
Cada vez son más personas las que me hablan de usted y también más a las que yo les hablo de tú. Se trata de un síntoma que aparece al mismo tiempo que las canas. Y yo que pensaba que para cuando llegara a esta edad el usted habría desaparecido.
Doy testimonio de que toda esa teoría de que el ustedeo agoniza es rematadamente falsa. Tan ridícula como aquella que hace unos años preconizó la desaparición de los libros físicos o el fin del matrimonio.
Hablarse de usted es un recurso fundamental del lenguaje que a veces sirve para marcar la diferencia de edad, pero cuya utilidad va mucho más lejos.
El tuteo o el ustedeo determina el tono de cualquier conversación. La elección de utilizar uno o el otro modo es prólogo de lo que viene, puede fijar distancias, también afectos, grado de confianza, asimetrías, contexto, intimidad, respeto, lugar, región, país, generación y hasta personalidad.
Es algo parecido a un logaritmo que sirve para definirnos en sociedad. De ahí que no sea posible prescindir tan fácil del ustedeo.
Cada vez que me hablan de usted reacciono con la consabida frase: “háblame de tú”, no tanto para romper distancias sino para evitar sentirme viejo tan pronto. En revancha, la persona suele responder: “es que le tengo respeto”.
Este es uno de los argumentos más absurdos de dicha conversación. ¿Quiere esa respuesta decir que cuando nos hablamos de “tú” lo hacemos con menos respeto? ¿O que solamente se puede expresar respeto ustedeando?
El recurso es multiusos y de ahí el problema para explicarlo. El usted sirve como marcador de edad y también como gesto de cortesía y respeto. Pero vale la pena distinguir entre ambos. Es marcador de edad, por ejemplo, para hablar con un niño. A menos que se hable medio en broma, el usted no se utiliza para conversar con un menor y el menor, a menos que se trate de alguien perteneciente a su círculo de intimidad, se dirige a sus mayores hablándoles de usted.
No tiene nada que ver este marcador discursivo con el respeto, sino con el reconocimiento de una diferencia de edad. Cosa distinta es el uso del ustedeo a la hora de dirigirnos a una eminencia médica, a una ministra, a un obispo, un científico o una escritora provecta. Ahí el ustedeo, en efecto, se emplea para fijar parámetros de respeto y hasta de admiración. En la construcción, por ejemplo, es válido hablarle de tú al aprendiz de albañil, pero al maestro de obras es mejor ustedearlo. Lo mismo sucede con la profesora, mientras más años pasa ella en las aulas mayor posibilidad de que sea tratada de usted.
El tuteo y su opuesto son también marcadores de poder. El vocablo “usted” viene de un antiguo término del siglo XVI: “vuestra merced”. Se trata de una reducción de esas dos palabras que se utilizaban para dirigirse a quien era jerárquicamente superior.
El término evolucionó, pero no el uso del usted para ahondar las asimetrías. El jefe le habla de tú al subordinado y el subordinado de usted al jefe.
En revancha, las pulsiones democratizantes e igualadoras han profetizado, desde tiempos de la Revolución Francesa, que tal cosa iba a cambiar y sin embargo hoy sería extrañísimo, por ejemplo, que alguien fuera de la familia del presidente le tuteara en público.
Las democracias han conservado las formas, no solo del respeto, sino también de la asimetría pre-republicana.
En esta misma hebra cabe destacar el intento de quienes han buscado hacer la revolución con el lenguaje. Entre camaradas comunistas se habla de tú, igual que entre feministas o personas de la diversidad sexual. La irreverencia de la voz ha necesitado del tuteo como un recurso de rebeldía.
Y es que el tuteo es sinónimo de simetría. Se usa entre colegas, entre personas de la misma edad, entre hermanos, entre pares. Hasta los jefes de Estado, si son de la misma edad, se tutean.
Este es uno de los argumentos por los que muchas veces se ha profetizado la muerte del ustedeo. Cuando el mundo logre desaparecer las clases, las jerarquías, las distancias sociales, en fin, todas las asimetrías, cabe pensar que entonces, solo entonces, el usted dejará de ser utilizado para marcar poder.
Sin embargo, otras formas discursivas del usted probablemente prevalezcan. El uso alternativo del tuteo y el ustedeo también sirve para definir la frontera entre lo íntimo confiable y lo público amenazante.
La niña le puede hablar a su abuela de tú porque ella es parte de su círculo de certeza y protección. En este contexto tutearse significa reconocerse, no tanto como un igual, sino como alguien próximo. Alguien de quien no es necesario defenderse.
Al revés, ustedear a una persona ayuda también a marcar una distancia emocional frente a quien no le tenemos confianza. La persona amenazante, al menos en nuestra cabeza, suele ser un usted. Si se nos aproximara un asesino serial o un político corrupto probablemente reaccionaríamos ustedeándolo.
No es, desde luego, una defensa definitiva, pero el usted sirve como recurso para patentizar la desconfianza y también se convierte en una manera de nombrar al temor. Es una tiza que marca el espacio seguro, frente a la posible agresión.
Si al transcurrir del intercambio humano resulta que nos equivocamos, que esa persona no era asesina ni político ladrón, entonces la confianza acortará las distancias y dejaremos el usted para hablarnos de tú.
Para volver más complejo el asunto hay que traer a esta página el uso inverso del vocablo usted. Sobran las canciones de amor en que se ustedea a la persona amada. “Usted es la culpable…” cantaban Los Panchos con gran sentimiento una composición de José Antonio Zorrilla.
Aquí el usted es un recurso de seducción, a la colombiana, país donde, inversamente a México, cuando alguien es completamente íntima merece el usted.
En definitiva, no es sencillo explicarle a un hablante extranjero cuándo y cómo utilizar el usted. Pero si de algo podemos estar seguros es de que no es un uso del lenguaje que esté en peligro de extinción, porque se trata de un marcador que fija con gracia y al mismo tiempo con contundencia el poder de la lengua.
Ricardo Raphael
@ricardomraphael