No es la primera vez que hacemos esta pregunta en los 14 años que llevamos escribiendo esta columna. Twitter cada vez se ha convertido en un espejo más cruel de lo horribles que podemos ser como sociedad. Sin embargo, con todo y las quejas que siempre tuvimos sobre el algoritmo (de todo) y de cómo empuja lo peor de todos nosotros, la verdad en el fondo sabíamos –al menos espero– que las peores cosas que se hacían virales tenían todo que ver con nuestro comportamiento manifestado en clicks y likes.
Esta vez se siente diferente. Y muchos, por primera vez, estamos pensando en salir volando de ahí. Pensándolo a sabiendas de que seremos afectados, porque cuando es herramienta de trabajo, es dejar ir un capital importante de lo hecho hasta ahora.
No es nuevo que el ya no tan nuevo dueño de la plataforma, Elon Musk, ha hecho y deshecho con la aparente madurez (al menos en sus respuestas) de un niño de secundaria enojado con el mundo, tratando de atraer la atención de los bullies para que lo protejan de la ignominia social. En este caso eso viene con miles de millones de dólares de por medio. Así que las intenciones de Elon son extrañas y complejas porque no podemos negar los miles de millones que también están en juego.
¿Pagan por su palomita azul? Yo lo intenté, para ver si valía la pena poder escribir tuits más largos (funcionó), ver menos publicidad (no funcionó) y tal vez promover proyectos con más éxito que antes (tampoco funcionó). Así que el día que a pesar de pagar la paloma por cambiar mi foto de perfil, esta desapareció, pues también mis 11 dólares al mes (gracias por el cargo extra, Apple). Ese mismo día (¿casualidad?) Musk puso un límite de tuits que se pueden leer, menos si no pagas. ¿Qué hacer? Esta es una herramienta de trabajo, no solo de ego para mí. ¿Me voy ahora sí? Porque pocos o muchos seguidores, ha sido trabajo. ¿Ustedes en qué andan al respecto?