Política

Decepciones frente a La Santa Veracruz

Sentirse decepcionado debería ser un sentimiento glorioso, huir de la decepción termina en desastre. La enfermedad mental o física es un organismo con vida propia, tiene sus pactos, necesidades, sus formas de visibilizarse y habitarnos. La vida moderna ha infectado las mentes con enfermedades graves de las que casi nadie quiere hablar, siglo vacío de preocupaciones imaginarias, con filtros dismórficos, la modernidad aliena, ¿qué es la injusticia?, pienso en ello mientras recuerdo que personas sin techo incendiaron tres veces la iglesia de la Santa Veracruz. Y el misterio de por qué lo hicieron permanece en los que no habitan estos lugares, ni los caminan, no los conocen. El otro día en una sobremesa la conversación fue sobre el perrito porfirio, con minúsculas, un señor demasiado acomplejado que se quitó el traje de manta y huaraches para imitar un estilo “afrancesado” ridículo, lucía como tamal de siete cueros mal amarrado. Sobremesantes afirmaban que sin él no existiría Bellas Artes, claro…también sin él no existiría el asesinato de los obreros de Río Blanco, Veracruz. La rebelión de Cananea en Sonora en 1906 fue el antecedente de la rebelión obrera en Veracruz que se extendió hasta nuestra CDMX. Enero 6 de 1907, una fiera y digna estirpe huelguista de obreros de la fábrica textil de Río Blanco tenía la intención de tomarla e incendiarla debido a que les quitaron el derecho a una vida mejor. Ellas/ellos pedían salarios mejores, regular e impedir el trabajo infantil, jornadas justas. Trabajaban de 6 de la mañana a 8 de la noche sin tiempo para tomar alimentos o descanso, con estas injusticias sociales se inicia el Círculo de Obreros Libres, creado por Neyra, José Rumbia, Manuel Ávila. Un empleado de la aberrante tienda de raya —una especie de Grupo Elektra o Coppel—, le dispara a una obrera, se inicia el horror. La cárceles que en ese momento estaban llenas de obreros apresados injustamente fueron liberadas horas antes; era una trampa vil orquestada por el perro & sus secuaces. Las obreras y obreros acudieron para frenar la violencia, los esperaba el Batallon 13 que apresó cobardemente a la orizabeña Lucrecia Toriz, luchadora social asombrosa que con un grupo de mujeres encabezó algo histórico: en sus rebozos anidaron pan, tortillas y esperanza para alimentar a los obreros huelguistas. Enarbolando una bandera se enfrentó al batallón, la apresaron, a su celda los hermanos Flores Magón le enviaron sus libros, pienso en ella mientras camino por el parque público más antiguo de América que no está en NYC, está acá entre nosotros, la Alameda Central. Pienso en Mr. López, un profesor de Historia caído en “desgracia” y su tribu, se cuenta que incendiaron la iglesia porque se las cerraron, rebeldes sin techo emulando la fiereza de Río Blanco en la Santa Veracruz de la colonia Guerrero. La historia toma como bandidos a los que desean cambiar algo en este torcido mundo, “primero mártires que esclavos”… 

* Escritora. Autora de la novela Señorita Vodka (Tusquets)


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Susana Iglesias
  • Susana Iglesias
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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