las conexiones con nosotros y nuestros vecinos que vamos encontrando un poco de paz, de sanación, de sentido. Son tal vez pequeños cambios pero pueden hacer la diferencia”, añade Juárez.

Convirtió primero su historia en una obra de teatro que le permitió “tallerear” el texto, encontrar más capas a sus personajes, hallarle más sentido a aspectos de la historia, darle una tridimensionalidad, dice.

En 2020 vino la pandemia por covid-19, que le cambió la perspectiva del drama y le dio una capa más al filme, en cuanto al aislamiento y al miedo a la desconexión. Su productor, David de la Garza Villarreal, que había visto la versión previa en teatro, le dijo: “Es momento de sacar Un mundo mejor”.

¿Qué tiene de autobiográfica Un mundo mejor?

Pues mucho. Mucho tiene que ver con mis propios miedos y sensaciones. Por ejemplo, para mí, la salud mental es algo muy importante, y quería retratar esto en el personaje principal, tener un poquito de empatía con Víctor. Muchos amigos míos se vieron obligados a salir del país a causa de la violencia, personas que conozco. También hay mucho de mí, de este personaje que se aísla por miedo, que está luchando contra sí mismo y contra su propia mente y su propio miedo y su propio trauma. Sí hay un poco de ahí. Y también lo construí con bases psicológicas. empieza la idea de: “Así me siento, a mí me ha pasado esto”. Pero viene la búsqueda del por qué. Vas investigando, hablando con psicólogos, con gente que lo ha experimentado, por qué suceden las cosas y vas construyendo a los personajes.

Responde eso a Víctor. ¿Qué hay con el resto de los personajes?

El niño Santiago también tiene mucho de mí, de esta niña curiosa que habla y que cuenta, que quiere conectar con otros y que es como este lado niño que todos tenemos. Justo una de las fuentes de inspiración principal de Un mundo mejor es el libro El Principito. Yo soy muy fan de El Principito y siempre he pensado que es un libro que todo el mundo deberíamos leer, porque justo hace alusión a esta conexión con el niño interior y con esta inocencia que vamos perdiendo conforme crecemos.

“Uno de mis momentos favoritos El Principito es la primera aparición del personaje, cuando le pide que le dibuje un cordero, porque le han dibujado muchos pero a ninguno le gusta porque son básicos. Para mí, ese juego representa la imaginación, ese ver más allá, no quedarnos con lo simple, con lo superficial. Eso me ayudó mucho a crear el personaje de Santiago y contrastarlo con Víctor. Los personajes surgen un poco de mí, un poco de la gente que me rodea y un poco de historias que leo”.

No retrata la violencia, sino sus consecuencias. ¿Por qué el aislamiento y no la confrontación?

Víctor es una persona cuyo trauma es como este miedo, esta sensación de yo no tengo control, porque lo que hace él es huir e irse construyendo esta jaula de oro donde tiene el control. De hecho, muchas personas me preguntaban por qué Víctor está encerrado en su casa, no sale y se viste y se baña todos los días. Y dije: porque esa es una forma de sentir que tiene control, que él puede controlar lo que hace, lo que dice, donde nadie le va a mover. Y desarrolla esta agorafobia, que la desarrolla, no es que nazca con esta neurodivergencia, él empieza a desarrollarla a raíz del trauma, porque se siente vulnerable y le da mucho miedo volver a caer en una circunstancia donde otros puedan hacerle daño. Es también la metáfora de ese miedo que muchas veces tienen los adultos de ser vulnerables, de que nos lastimen, que nos hagan daño, quizás no de manera física o por un conflicto externo, sino por un conflicto interno de me voy a proteger, a encerrarme en mí mismo, que es otra capa más de la película.

Después de más de 12 años, de llevar la historia al teatro y después adaptarla a película ¿qué encontró al montarla en un escenario frente a un público directamente y luego pasarla al cine?

Entender más a los personajes y a darles una historia. Y luego para mí traducir eso ya a imágenes y lograr esa misma sensación que tienes siempre con el teatro en vivo, lograrla en pantalla, es el reto. Y me encantan las posibilidades. Una escena de mis favoritas y más importantes es de la lluvia, donde Víctor sale por primera vez y le cae la lluvia. La tenía en mi mente desde que la concebí, como una escena de liberación, de cambio, como un paso. En teatro la teníamos marcada muy bello y era medio coreográfica; y en el filme tuvimos esa sensación lluvia que se siente real, el agua que cae en mi cara. Y la imagen visual —que es la del póster— perduró en el teatro y en el cine, pero cada medio le da su capa; luego viene cómo la recibe la audiencia, cómo se percibe la sensación, que es lo que vale la pena.

¿Qué le aportó el teatro entonces?

Por ejemplo, originalmente, el personaje de la mamá (Sonia Franco) no lo tenía; se llamaba sólo así: Mamá de Santiago, ni siquiera tenía nombre. Y luego, cuando la hice en teatro, nos dimos cuenta que a la mamá le faltaba un poco más de peso, de consistencia. Y desarrollamos una escena donde ella habla con el niño y con Víctor y donde vemos cómo también está experimentando sus propios dolor y miedos y cómo está en esta depresión profunda viviendo un duelo. Eso lo pude ver a través del teatro, cómo este personaje lo experimentaba. La cuestión fue traducirlo al cine en escenas claves que nos dieran más idea de quién era Santiago y cuál era su configuración familiar y cómo estaba su mamá. Amo el teatro, soy hija del teatro y me encanta la posibilidad de después jugar con los medios, porque cine y teatro son medios muy, muy distintos, cada uno tiene su magia, y mezclar la magia de ambos a mí siempre se me ha hecho muy interesante para contar historias.

Mateo Díaz Garza y Sergio Briones en Un mundo mejor
Mateo Díaz Garza y Raúl Briones en ‘Un mundo mejor’. (Cortesía)

Eligió como protagonista a Raúl Briones. Y ahora él gana su cuarto Ariel. ¿Qué espera para su película cuyo estreno coincide con que su actor haya ganado ese reconocimiento?

Para mí esto fue la cereza del pastel. Cuando escribí la historia hace más de 12 años ni siquiera conocía a Raúl Briones. Y cuando se contempló la posibilidad de llevarla al cine y hablamos con nuestra directora de casting, Mónica Jasso, que también trabaja en Monterrey con varios actores, ella nos hablaba de la posibilidad de tener un actor con carrera que estuviera muy comprometido con el cine totalmente independiente, cine de fuera de Ciudad de México, que es muy difícil hacer. Y me dijo: Existe la posibilidad de Raúl Briones. ¿Se puede? ¿Podemos intentarlo? Y me dijo: Mandémosle el guion, que lo lea. Él acababa de ganar su primer Ariel y jamás me imaginé que él nos iba a aceptar.

Raúl leyó el guion y nos dijo qué pensaba del guion y del personaje. Y vi que entendía al personaje, él sabía quién es, conectó a nivel personal con el personaje y eso fue la cereza del pastel. Después vinieron tres Arieles más en su carrera con directores y proyectos tan importantes. Y para mí fue como ¡guau! A mí me encanta, creo que antes de ser artistas somos personas. Y a mí me gusta trabajar con buenas personas. Raúl no sólo es un gran actor, muy profesional, también es una gran persona, comprometida con las causas en que cree, con el cine independiente y también, al final, con nosotros.

Hay muchas películas sobre relaciones entre adultos y niños, de entrada Cinema Paradiso o The Kid. ¿Cómo se inspiró en términos de antecedentes cinematográficos para Un mundo mejor?

Mucho tiene que ver con fuentes de inspiración de literatura, como te decía, El Principito. Y justo la película que mencionas de Bruce Willis, Mi encuentro conmigo (The Kid), hace referencia a El Principito con esta avioneta roja y que juegan mucho con el color. Y es este hombre egoísta que vive su vida y que tiene este viaje emocional que yo quería hacer como lo vive el niño. Y hay una película mexicana de Claudia Sainte-Luce, Los insólitos peces gato, cuya vibra quería para mi película, esta vibra de este viaje de ellos, que no tiene nada que ver la historia, pero sí con esta sensación, este estilo independiente de contar historias y es una familia. Construyo mis historias con base en mis propias relaciones con las infancias, además. Tengo mis sobrinitos, cuando escribí el guion todavía no los tenía y conforme pasaron los años se volvieron piezas claves en mi vida de cómo entender la vida y cómo ver la vida a través de los ojos de un niño. Eso me ayudó a construir esta magia y traducirla a pantalla.

El año pasado se estrenó otra ópera prima mexicana sobre agorafobia, Corina, también concebida antes de la pandemia por covid-19 y estrenada después. ¿Siente que hay algo de profético en su filme en el tema del confinamiento?

Cuando pasa eso a veces con los escritores es común que digan cosas en el pasado y que se repitan. Yo escribí un artículo justo después de la pandemia, en el que hablo que muchas cosas que le han pasado a la humanidad, muchas sensaciones que se repiten, porque son sentimientos y sensaciones humanas. Ya hemos estado ahí antes. Cuando salió Corina me enteré de ella porque salió un artículo en un blog de cine donde la comparaban con Un mundo mejor respecto a la salud mental y ese problema en los personajes, cómo cada uno experimenta sus diferentes problemas. Corina hereda esta agorafobia también a causa de un trauma, pero viene de cómo fue educada y de su madre; en el caso de Víctor, es a raíz de un trauma, el secuestro. Pero las sensaciones de aislamiento, de soledad, pues son humanas.

Viene de ahí que me siento orgullosa de la posibilidad de poner sobre la mesa ciertos temas, de la posibilidad de generar un poco de empatía y de que la gente nos demos cuenta de si alguien se puede identificar y decir: Yo sé cómo se siente este personaje. Para mí eso es como un: Ahí estamos, hay empatía, no estamos solos y vamos a tratar de entendernos y de conectar. Para mí el arte es otra manera de conectar, otra manera de aprender, de evolucionar. Por eso creo que coinciden muchas cosas: el estudio del pasado, la observación del presente y pues el entendimiento de lo que puede pasarnos.

¿Por qué si Víctor fue víctima de la violencia, que detonó esta agorafobia, se dedica a los videojuegos que son casi ya por antonomasia violentos?

Víctor dice una frase en la misma película: Mejor matar monstruos en los videojuegos que personas en la vida real. Eso yo lo investigué también, por eso Santiago comenta que la gente cree que los videojuegos te hacen más violentos, pero, en realidad, se ha comprobado que te ayudan a resolver o entender problemas. La gente culpa al cine de muchas cosas también, e igual se ha culpado a la literatura de alimentar la violencia; ahora son los videojuegos. Cuando en realidad el cambio que la sociedad necesita está en la educación, se necesita más conciencia. Si viéramos las cosas con menos miedo y con más conciencia y aprendizaje encontraríamos ese equilibrio. Víctor encuentra en los videojuegos una manera de conectar con el niño, de desahogarse, de tener otra vez una forma de control. Es una catarsis. Y hay muchos tipos de videojuegos no violentos que te ayudan a desarrollar habilidades y resolver problemas. Víctor y Santiago están viviendo esta catarsis sin hacerle daño a nadie, están enfocados a entender sus propios monstruos. Yo no soy muy gamer ni juego mucho, pero escribo para cine pensando que muchas veces es más fácil culpar a factores externos, responsabilizarlos de lo que nos pasa, en lugar de hacer conciencia y entender cuál es la necesidad de que existan.

¿Y para usted cómo sería un mundo mejor?

Un mundo más empático. Y siento la responsabilidad de construir ese mundo mejor y abrirle la puerta. Un mundo mejor es una película con un mensaje de empatía, de resiliencia.

AQ

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José Juan de Ávila
  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.
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