Una de las tradiciones mejor conservadas del gremio artístico-cultural en México es la inconformidad con los resultados de la convocatoria anual para incorporarse al Sistema Nacional de Creadores de Arte (SNCA). Sorprendente, en cambio, es que los cuestionamientos actuales señalen los mismos problemas de los sexenios anteriores al de Andrés Manuel López Obrador: falta de claridad en las reglas de operación, repetición de los artistas beneficiados y predilección por ciertos grupos e incluso sospechas de amiguismo.
Para decepción de muchos artistas, académicos e intelectuales partidarios, una vez en la presidencia AMLO demostró que la ciencia y la cultura no eran prioridad de su Plan de Gobierno. Además de disminuir el presupuesto para dichos rubros, fraguó una narrativa incriminatoria contra el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), que replicaría posteriormente en su acometida contra el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Nadie parece recordar hoy que los directivos del fideicomiso en el nuevo sexenio —el escritor Mario Bellatin, quien renunció a los pocos meses, y funcionarios como Édgar Sanjuan y Roberto Frías— sostuvieron graves acusaciones sin comprobación contra René Roquet, jefe del programa de Jóvenes Creadores. El objetivo era azuzar la indignación ciudadana para justificar la extinción de los programas, medida no aislada sino parte de una estrategia más amplia: destruir los fondos públicos a fin de centralizar el poder sin disenso ideológico.
Aunque en esas escaramuzas —hoy olvidadas— la respuesta de la comunidad artística e intelectual respaldó la independencia del Fonca y la importancia de las obras apoyadas, lo cierto es que las calumnias fructificaron. Así, los prejuicios y comentarios que se repiten en redes sociales, sobre todo por quienes carecen de la mínima idea de cuáles son los propósitos de un programa de estímulos a la creación, insisten en esa caricatura promovida por los partidarios de la 4T: los artistas son millonarios privilegiados (un articulista seudoanónimo se indignaba porque ¡Julián Herbert recibiría 3 millones de pesos durante su periodo 2025-2028!; ignoro si el embozado es buen escritor, pero en aritmética es malísimo) que cobran sin trabajar; caricatura y denostación muy conveniente para un gobierno al que no le interesan ni la cultura, ni la ciencia, ni la educación, pero que, a cambio, tiene sus selectos millonarios que se enriquecen al amparo de la impunidad. Al respecto, mientras el presupuesto del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt) se reducía, la exdirectora María Elena Álvarez-Buylla, señalada por malos manejos y desvíos de recursos en el sexenio anterior, se enriquecía. Ah, y aquí sí hay una artista millonaria: la hija, Jimena García Álvarez-Buylla, quien en sus redes presume un lujoso departamento.
Irregularidades de ayer y hoy
Los resultados de la convocatoria 2025 han provocado, como en ninguna otra emisión —y vaya que todas suscitan polémica—, una ola de inconformidad, particularmente entre los escritores, no solo por la reiteración de los nombres y un presunto favoritismo hacia determinados grupos, sino porque varios elegidos tienen plazas en universidades norteamericanas o son exfuncionarios con pensiones del gobierno. Recordar la historia de la destrucción del Fonca a la luz de la polémica actual es relevante porque confirma que, más que con un ánimo de reforma, este se suprimió para manipular el dinero de los fideicomisos —una apropiación ilegal— y supeditar la cultura y la investigación a programas clientelares. Tras el anuncio de la desaparición del Fonca, la entonces secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, celebró el suceso en Twitter porque dicho fondo había surgido “para controlar a los rebeldes y premiar a los compadres” (18 de abril de 2020).
A juzgar por las irregularidades del proceso de selección de este 2025, documentadas en redes sociales, nada de eso terminó. Por el contrario, resultan cada vez más evidentes, pues, ¿cómo una persona adscrita al SNII no puede concursar para una beca del SNCA, pero sí una que trabaja en la academia norteamericana? No fue uno, sino varios los escritores beneficiados que también son investigadores académicos en Estados Unidos. De igual modo, anteriormente, la vigilancia de la declaración de vínculos del jurado con los solicitantes era muy estricta —precisamente a partir de que el director de un suplemento becó a su secretario de redacción—. Según los señalamientos, ese requisito se ha relajado y los jueces pueden votar alegremente por sus amigos y compañeros de trabajo. ¿Desfachatez o contagio al ver que un político declara orondamente que ganó 79 millones de pesos por servicios profesionales facturados al mismo gobierno para el que trabaja?
Sin reglas de operación definidas, más que la incorporación a la Secretaría de Cultura, el cambio de denominación —ahora es Sistema de Creación— y un replanteamiento de la relevancia de la obra o de la trayectoria como principal directriz —aunque lo sea—, el actual SNCA es confuso desde la normativa que lo rige.
Reciclados y sospechas
La crítica al Sistema Nacional de Creadores de Arte no debería limitarse a las periódicas quejas de la comunidad cultural, ni mucho menos reducirse al chismorreo en redes sociales. Más que nunca, requiere de una reestructuración.
El Fonca en 1989 y el SNCA en 1993 nacieron por decreto presidencial como instituciones para estimular el arte y la cultura en México. Con el de Creadores de Arte se buscaba ofrecer un equivalente al Sistema Nacional de Investigadores (SIN, hoy SNII), pese a su modesta fundación, con pocas becas y muchas cortapisas. El planteamiento era que, paulatinamente, el SNCA apoyaría a más creadores hasta que su membresía se emparejara con la del SNI, siempre y cuando creciera el presupuesto destinado a la cultura. Los objetivos no se cumplieron: ni aumentó el número de miembros ni el gobierno asignó los montos estipulados. Además de que ni siquiera se alcanzó la inversión mínima prevista, el porcentaje presupuestal asignado fue disminuyendo.
Por otra parte, pese a los requisitos e incluso impedimentos para ingresar —justamente para permitir la rotación y evitar la reducción a un club de notables—, en la década de 2020 ha sido patente que los beneficiarios de este programa se reciclan.
Desde su fundación, el Fonca y el Sistema Nacional de Creadores de Arte sufrieron escándalos y acusaciones de opacidad. Sin embargo, merced a la observación y la discusión cívica, junto con el escrutinio de la comunidad, mejoraron sus mecanismos de operación. Gracias a la crítica y la polémica, se rinden informes anuales, se declaran los vínculos entre jueces y postulantes, y —presuntamente— se proscribe la asignación de estímulos a quienes laboran en la función pública —un funcionario durante el régimen de Fox, director de teatro hoy en provincia, no tuvo empacho en solicitar el estipendio ni de disfrutarlo—. Aunque la concesión, en este 2025, del beneficio a un poeta funcionario (asesor de Relaciones Exteriores) y a escritores residentes en Estados Unidos con puestos universitarios pone en duda que esas cortapisas sean efectivas. Mientras la directiva no aclare el proceso, se mantendrá la sospecha de una elección corrupta.
Una modesta proposición
¿Cómo mejorar al SNCA? Bor principio, incorporando más miembros. Mucha crítica de uno de los gremios más caníbales —el de los escritores— responde a que las pocas sillas en juego permiten a los afortunados asumirse miembros de un club exclusivo. La restricción limita el acceso a creadores con dignas trayectorias privilegiando a los más conocidos.
¿Qué sucedió? ¿Por qué no se continuó con el plan de instaurar un auténtico sistema de arte equivalente al de investigadores? En los últimos 28 años, el SNII ha crecido en casi un ochocientos por ciento, pasando de 6 mil investigadores en 1997 a más de 44 mil en 2025. Durante este periodo, el SNCA, en cambio, creció de 360 a 732 —incluyendo los eméritos—, un ritmo que apenas supera el cien por ciento, contra el óctuple del SNII. No solo eso: anualmente más de mil nuevos miembros ingresan a este, mientras que al SNCA, en este 2025, solo entrarán doscientos. La diferencia entre el presupuesto de uno y otro sistema es abismal: miles de millones de pesos el del primero; un poco más de cien millones el del segundo.
El limitado número de plazas socava la igualdad de oportunidades y propicia la suspicacia. Es evidente que se privilegia a los escritores y artistas reconocidos en la Ciudad de México —la preposición “en” es importante porque indica el significado de la frase—. Para ser incluyente, el SNCA requiere cambiar sus criterios, pues, junto al escaso presupuesto que impide el crecimiento de creadores beneficiados, la segunda debilidad de su funcionamiento reside en que se premia la fama, el prestigio, más que la calidad de la obra.
Conforme a los resultados, para considerar a un creador con trayectoria, también cuenta la cantidad de followers. Con tales parámetros, ¿se habría reconocido la trascendencia de grandes autores con pocos lectores y escasa presencia mediática? (dos ejemplos: Gerardo Deniz y Jesús Gardea).
Por otra parte, nadie ha reparado ni protestado porque en algunos rubros se han colado investigadores disfrazados con pieles de creadores. Me refiero específicamente al área de ensayo, en el que los proyectos y trayectorias seleccionados deberían circunscribirse al ensayo literario, género de la categoría Letras. Los resultados de las convocatorias 2023 y 2024, así como algunos de los jueces que integraron el comité selectivo en esas emisiones —incluida la de 2025—, beneficiaron propuestas académicas de investigadores especialistas en otras disciplinas: artes plásticas (Claudia Marcela Álvarez, Irmgard Emmelhainz Ortiz), danza (Haydé Santamaría Lachino), fotografía y estudios poscoloniales. No minimizo la trayectoria ni los méritos académicos, ni mucho menos cito sus nombres con ánimo incriminatorio, pero las becas en esta disciplina deben circunscribirse al ensayo literario y no a los estudios de investigación.
Elegir con atingencia a los árbitros puede determinar el buen rumbo de un juego. La directiva debe elegir jueces —siempre creadores, pues existe bastante controversia sobre incluir burócratas o académicos— que representen a la población mexicana: capitalinos y provincianos, hombres y mujeres, creadores menores de 50 años y mayores de esa edad, de posturas conservadoras y de poéticas vanguardistas. Continuar eligiendo el jurado sin mensurar su composición y soslayando la diversidad mantendrá resultados parciales: creadores aún jóvenes o creadores entrando en la sesentena; convencionales o polémicos y vanguardistas. El sistema debe estar conformado por representantes de la riqueza artística de México, reflejo de una sociedad en constante transformación que exige nuevas formas de participación. Y aunque la selección mediante insaculación pretendió resolver esto, no es efectiva porque los propios dirigentes no parecen tener claro de a quiénes debe considerarse miembros del ecosistema artístico-cultural.
La autocrítica requiere dejar de mirarse el ombligo para reparar en injusticias más allá del resquemor personal. ¿Alguien da voz a los creadores de provincia? ¿Hay quien se indigne por una mayoría masculina*? Los creadores de edad avanzada ¿deben resignarse a la depredación maltusiana y aceptar que los apoyos son para quienes comienzan y no para aquellos que ya han legado una obra?
Elementos a corregir
A tal punto persisten los problemas del Sistema Nacional de Creadores de Arte que hace diez años dediqué un artículo al asunto (“Una modesta proposición —y decorosa”) y tanto mis argumentos como mis propuestas continúan teniendo validez porque las anomalías no han desaparecido. Convencido, además, de que es un programa perfectible y que las críticas no deben ser diatribas que atenten contra este espacio único para los creadores ni acusaciones rencorosas contra los afortunados, enumero los aspectos a corregir.
Restringir el acceso a escritores y artistas con plazas universitarias y en la función pública, incluyendo a los académicos que laboran en instituciones extranjeras.
Vigilar el estricto cumplimiento de la declaración de vínculos para impedir el nepotismo y el amiguismo y asegurar la imparcialidad de la elección, sin conflictos de interés.
Es necesario, como se ha venido exigiendo al menos desde hace veinte años, que se privilegie a los creadores en condiciones de precariedad. Entre solicitantes con una trayectoria equivalente, la beca debe otorgarse a quien más la necesite. ¿Por qué no instaurar un filtro para evitar apoyos pecuniarios a quienes disfruten de un ingreso superior a los diez salarios mínimos mensuales? (Que el otorgamiento sea honorífico para quienes así lo solicitan, sin afectar al erario).
Antaño, la respuesta cínica y adocenada de los funcionarios era que los estímulos reconocen la excelencia y que no se trata de un programa asistencial. Efectivamente, contrario a la creencia de muchos, difundida incluso en artículos de opinión, el SNCA no fue concebido “para garantizar que quienes carecen de condiciones materiales puedan dedicarse a crear sin morirse de hambre” (“SNCA 2025: becas entre amigos, jurados con conflicto y reglas rotas”), sino para estimular “a los creadores de talento y excelencia, con acciones que permiten el fomento de la creación individual y su ejercicio en condiciones adecuadas, para contribuir a incrementar el patrimonio cultural de México” (“Decreto para la regulación del Sistema Nacional de Creadores de Arte”, Diario Oficial de la Federación).
En un país donde se destruyó el ecosistema cultural, es hora de reconocer que los apoyos a la creación deben ser un paliativo para la desigualdad laboral en el arte en México y una retribución a la gran mayoría de creadores que enaltecen a nuestro país, pero que, lejos de los cenáculos, conciliábulos y camarillas, no poseen capacidad de influencia. Con un aumento de plazas, un jurado que represente la diversidad demográfica y artística para evitar una perspectiva centralista, y un estudio socioeconómico que contribuya a la democratización de los reconocimientos, el SNCA estaría más cercano a fungir como modelo de transparencia y menos como un espacio para intercambiar favores.
* Dos ejemplos. En poesía, de once seleccionados en 2024, únicamente dos fueron mujeres: Kenia Cano y Claudia Luna Fuentes; en 2025, de diez, tres lo fueron: Claudia Berrueto, Maricela Guerrero y Mercedes Luna Fuentes. En este 2025, en Pintura, se premiaron a doce hombres y solo a cinco mujeres. Cabe resaltar que, en este año, la participación de las mujeres representó el 46% de las postulaciones, cifra que no se reflejó en los resultados.
AQ / MCB