Cuando supe que saldrá la serie del padre Maciel, El lobo de Dios, pensé que era lo mejor que le puede pasar a una organización. Que salga públicamente todo lo malo, lo terrible sobre la vida y comportamientos del fundador de los Legionarios de Cristo, lo veo como parte de su limpieza y arrancar de fondo lo podrido. Ver cada capítulo te estremece de imaginar la maldad combinada con astucia que un ser humano pueda tener. Ya conocíamos la historia, pero el verlo, impacta más. Espero que sirva, para que no se repita y que nuevas generaciones vean lo que sucede cuando veneramos o vemos como dios a una persona.
Sentí un respeto y dolor tremendo por las víctimas, que reconozco su valentía y agradezco su apertura para seguir sumando en la tarea titánica de hacer conciencia sobre el abuso sexual a menores. El tema central para rescatar, en mi opinión, es la pederastia y cómo eliminarla. No solo en la Iglesia o instituciones donde la autoridad juega un rol importante, sino trabajar para eliminar de raíz este terrible mal. Lo que pasó ahí es un espejo de lo que tristemente existe en la sociedad. Sucede en la Iglesia, sí, pero también en las familias.
En ocho de cada 10 casos, el agresor es una persona conocida o del entorno familiar, según Save the Children, y México es el primer país en abuso sexual a menores, donde solo uno de mil casos termina en sentencia (OCDE). Generalmente empiezan los abusos a los 11 años de la víctima y entre el 80 por ciento y 90 por ciento son mujeres. Al conocer a fondo las consecuencias de por vida, vemos que es una de las formas más graves y generalmente ocultas que sufren los niños y adolescentes.
Los abusos son temas que incomodan y esto lleva a que las familias pocas veces denuncien. Todavía es catalogado como sucio o prohibido mencionar, afectando aún más a las víctimas. El socializar estos temas, como el caso de la salud mental, ayuda a trabajarlo y buscar soluciones, pero sobre todo a eliminar el sufrimiento de tantas personas.
Cada año, 5.4 millones de menores son víctimas de abuso sexual en México. Hay mucho que profundizar, educar y legislar sobre el tema. Pero empecemos en la familia, a hablar sobre ello y educar en una sana sexualidad, para crear conciencia y eliminar de raíz los abusos.