Tengo un sueño recurrente, todo arde, explota, se convierte en llamas, Porsche plateado, James Dean y tú, es la noche, es little bastard. Es Michoacán, sus carreteras, las personas hartas de la violencia estrellando los puños contra la puerta indolente del palacio municipal, las campanas doblando por todos y por nadie, de rabia.
Los gritos se van apagando, los ejércitos siniestros que descuartizan bajo la sombra ya no pueden esconder su rostro, hace tiempo que las máscaras ensangrentadas han caído, jirones de carne podrida arropan la bandera. Si hablan de paz reconocen que existe la guerra que nos ha golpeado siempre.
A Carlos Manzo y tantas/os más los/as dejaron solas/os con las hienas. Sus listas ridículas de propósitos de fin de año, “escuelas de arte” sin sueldos dignos para los docentes, aviadores/as e invasores que ganan más que un docente de primaria rural que no falta a su aula.
La ciudad está en pie porque se alimenta gracias al campesinato. Sus intenciones están podridas, ¿cómo le dices a una familia que perdió a alguien en esta guerra que tienes un plan para “respetar la vida” si una madre buscadora —ni siquiera buscan los que deberían hacer su trabajo— encontró sus huesos en una fosa clandestina?
El pueblo tiene hambre, un pedazo de pan azucarado no es alimento, es burlarse del hambre. Milicia y ex milicia estercolera, cobarde y ruin. No basta nombrar, hay que escribirlo. Ocurrió algo histórico en el patio del Colegio Nacional hace seis días, este recinto fue la primera escuela gratuita femenina no sólo en nuestra ciudad, en América, fue casa para estudiantes socialistas.
La Cihuacóatl no duerme, vigila desde el subsuelo y cielo a través de las raíces de los naranjos amargos del patio. Hace más de 15 años hablaron/escribieron sobre fronteras, migraciones, exilios, violencia, desaparecidos, muertos indóciles: Cristina Rivera Garza y Saúl Hernández Vargas.
Bajo los naranjos los asistentes escribieron nombres de mujeres asesinadas cobardemente por feminicidas con cuchillos creados/forjados por Saúl, artista interdisciplinario. Bajo la noche del cielo oaxaqueño un noviembre de 2009 lo conocí, un perro negro flaco nos miraba, supe que editaba arriesgados manifiestos y libros en Editorial Patito, después en Sur+ Ediciones, editó la revista Yagular.
Hace 10 años nos encontramos los tres en algún dibujo marino en California, es decir, en una frontera, para Saúl toda frontera es un dibujo. Cuchillos salvajes las palabras poéticas de Cristina, reventaron corazones, cuchillos como hojas, personas en silencio o en llanto interno/externo desbordado, otras con lágrimas silentes, todas/todos perforaron la tierra buscándolas.
Hirieron al olvido nombrando en el barro, re-escribiendo feminicidios atroces derivados de la violencia. Liliana Rivera Garza, ella vive.