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Y sigo sin darme cuenta…

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  • Sophia Huett

Alfredo fue invitado a colaborar con la compañía en una posición ejecutiva. Al llegar, debía encabezar a un equipo que tenía a Mónica como directora.

Luego de la primera reunión de presentación de informes sobre el funcionamiento del área, “no hubo química entre ambos”. Luego Alfredo le pidió a su directora que procurara no hablar en las siguientes reuniones internas, “porque luego ya nadie quiere hablar”.

Cuando fue inminente hablar sobre lo que no estaba funcionando laboralmente entre ellos, en lo que pareció una instrucción de los dueños de la empresa, fueron a desayunar. Entre pan dulce, huevos y café, Alfredo encontró el espacio para poner entre ambos su computadora portátil, como una barrera física y de comunicación.

Eliminada de correos de trabajo, reuniones y nuevos proyectos, Mónica “comprendió” que no tenía lugar y decidió renunciar. Se encontró con que tenía que “negociar” su salida.

Aunque Alfredo era también un empleado, intentó que la liquidación fuera la mínima indispensable, sin mencionar que él mismo era la causa de la renuncia.

Mónica se sintió aliviada cuando dejó de ir a la oficina. Y se quedó quieta. Estaba agradecida.

Raramente avergonzada, no había platicado del tema con sus amigas. Cuando por fin lo tocó “en voz alta” (ya sin trabajo), alguna de ellas le preguntó: ¿no te diste cuenta que estabas siendo acosada laboralmente? Y la desempleada no entendió la pregunta.

¿Por qué Mónica no expuso a un nivel superior el trato que estaba teniendo? Porque para ella eran “cosas sin importancia” y cuando se volvieron importantes, podían poner en riesgo su liquidación.

Porque para la mayoría de las mujeres también son cosas sin importancia un piropo en la calle, pedirle que se cambiara de ropa antes de salir, que le diera una nalgada, que la pellizcara, que evitara que viera a sus amistades o familia, que trabajara por su decisión, que estudiara, que tuviera su propio dinero, que le dijera que era tonta, que la golpeara, que le dijeran que estaba en el puesto protegida por ellos, que ellos le dijeran que le daban “chance”, que la excluyeran de las reuniones porque eran temas “de ellos”, que para los ataques políticos la consideren a ella “la rival más débil” por su condición de género.

Porque así, hemos normalizado la violencia. Nosotras y ellos.

Actualmente Mónica trabaja con un mejor salario, en un mejor ambiente laboral e incluso se dio el lujo de pedir que la esperaran un mes para incorporarse. Porque literal, ella y su experiencia lo valían para la nueva compañía.

Cualquier parecido con la realidad, no es coincidencia.

Sophia Huett

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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