Elena Garro ha sido una figura controversial. Entre varias razones, porque casó con Octavio Paz, un joven estudiante, compañero de la Facultad de Filosofía y Letras, quien años después se convertiría en figura prominente de la intelectualidad mexicana, en Premio Cervantes en 1981 y en Nobel de Literatura para México en 1990, y sus vidas estuvieron atadas en una relación que se consideró desigual para ella. Años después Elena misma diría que Octavio la había obligado a casarse con él, pero por varias razones, —entre ellas la entrega anticipada de varios documentos— y testimonios de testigos, parece que no fue así. ¿Fue maltratada e invisibilizada?
Elena demostró que tenía grandes capacidades creativas para la literatura, pues no solo incursionó en la novela, sino también en la actuación y la danza, en la dramaturgia, el guion, el cuento, el periodismo y, por si fuera poco, también en la poesía. Por otra parte, fueron sus posturas políticas y sus opiniones a veces demasiado “libres” las que la metieron en graves problemas, ocasionando sus exilios y algunos de los momentos más oscuros de su vida.
Elena Delfina Garro Navarro nació en Puebla el 11 de diciembre de 1916 y falleció en 1998 a los casi 82 años. En 1936 ingresa a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y desarrolla su afición por la dramaturgia porque trabajó como coreógrafa en el Teatro Universitario, colaborando con el maestro Julio Bracho. También participó en algunas obras de Rodolfo Usigli. Y simultáneamente a su labor dancística comenzó su trabajo dramático como actriz. De ahí en adelante trabajó en su obra literaria acompañando a Paz por el mundo hasta que, en 1959, de regreso a México es obligada por el presidente López Mateos a abandonar el país por apoyar a los campesinos. Se va a Nueva York y de ahí a París. Paz, mientras tanto, le pide el divorcio ese mismo año.
Elena regresa a México en 1963 y continúa su lucha política. Defiende la reforma agraria y se alía con el político tabasqueño Carlos Madrazo Becerra. Esta unión habrá de terminar en los hechos infames de 1968 en los que Elena fue acusada, junto con Madrazo, de encabezar un complot comunista para derrocar al gobierno. Según Rafael Cabrera en su libro Debo dejar de existir, la leyenda negra la orilló no solo al exilio, sino al ostracismo y a la pobreza. Elena fue el chivo expiatorio del gobierno, agravada la situación, en parte por su carácter contestatario y su falta de colmillo político.
Sus últimos años los vivirá en Cuernavaca, en una situación lamentable de enfermedad, pobreza y olvido, siendo una de las escritoras más notables de su generación, adelantada a su tiempo, y con un talento desperdiciado.
La obra de Garro fue invisibilizada durante muchos años por diversas razones, pero investigadores como Patricia Rosas Lopátegui han hecho una gran labor reuniendo y recuperando su legado, entre ellos Cristales de tiempo, publicado por la UANL que reúne la poesía que Elena escondió para no opacar a Paz.
AQ / MCB