Cultura

La incertidumbre en dos ejes

Bichos y parientes

Desde perspectivas distintas, dos autores desafían las ideologías absolutas y defienden una ética del pensamiento crítico frente al populismo, la certeza dogmática y la simplificación del poder y la ciudadanía.

Hay autores antipáticos que me despiertan una intensa simpatía. Uno es Nassim Nicholas Taleb. Sus libros son muy inteligentes, y son desafiantes por esa como balística que los semeja a torpedos que pegan en el nivel de flotación de la nave de las Ideas Recibidas y hunden las confianzas ciegas.

En Jugarse la piel (Paidós, 2019), doy con un momento afortunado, cuando se refiere al “carácter ridículo del universalismo político libre de escalas: A nivel federal, soy liberal; a escala estatal, republicano; a escala local, demócrata; y con mi familia y mis amigos, socialista”.

Recuerdo de paso a otro autor, por el que tengo una más larga simpatía. Leszek Kolakowski, y un ensayito brevísimo: "Como ser un socialista-conservador-liberal" (Publicado en 1978, en Encounter y traducido en Vuelta) donde recoge y articula los objetivos deseables de cada posición ideológica: “Tengo para mí que estas ideas reguladoras no se contradicen y que, por lo tanto, es posible ser un conservador- liberal-socialista”.

De primera intención pareciera que dicen cosas muy semejantes. Y sí, pero en distinta perspectiva: Kolakowski propone una lectura en el eje horizontal de las ideologías, como valores coexistentes; Taleb, en una línea vertical de escalas.

Los integrismos son esas mentalidades que buscan mantener, a cualquier costo, una tradición, ideología o doctrina y se oponen a cualquier cambio del sistema que defienden: sólo hay congruencia en ellos; sólo en ellos reside la autenticidad. Los enhebra casi siempre una intransigencia religiosa, pero tienen también sus versiones políticas y, entre ellas, las más vulgares suelen ser los populismos. Al menos, Savonarola hacía arder lo que no actuara según su santa indicación; en los populismos, las consignas se sostienen de modo independiente de los hechos. El corrupto Trump acusa a todos de corruptos; los morenistas llegaron con la denuncia de la corrupción y la mentira, pero nunca habíamos visto tanta corrupción ni ese integrismo oratorio que no conoce la vergüenza de mentir.

Los liberales nos negábamos a ver un fenómeno que, todavía en el siglo XVIII, le resultaba patente a los intelectuales: no son lo mismo la ciudadanía y el pueblo. Para el ciudadano, el poder es una desgracia de la que no se sabe prescindir (como las enfermedades: son indeseables, pero no hemos logrado deshacernos de ellas). Para el pueblo, el poder es un hecho natural, inherente a la conformación del universo. Y por eso reaccionan virulentamente cuando un gobernante se muestra impotente. Los ciudadanos, rara vez pueden organizar su presencia y participación. Se reúnen y separan constantemente: son críticos de las ideas recibidas y, en coherencia, críticos de sí mismos. Por eso pueden hallarse dispersos en dos dimensiones: en el tiempo (o diacrónicamente, como se decía en los ochentas) son a veces conservadores, un poco liberales, un tantito socialistas; en su propia circunstancia actual (que llamaban “sincrónicamente”) pueden votar cruzados los partidos. Los ciudadanos habitan una atmósfera de incertidumbre (una nube, diría Popper)

El reloj descompuesto de los populismos da la hora exacta dos veces cada día. Con esa repetición tienen para renovar su “coherencia”. No importa que sean sólo dos segundos.

La historia es un equilibrio precario entre orden y caos, igualdad y libertad, tradición y progreso. Kolakowski vivió bajo regímenes autoritarios, Taleb modela matemáticamente un mundo de incertidumbres. Son dos formas de resiliencia, en el sentido de la historia y en las escalas de pertinencia lógica, que Taleb llama “antifragilidad” –un palabro lamentable que requiere ortopedia léxica, pero le funciona–. No se trata de eclecticismos superficiales, sino de una epistemología humilde: sabemos lo suficiente para mejorar incrementalmente, pero no para rediseñar la sociedad desde cero.

El proceso de refutar hipótesis para avanzar el conocimiento no sólo es un método científico, sino una ética que demanda responsabilidad intelectual —admitir errores, someter ideas a escrutinio público y priorizar la verdad tentativa sobre dogmas. Y ahí, de todas, todas, vamos a perder frente a quienes ya hallaron su lucha eterna y su necia propaganda, las tribus ideológicas que prefieren la certeza emocional, inmune a la "pos-verdad". Ante el caos, la certeza de la militancia. Pessoa, enemigo de la democracia, escribió un aforismo terrible: “La suerte, menos verla, niéguemelo todo”.

AQ / MCB 

Google news logo
Síguenos en
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.  Más notas en: https://www.milenio.com/cultura/laberinto
Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.
Más notas en: https://www.milenio.com/cultura/laberinto