En América Latina se corre el riesgo de pensar que la mexicanización de la violencia es un fenómeno únicamente mexicano.
El asesinato la semana pasada del candidato presidencial ecuatoriano, Fernando Villavicencio, obliga a arrostrar una realidad que recorre prácticamente todo el subcontinente.
Lo que está sucediendo en nuestro país es una alerta temprana, no solo de la expansión de la violencia, sino de un implante territorial permanente de empresas muy peligrosas.
Villavicencio era el candidato más próximo del actual mandatario de Ecuador, Guillermo Lasso. Según su gobierno, sicarios del crimen organizado serían los responsables de haberle arrebatado la vida al salir de un evento de campaña.
Asesinar políticos es uno de los síntomas más frecuentes de la mexicanización de la violencia. Otro es la inversión de recursos criminales en las campañas. Una semana atrás Nicolás Petro, hijo del presidente colombiano Gustavo Petro, fue acusado penalmente por haber recibido recursos de un grupo criminal cuyo destino, supuestamente, habría sido la campaña de su padre.
La mexicanización de la violencia significa también la pugna por el gobierno del territorio para desplegar otros negocios muy lucrativos, además del narcotráfico, como la trata de migrantes o la extorsión.
Para poder funcionar, esas empresas se aseguran impunidad en sus operaciones financieras y también sumisión de las autoridades a través de la corrupción o la eliminación de quienes se oponen a sus objetivos.
Durante la última década las empresas criminales de origen mexicano se han vuelto exitosamente transnacionales. La concepción equivocada que lleva a suponer como nacional una serie de problemas que son evidentemente hemisféricos es parte del problema. Sin embargo, los gobiernos de América Latina continúan actuando de manera aislada, suponiendo con ingenuidad que se trata de asuntos que pueden resolverse dentro de sus fronteras.
Zoom: La mexicanización de la violencia es un fenómeno que habría de ser tomado con urgencia y seriedad por los países hermanos, porque nuestra tragedia se está volviendo muy rápido la suya y porque la solución requiere de una cooperación consistente.