Entre los diseñadores de políticas públicas se afirma que un camello es un caballo diseñado por un comité. Reducir personal, recortar presupuesto, ceder áreas sustantivas a otras instituciones, rediseñar estructuras para crear utopías puede convertir a las buenas intenciones en su opuesto. El mismo día que Donald Trump decidió retirar a Estados Unidos de la Unesco, la nueva estructura de la Secretaría de Cultura decidió amputar una de sus manos y desaparecer la Dirección General de Asuntos Internacionales (DGAI).
El gobierno que junto con la Unesco organizó Mondiacult 2022, la conferencia mundial sobre políticas culturales y desarrollo sostenible, ha decidido en su segundo piso borrar de su estructura y presupuesto el área destinada al diseño de la política internacional y la diplomacia cultural. Dice la secretaria de Cultura, Claudia Curiel de Icaza, que la razón se debe a la duplicidad de funciones con el área de diplomacia cultural de la Secretaría de Relaciones Exteriores.

Mientras el mundo camina hacia el diseño de políticas transversales, este argumento resulta, cuando menos, un argumento débil. Primero porque la Dirección Ejecutiva de Diplomacia Cultural de la SRE perdió en esta administración fuelle presupuestal y fue sometida al área de Diplomacia Pública que la absorbe sin que los agregados culturales cuenten con presupuesto ni siquiera suficiente para ejercer sus funciones. Como con todas las secretarías de Estado, Relaciones es un aliado estratégico. Pero cederle funciones ajenas, sería como intentar desaparecer el área internacional de Pemex y heredarle su tarea a la cancillería. En segundo lugar, porque la encargada de diseñar y ejecutar la política pública de cultura no es la Secretaría de Relaciones Exteriores, sino la Secretaría de Cultura. La dirección ejecutiva de Diplomacia Cultural cuenta con una funcionaria altamente competente como Alejandra Barajas, pero no tiene dientes ni presupuesto, ni mucho menos el tablero completo de la Secretaría de Cultura y sus direcciones generales, institutos y organismos desconcentrados como el Centro Cultural Tijuana (CECUT) que, más allá de su espacio inmediato, juega un papel clave en la política cultural de la frontera y nuestra relación con los Estados Unidos.
Mariana Flores, actual directora en suspenso del área internacional, formó parte del diálogo por la transformación que el verano pasado terminó presentando un catálogo de propuestas, que daban salidas viables a las tareas pendientes de cultura y su relación con el desarrollo sostenible, la diplomacia cultural, la cooperación internacional, la presencia de México en el exterior; la presencia del mundo en México y la oportunidad para buscar nuevas maneras de financiar el desarrollo cultural sostenible. Por lo pronto, la expectativa que generó su llegada parece carpetazo.
¿Qué pierde la Secretaría de Cultura con borrar a la dirección de asuntos internacionales? Capacidad para ejercer las atribuciones que le otorga la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal. Mientras que la dirección de diplomacia cultural se convertirá en la ventanilla única para atender a más de 30 direcciones y áreas de trabajo, el área que orquestaba la transversalidad se perderá en la nada. Adiós a la capacidad de firmar y dar seguimiento convenios con los 85 países que tienen representación en México; adiós al desarrollo y seguimiento de proyectos comunes con el sistema de Naciones Unidas, especialmente la UNESCO y el PNUD. Adiós a la presencia de México en espacios regionales dedicados a cultura como la Alianza del Pacífico o los grupos de cultura de la OCDE, el G7 y el G 20. Adiós a la posibilidad de firmar convenios con instituciones públicas y privadas que permitan bajar fondos internacionales, justo en un momento de crisis presupuestaria como el que atraviesa la administración pública.
Adiós a un mecanismo de transversalidad que le permite a México participar en el Espacio Cultural Iberoamericano (ECI) donde el país participa en más de 14 programas como Ibermedia, Iber cultura viva, Iberescena o Iber memoria sonora. Adiós al lugar de cultura en la CONALMEX, donde se decidía con la SRE y SEP, las principales líneas de trabajo con la Unesco. Adiós a la gestión de cuotas y la relación con la Unesco y la Federación Internacional de Consejos de Cultura y Agencias Culturales (IFACCA). Adiós al apoyo a la comunidad artística y las facilidades otorgadas para su participación en circuitos internacionales. Adiós al mecanismo para repatriar artistas en caso de crisis humanitaria o de salud pública. Adiós a los esfuerzos internacionales y seguimiento técnico de #Mipatrimonionosevende impulsado por Alejandra Frausto y los ejercicios de colaboración con el INAH y el INBAL. Adiós al área dedicada a negociar con las marcas internacionales en los casos de apropiación cultural.
Adiós a la ejecución de proyectos culturales en los centros de detención de migrantes. Adiós al auxilio de las embajadas en sus proyectos de presencia nacional. Adiós a la gestión integradora de exposiciones y proyectos internacionales. Adiós a un área substancial para integrar y dar seguimiento a los expedientes UNESCO para el registro del patrimonio cultural material e inmaterial como lo fue el caso del bolero o el expediente recientemente aprobado a favor de la comunidad wixárika. Ahora será un equipo de tres personas en la cancillería que, respaldado por Alfonso Zegbe pero sin presupuesto, se encargará de todo esto, a menos que exista la sensatez para acomodar los restos de la dirección y sus funcionarios en una oficina dependiente de la Secretaría o la Subsecretaría de Cultura, si es que se comprende la necesidad de un área sustantiva que no es vistosa ni productora de eventos sino responsable legal de la política cultural internacional.
Siento mucha curiosidad sobre el mensaje que México transmitirá durante Mondiacult 2025 a suceder este septiembre en Barcelona. Tras haber sido anfitrión de la Conferencia de 2022, donde el país se comprometió a trabajar en un ODS de cultura y colocar a la cultura en el centro de las políticas de desarrollo; hoy y a lo Trump quitándose herramientas, llegará a esa cita sin brazo internacional ni área específica que explique su compromiso con el mundo.
AQ