Hoy vamos a hablar del sutil arte de decirle a un cliente, con las palabras correctas y la justificación técnica, por qué su logotipo se puede considerar “feo”. Y no hablo de estética. Hablo de funcionalidad, de si realmente cumple con las premisas que definen a una buena identidad visual: ser recordable, representativa, funcional y coherente con el posicionamiento que queremos lograr.
Todo esto surge por experiencias recientes en las que me ha tocado enfrentar tres versiones del mismo reto: decirle a un cliente o prospecto que su logotipo no funciona.
Algunas frases más suaves: “Tu logotipo es poco funcional.”, “Tiene áreas de oportunidad.”, “Podríamos hacerle algunos ajustes menores” …
Pero lo que realmente queremos decir es: tu logotipo es feo y hay que hacer algo antes de seguir invirtiendo tiempo y dinero en esta identidad.
Las respuestas suelen ser tan variadas como predecibles: “Ya mandé a imprimir y no puedo cambiarlo.”, “Ya me reconocen con este diseño, si lo cambio perderé clientes.”, “Fue el primero que tuve y me da identidad.”
En el fondo, todas se reducen a lo mismo: miedo al cambio.
Un apego emocional que confunde reconocimiento con posicionamiento, y costumbre con identidad.
Por eso, antes de continuar con campañas, páginas web o uniformes, vale la pena detenerse y responder una pregunta incómoda: ¿tu logotipo está ayudando a crecer tu marca o solo te está acompañando desde el inicio?
Aquí los elementos base que debe reunir un logotipo si queremos que trabaje por nosotros y no en nuestra contra.
Representatividad: Traduce la promesa y el sector en un símbolo entendible sin explicación.
Cómo se mide: si alguien ajeno al rubro adivina el giro en 3–5 segundos (o al menos la categoría).
Abstracción: El símbolo simplifica la idea al mínimo necesario para sobrevivir a todos los formatos.
Cómo se mide: funciona igual de claro en icono de app, sello, bordado y favicón (16–32 px).
Legibilidad: Nombre y formas se leen de un vistazo en chico, mediano y grande.
Cómo se mide: prueba a 24 px / 128 px / 1024 px, y en blanco y negro. Si falla, simplifica y re-escala.
Originalidad: No son las formas y tipografías, es personalidad, rasgos únicos con comportamiento auténtico.
Cómo se mide: pide a 10 desconocidos que describan a la marca como si fuera persona, en 5 palabras.
Memorabilidad: Que forma + sonoridad + slogan dejen una huella simple que puedan recordar, repetir y dibujar.
Cómo se mide: test de 10 segundos miran, ocultas, pides que lo boceten y lo cuenten en 12 palabras.
Perdurabilidad: Resiste a modas, tendencias y se puede actualizar con micro-ajustes, no con cirugías completas.
Cómo se mide: elimina degradados/efectos; y confirma si mantiene carácter y personalidad.
Un cambio no borra tu historia; la ordena. Haz las pruebas: de lectura, de memoria con un boceto en 30 segundos y personalidad en 5 palabras. Si no pasa, microajustes. Si persisten las fallas, rediseña ese feo logotipo.
La identidad no es un capricho de un diseñador ni del fundador de la empresa, sino la representación de un sistema empresarial en constante crecimiento; por ello necesitas un logotipo que genere confianza y que sea recordado fácilmente, y, de preferencia, no por feo.