Tal vez todo ha sido más fácil, desde elegir una identidad hasta renunciar a un empleo bien pagado, la mayoría no tiene la menor idea de lo que es sobrevivir con menos del sueldo mínimo. No les interesa el campo ni la situación REAL del país. Los problemas de violencia ancestral no se resuelven a tuitazos. La masa promedio NO conoce de cerca las causas sociales en las que son “activistas” en internet, espacio irreal donde el veneno del post-capitalismo e híperconsumo infecta sin piedad. Generación que usa más de 12 horas al día el celular, no valoran su túnel carpiano ni el cerebro, probablemente ya no escriben a mano, sus lóbulos frontales están dormidos. Generación que prefiere ser médico de narcos a médicos en una AC, hipersexualizados, depresivos. Romper una valla frente a Palacio Nacional y creer ingenuamente que saldrán sin un rasguño. La violencia es la respuesta visceral tras el hartazgo, la rabia que genera no ser escuchado. Impresiona la velocidad para emitir una sentencia por tentativa de homicidio y asociación delictuosa a ciertos asistentes —violentos o no— a una marcha, cuando vivimos en un país en el que servidores públicos con uniforme y placa atentan diariamente contra la vida/seguridad/dignidad de las personas en nuestro país, ¿cuándo veremos que a una jauría de policías se le acuse de asociación delictuosa por brindar protección a los narcomenudistas de las alcaldías? ¿Los veremos señalados por tentativa de feminicidio y violación porque raptaron a una mujer punk de 34 años que caminaba hacia su casa sobre Calzada de Tlalpan? La violaron 4 asquerosos policías. Una patrulla la detuvo, por la fuerza la subieron, llegó otra unidad, se encaminaron a una zona solitaria, tras ser violada por policías del sector Tlalpan la golpearon, la aventaron a una barranca cerca de la salida a Cuernavaca, la creyeron muerta. No lo está, me lo contó con detalles. Esta realidad atroz no la viven los nepobabys subidos en sus autos, trepados en las nubes de sus iphones e inhalando tusi en el antro difícilmente entienden la violencia sistémica, son parte de ella porque la ejercen al aspirar por sus sucias narices violentas. Ocurre desde que tengo memoria, cambian el nombre a las generaciones, cada vez más indolentes aunque lo nieguen. No sueñan con ser estrellas de rock, sueñan con ser sicarios, juegan a secuestrar compañeros de escuela. Los vi marchar por Venustiano Carranza, difuminarse hacia las entrañas de la trampa letal del Zócalo. Curioso que no sucedió algo tan radical como tirar vallas en la anterior administración.
No estoy de acuerdo con lo que dice la reina en Palacio Nacional, aún así veo el profundo odio hacia las mujeres en cada comentario. Ella no suma, no está escuchándonos, lamentable. Quería hablarles de los viveros de la CdMx, los gritos de terror de una familia acorralada en 16 de Septiembre por granalocos llegaron a mis oídos, el olor a gas lacrimógeno me perfumó la conciencia adolorida, triste. _
* Escritora. Autora de la novela Señorita Vodka (Tusquets)