En los 10 años que Miguel Hidalgo y Costilla vivió en la Villa de San Felipe de los Herreros, hoy el municipio de San Felipe, enseñó a sus habitantes varios oficios como la curtiduría, talabartería, reproducción del gusano de seda y alfarería, siendo este último hasta hoy una de las principales actividades económicas con las que sobreviven familias en esa zona.
A pesar de que “El Zorro”, como era apodado, dejó este lugar hace décadas, su legado sigue vivo en esta pequeña localidad al norte de Guanajuato; en varios rincones se guardan artículos que el Padre de la Patria utilizó, o incluso escritos de su puño y letra que elaboró como titular de la parroquia de San Felipe Apóstol.

Miguel Hidalgo y Costilla llegó a San Felipe el 20 de enero de 1793 y permaneció ahí hasta el 30 de septiembre de 1803. En la parroquia de San Felipe Apóstol celebraba sus misas ante unas 400 personas, que es la capacidad que tiene el templo.
Hoy en día la mayor parte del templo conserva su diseño original, aunque el altar donde Miguel Hidalgo oraba fue remodelado, incendiado y vandalizado durante la guerra de Independencia, justo siete años después de que estuviera ahí como párroco.
Salvador Ortiz Ávila, integrante del Consejo de Historia, Asociación Civil de San Felipe, explicó que el Cristo de la Conquista es el mismo bajo el cual el Padre de la Patria, como sacerdote, se persignaba y oraba por los fieles católicos que acudían a escuchar sus sermones.

Esta imagen tiene una historia especial, previa a la llegada de Miguel Hidalgo a este templo. Cuando era trasladada a Guanajuato desde Michoacán, donde fue creada, los franciscanos fueron asesinados, pero el “Cristo” resistió a esta primera acometida y a cuatro más: otra fue el incendio de la parroquia de San Felipe Apóstol, donde actualmente se encuentra; además sobrevivió al vandalismo en la Revolución, a la Guerra Cristera y a un ataque en 1936, conocido como “El Zafarrancho”.
“Sin lugar a dudas, el cura don Miguel Hidalgo y Costilla oró a los pies de esta sagrada imagen, solicitando el auxilio divino frente a esa empresa tan importante que nació aquí, que fue la chispa de la libertad”, afirmó Ortiz Ávila.
Este Cristo es una obra de arte sacro, creada alrededor de 1570, de pasta de caña, una técnica natural de la región purépecha, que mide 1.85 metros.

“Es muy ligero pero muy resistente, el peso de la imagen es de 5.5 kilos. A lo largo de 455 años ha sobrevivido a los tiempos y a las eventualidades”, comentó el historiador.
Su sangre es oscura, muy parecida al color negro, ya que su tinte fue impregnado con cochinilla, una pintura elaborada con insectos que crecen en los nopales.
En este templo existe un convento y un atrio, desde el cual Miguel Hidalgo celebraba eventos culturales, religiosos y de evangelización.
Legado en libros
En al menos seis libros se conservan cientos de firmas del sacerdote Miguel Hidalgo y Costilla, una rúbrica con letra cursiva a la que añadía un símbolo que parece la unión de varias iniciales.
Los libros son antiquísimos. Uno de ellos tiene pasta de cuero. Las hojas ya presentan un color sepia, al igual que la tinta, que ahora luce café.

MILENIO pudo observar y oler estos libros que forman parte del archivo parroquial de San Felipe Apóstol, que contiene la huella del paso de Miguel Hidalgo en los libros 30, 31, 32 y 10, según fueron enumerados.
Por ejemplo, los libros 30, 31 y 32 albergan los registros de los bautizos, mientras que el 10 guarda la información de quienes se casaron en esta iglesia.

Todos se tienen que manipular con cuidado. Son libros de historia pura y contienen información valiosa.
No obstante, ya de uno de los libros arrancaron hojas, quizá algún “ladrón obsesionado” con el cura Hidalgo. Otras hojas presentan manchas de líquidos desconocidos.
El libro 30 contiene la fecha inicial de su apostolado en esta parroquia, que comienza el 24 de enero de 1793, especificado en la página 271.
“Toma posesión de su nuevo cargo el señor don Miguel Hidalgo y Costilla. Él venía de Colima y durante 10 años estuvo de párroco en este lugar y, a lo largo de ese tiempo, la aplicación de todos los sacramentos y de los eventos más relevantes aquí se encuentran registrados”, explica el experto.
En este archivo hay libros de registro desde 1610 a la fecha. Su primer bautizo fue el de una hija de un “indio”, se especifica en el expediente. Guillermo es el papá y la mamá, María Guadalupe. La menor fue bautizada como María Leandra de los Dolores. Esta celebración se realizó el 24 de enero de 1793.
La firma del cura aparece de al menos dos maneras distintas: solo como B. Hidalgo y en otros como B. Miguel Hidalgo y Costilla. Son libros de más de 200 hojas, con 12 firmas por cada una, por lo que la rúbrica del Padre de la Patria estaría plasmada en más de 10 mil ocasiones.

Las salas guardan la historia y el olor a hogar
En las seis salas que están adaptadas en esta casona se guarda el legado histórico del cura don Miguel Hidalgo, pero al adentrarse en todas estas habitaciones, el olor a humedad se mezcla con el olvido.
En la sala principal se conserva la puerta original de madera que abría y cerraba todos los días don Miguel Hidalgo antes y después de oficiar su ceremonia religiosa a unas dos cuadras, en la Parroquia de San Felipe Apóstol. La puerta fue retirada para su conservación, precisamente para que no fuera vandalizada como lo está la réplica que se encuentra actualmente colocada.
En esta primera sala de recibimiento está colgado un cuadro del cura Hidalgo, un retrato que lo muestra nada parecido a lo que los libros de texto “venden” a los mexicanos. Fue pintado excesivamente delgado e incluso usando bordón.
Este retrato del bachiller Miguel Hidalgo y Costilla es una réplica al óleo a partir de un original. En la segunda sala, que en alguna ocasión fue una habitación, actualmente está la recepción.
Cada una de las salas, aunque reciben mantenimiento continuo, aún guarda el estilo original. Sus techos son curvos, los pisos color guinda y en cada esquina se acumula el polvo. Huelen a humedad, pero son cálidos, con un ambiente perfecto para dormir y vivir.
En la tercera sala, dentro de las “curiosidades” históricas, se encuentra un sermón escrito por el Padre de la Patria.

Con una hermosa letra cursiva, se lee lo siguiente: “Certifico que cuanto por cuanto me es permitido que, habiéndome dirigido tres edictos, por la Secretaría del 5to. Tribunal de la Inquisición, uno de ellos se publicó en la Iglesia Parroquial y esta Villa, por el notario, el día domingo 20 del corriente, y en el mismo se fijó en las puertas de la Parroquia; y para constancia de la presente Certificación”, firma Mi. Hidalgo y Costilla, se alcanza a leer en esta misiva dirigida al obispo de Michoacán.
Aunque con algunas faltas de ortografía, la carta es legible y su hoja, con el paso de los años, se ha tornado en color sepia y añejo.
En la sala contigua se instaló un oratorio, simulando el que Miguel Hidalgo tendría en su casa en aquella década, hasta 1803.

En todas las habitaciones se exhibe un cuadro de este personaje célebre, mismos que difieren entre sí: en uno lo plasmaron extremadamente delgado, en otro aparece más robusto, en otro más gallardo e incluso en uno lo muestran como galán.
La última habitación expone los oficios que enseñó a los pobladores, en talleres de curtido de cueros y talabartería; se sabe que incluso importó abejas de Cuba para producir miel y cera.
En esta sala se expone una réplica de la bandera del Batallón de la Muerte que, tras el deceso de Miguel Hidalgo, los insurgentes seguían honrando con este símbolo de color rojo con las letras “El Doliente de Hidalgo”.

Habitan una hermosa casa a solo dos cuadras del templo
En su fachada, la finca tiene en lo alto el escudo de la ciudad de San Felipe, que del lado derecho representa a un franciscano, mientras que del lado izquierdo muestra a uno de los primeros pobladores, denominados indios.
El escudo es de cantera y arriba de este está colocada una campana. La mayoría de los detalles de este inmueble son de cantera rosa.
Sus seis salas, que en 1793 eran seis habitaciones, fueron habitadas por el cura Hidalgo junto a su hermano Mariano, sus medias hermanas Guadalupe y Vicenta y su primo Santos Villa, a quienes llevó a esta casa. Al interior, en el techo sobresalen las canaletas de cantera para el desagüe de lluvias.
Si bien la finca ya estaba construida cuando el cura Miguel Hidalgo la compró, su esencia vive en ella, en cada piedra colorida que conforma el piso, que parece haber sido especialmente elegida para contrastar con las paredes y combinar con la cantera rosa.
Actualmente, el piso del patio se ve mohoso y sus paredes guardan humedad y desgaste en su pintura. Las columnas y marcos de las puertas de cantera rosa están carcomidos por el paso del tiempo. Ya no guardan la “alegría” de los tiempos de Hidalgo.
De la huerta sobreviven sus plantas frutales y aunque la maleza ha invadido el terreno, aún no se marchitan las semillas que él sembró. Sus árboles y plantas son los que le dan vida a esta casona.

La Guadalupana fue su protectora
La Virgen de Guadalupe obró milagros en favor de Miguel Hidalgo y Costilla, quien la tuvo como protectora en el estandarte que portó durante la lucha de Independencia, pero también cuidó de su cuerpo, ya que usaba en su pecho un escapulario finamente bordado, que le fue quitado cuando fue degradado eclesiásticamente en Chihuahua, el 29 de julio de 1811.
Una réplica de este escapulario ahora está en la casa en la que vivió por 10 años en San Felipe Torres Mochas.
“Esta señora, Madre de Dios, ha sido la que he llevado de escudo en mi bandera, que marchaba delante de mis huestes, en las jornadas de Aculco y Guanajuato, y es mi voluntad sea llevada al Convento de Las Teresitas de Querétaro, donde fue hecha por las venerables madres, quienes me la dieron en mi santo en 1807”, fueron las palabras de Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga Mandarte y Villaseñor, simplificadamente conocido como Miguel Hidalgo y Costilla.
Este escapulario y otros objetos se resguardan en la enorme casa que habitó el cura, ubicada en el número 121 de la calle Hidalgo, que aún guarda los colores de esa época, amarillo y guinda, los aromas a humedad y un estilo muy mexicano, con su patio enorme lleno de flores y plantas frutales sembradas por Hidalgo.
Con un pozo al centro, del que se sacaba agua de forma manual, y su empedrado en tonos rosados, por el que miles de veces caminó el cura Hidalgo y donde organizaba tertulias y bailes en su casa.
La vivienda, ahora museo, tiene seis salas en las que se muestra la historia de México de manos de este personaje ilustre. Al centro está el patio empedrado y, hacia atrás, el huerto donde aún crecen higos y uvas. Al fondo están las ruinas de lo que era un escenario donde el también artista Miguel Hidalgo daba conciertos privados a sus familiares e invitados, él, por supuesto, tocando el violín.
Las paredes de esta finca, que habitó Miguel Hidalgo y Costilla desde el 20 de enero de 1793 al 30 de septiembre de 1803, son testigos de la proliferación cultural, económica y educativa que ahí se sembró. Además de escucharse música, se enseñaba arte e ideologías libertarias, motivo por el cual se le llamó “La Francia Chiquita”. Ahora guarda los pocos recuerdos de toda una vida muy productiva del Padre de la Patria, y sus plantas siguen dando fruto de los sueños que él dejó.