La sangre nuestra de cada noche
Hasta la fecha, yo solo elevaría al nivel del gran cine de arte las adaptaciones de Drácula realizadas por Murnau, Herzog, Coppola y Eggers, tres de las cuales son apócrifas, o basadas en un plagio de la novela original. También El ansia de Tony Scott, una historia vampírica original e independiente, exquisitamente filmada.
Ni Tod Browning con el narcotizado Bela Lugosi, o posteriormente los condes a cargo del severo Christopher Lee, se apegaron al texto original, siempre se quedaron cortos, reduciendo el argumento por cuestiones económicas o simple mediocridad, agregando en cambio demás licencias creativas. Cientos se dedicaron a explotar la mina, dejando atrás al maestro. Todo un submundo de películas de horror y erotismo se volvieron un lugar común en el cine, sobre todo europeo, pero también en México. Asimismo el tono satírico se volvió recurrente, y no pudo faltar la parodia de Mel Brooks, que ya le perdía todo el respeto al conde transilvano. Acaso se lo perdieron desde La danza de los vampiros (1967) de Polanski, donde, por cierto, un dato nada cómico, sino muy triste, es que fue la única película que en la que Roman actuó al lado de su esposa Sharon Tate, y fue la última película que hicieron juntos, antes de los infames crímenes de Charles Manson y compañía. En rollo de comedia, pero deliberada, y sin embargo filmada con excelencia y una atmósfera oscura muy moderna, debo recomendar encarecidamente Lo que hacemos en las sombras (2014), una parodia de los clichés del género y los reality shows, que a diferencia de las películas donde Santo, “El enmascarado de plata”, se enfrentó a esta amenaza con harto humor involuntario, What We Do in the Shadows es deliberadamente hilarante, pero filmada como auténtica película de horror. Por cierto, hay una serie también.
Del año pasado, me vienen a la mente, por lo menos, otra enteramente basada en el episodio del Démeter (Mar de sangre); y una más, de las pésimas, supuestamente sobre Renfield, con Nicolas Cage de Drácula, pero sin ser el protagónico y en tono más bien paródico, algo que este gran actor ya había explorado en una película de los ochentas (Vampire’s Kiss, 1989), donde un corredor de bolsa de Nueva York se convierte y acosa a María Conchita Alonso, con extraños destellos de humor y horror un tanto involuntarios, pues al parecer Cage siempre elige roles de vampiros en tono de comedia.
Por otro lado, el vampiro se volvió constante del cine gore, por el desperdicio de sangre involucrado, como en una película producida por Andy Warhol (quién también realizaría su muy personal Frankenstein), Sangre para Drácula, ambas repletas de sexo y excesos, como podía esperarse de don Andy.
Punto y aparte sería Salem’s Lot, la novela de Stephen King, quien supo pararse de frente al mito de Stoker y crear su propia historia de vampiros moderna, en los suburbios de EEUU, logrando una de sus mejores novelas, que también fue llevada a una miniserie de televisión, en 1979, con una buena factura para sus tiempos. No puedo decir lo mismo de su más reciente adaptación al cine, bastante más fallida.
Desde luego no podría ni pretendo abarcar todas las películas y libros de vampiros, sería imposible, y hay muchos recuentos en internet, pero solo menciono aquellas obras que más me han impactado, pues como fanático del género, trato de ver o leer títulos relacionados desde aquella primera lectura de Drácula.
Para terminar con esto, podría mencionar Near Dark (1987) de Kathryn Bigelow, con pandilleros motociclistas chupasangres, además claro de Entrevista con el vampiro, de Neil Jordan basada en la obra de Anne Rice. Del Crepúsculo al amanecer (1996), de Robert Rodríguez, merece mención por la impactante escena de Salma Hayek vestida exclusivamente con una boa blanca, aunque la movie me parece de esas que han llevado el género voluntariamente más hacia lo kitsch, por la acción, llenas de disparos y machetazos, con los excesos más delirantes y baños de sangre bastante exagerados, donde la línea entre la comedia y el terror se diluye al gusto. Fui al cine muy entusiasmado a ver Vampiros (1979), de John Carpenter, pero aprendí a decepcionarme de sus películas o a verlas solo para reírme un rato. Otras más recomendables y recientes serían, desde luego, los vampiros cultos de Jim Jarmusch en Solo los amantes sobreviven (2013), o la insólita Let the Right One In (2008). Otra película innovadora es Una chica vuelve a casa sola de noche, del 2014. Igualmente valen la pena The Addiction de Abel Ferrara (1995) o Nadja del 94, que cuenta con una breve aparición de David Lynch, y cuya excelente pista sonora la emparenta con The Lost Boys, Solo los amantes sobreviven y El ansia, todas ellas de culto y que alcanzaron a ser fenómenos comerciales o contraculturales. Hablando de música también merece mención el Drácula de Phillip Glass, una pista sonora para interpretarse en vivo durante la proyección del clásico de Browning/Lugosi.
También se realizó recientemente una película en donde, en tono de sátira, el sanguinario dictador Augusto Pinochet es desenmascarado como un vil y repugnante mamador intravenoso, enquistado en el poder (El Conde, 2023), un trato satírico del fascismo absoluto, pues desde luego, el poder totalitario sobre los pueblos oprimidos es la forma más obvia y asquerosa de vampirizar a países enteros, una metáfora apenas disfrazada, casi explicita, de los gobiernos conquistados por el Nosferatu, que hoy están más vivos o insepultos que nunca. De vuelta en el aspecto puramente literario, también Carlos Fuentes tiene una novela sobre nuestro tópico, que tituló simplemente Vlad (2010) y trata sobre un vampiro rumano que se muda a vivir a la Ciudad de México con su esposa e hija, una paráfrasis evidente, que por cierto fue la última novela de don Carlos, escrita dos años antes de su muerte.
Podríamos seguir eternamente, pero aquí termino mi recorrido de libros y películas, pues es hora de despertar, a la luz del día, nosotros que aún podemos disfrutar del amanecer. Y ya se acerca el Sol.
Retorno a la caza del dragón
Volviendo a Drácula, le devolví el libro a mi padre y le conté cuanto lo había disfrutado, y pareció satisfecho. Me contó que, años atrás, también se lo había recomendado a mi madre, cuando eran aún adolescentes y comenzaban su noviazgo. Se habían escapado de sus respectivas casas para irse a vivir juntos a un pequeño departamento en la colonia Roma, donde, mientras ella leía Drácula, él se escabullía afuera de una ventana, y, sin que lo viera, toqueteaba una persiana simulando el aleteo de un murciélago tratando de entrar, dándole un correspondiente buen susto, jugándole una broma que aún años después le causaba gracia, mientras me contaba su anécdota entre risas contagiosas, imitando con la lengua los sonidos del roedor alado, y haciendo volar su mano hacia arriba y luego muy cerca de mi nariz.
Y es en este espíritu de curación, que quisiera terminar mi verbo mareador con una propuesta, para quienes, como yo, hayan sentido fuerte la pulsión de muerte latiendo en sus venas y el llamado del vampiro entre la niebla pidiéndonos que le abramos la puerta o una ventana, con el rostro de nuestro ser más querido, pero los ojos rojos y distantes, y la breve sonrisa presumiendo sus colmillos nuevos…
AQ / MCB