Política

El Tratado de Tlatelolco: una mirada desde sus protagonistas

Mucho se ha escrito sobre el Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina y el Caribe, conocido como Tratado de Tlatelolco. No es para menos, ya que este instrumento jurídico de resonancia global hoy se erige como una de las páginas más brillantes de la diplomacia latinoamericana y del liderazgo multilateral de México.

Su trascendencia histórica es incuestionable. Desde su concepción intelectual hasta su firma, participaron en su formulación mentes distinguidas del continente americano que representaron –fielmente– a una generación angustiada por los horrores de dos guerras mundiales y la amenaza de una tercera –que encontró en la crisis de los misiles en Cuba, en 1962, su momento más delicado–, que buscó incesantemente la paz y la concordia entre las naciones, amparada en el incipiente sistema multilateral de la Sociedad de Naciones y de las cartas de San Francisco y Bogotá, fundamentos de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización de los Estados Americanos (OEA).

La concepción del Tratado de Tlatelolco se debe al presidente Adolfo López Mateos, quien extendió las redes diplomáticas de México más allá de sus límites tradicionales y dedicó esfuerzos importantes a fomentar la integración latinoamericana. Para acompañarle en esa tarea supo identificar en Víctor Paz Estenssoro, João Goulart, Jorge Alessandri y Carlos Julio Arosemena, presidentes de Bolivia, Brasil, Chile y Ecuador, respectivamente, a aliados vitales que con gran respaldo público suscitaron en el continente una influencia que logró sumar posturas divergentes a favor del proyecto mexicano.

¿Quiénes fueron los artífices del tratado de Tlatelolco?

Las actas de las negociaciones revelan nombres de enorme altura: Alfonso García Robles, jurista distinguido y espíritu del tratado, quien fungió como secretario de Relaciones Exteriores de México, y alcanzó el Premio Nobel de la Paz en 1982, por el éxito del tratado. Su delegación contó con nombres de gran talla como Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa, jurista internacional que tiempo después ocuparía también la titularidad de Relaciones Exteriores, e Ismael Moreno Pino, gran impulsor del multilateralismo en México y embajador en las principales capitales europeas y en Naciones Unidas. Esa brillante generación se replicó en otras delegaciones presentes en Tlatelolco: José Sette Câmara por Brasil, quien con su amplia experiencia política y diplomática llegó en varias ocasiones a las Naciones Unidas, presidiendo la Asamblea General, el Consejo de Seguridad y la Comisión de Derecho Internacional. Chile tuvo una participación sólida en las negociaciones gracias a Alberto Sepúlveda Contreras quien, antes de Tlatelolco, fue ministro de Exteriores y embajador en sedes prioritarias para Santiago, amparado en su amplísimo conocimiento de la cultura de la región. Juan Natalicio González, político, poeta y periodista, surgió como uno de los principales facilitadores del consenso gracias a su prestigio como expresidente de Paraguay, que le permitió conocer a fondo los límites y aspiraciones de los países del Cono Sur, y guiarlas hacia una postura común. El diplomático dominicano Leopoldo Benítez fungió como presidente de la Asamblea General de la ONU y representante permanente de su país antes de llegar a Tlatelolco, trabajando por la desnuclearización de tal forma que para 1971 se convirtió en el primer secretario general del Opanal, cargo al que renunció por su candidatura a la Secretaría General de la ONU.

Lo anterior constituye una muestra de la solidez de los representantes que acudieron a México para asegurar la paz y librar a las generaciones futuras del flagelo nuclear. Entre todos ellos, destaca la presencia de Clotilde Aguilar de Colmant, representante alterna de Honduras, quien fue la única mujer en las negociaciones. Su carrera en las Naciones Unidas en Nueva York y en Ginebra se distinguió por la unidad latinoamericana.

La importancia de los negociadores se replica entre los signatarios. Un ejercicio paleográfico del tratado permite adivinar las firmas de Andréi Gromiko, ministro de Exteriores de la URSS; Jimmy Carter, presidente de Estados Unidos; Nicholas Cheetham, prestigioso diplomático británico y, nuevamente, una única mujer, Mary Eugenia Charles, política dominiquesa que llegó a ser primera ministra de su país entre 1980 y 1995.

Más allá del ámbito diplomático, es interesante constatar que la onda nuclear expansiva que se adoptó como logotipo en la conferencia de Tlatelolco fue obra del afamado arquitecto Pedro Ramírez Vázquez. En su diseño se advierte el espíritu vanguardista que se imprimiría después a la comunicación visual de los Juegos Olímpicos México 68, como reflejo de un México moderno y urbano.

A 55 años de la firma del Tratado de Tlatelolco, se antoja relevante estudiar más el papel de los negociadores que con acierto guiaron a Latinoamérica a una era de paz, libre de armas de destrucción nuclear.

Por: Alejandro Alday González*

*Director general del Instituto Matías Romero

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