Entre septiembre de 2020 y septiembre de 2025 el valor de mercado de Palantir se disparó: pasó de 4 mil 700 millones de dólares a más de 430 mil millones.
En ese mismo período sus ingresos también mejoraron mucho, pero nada que ver con la valuación. En 2020 registraron ventas totales de mil 500 millones de dólares, y para 2025 proyectan cerrar por encima de 4 mil millones. O sea, en cinco años sus ingresos crecieron 2.6 veces, mientras que su valuación se multiplicó por 91. Antes el mundo inversionista estaba dispuesto a pagar por sus acciones el equivalente de 4.42 veces las ventas; ahora sus acciones se cotizan a 118 veces ventas. ¿Por qué?
Palantir es una empresa de tecnología que se especializa en herramientas para analizar datos. Fue fundada en 2003 en Silicon Valley; uno de sus primeros inversionistas fue un fondo de inversión controlado por la CIA. Hoy su lista de clientes va desde los grandes bancos globales hasta gobiernos de todo tipo, y en su página destacan testimonios de clientes como Heineken, Walgreens o AT&T. Su tecnología es utilizada para automatizar procesos, pero también para luchar contra cibercrímenes, para rastrearle la pista a fugitivos (supuestamente fue instrumental para dar con Osama Bin Laden) e incluso para ayudarle a los ejércitos a ser más efectivos en sus objetivos.
Es una empresa muy extraña. Por un lado, se habla de su tecnología en términos vagos, misteriosos. Todo este lado —que al final es el negocio como tal— suena siempre muy técnico, sofisticado y hasta cierto punto místico. Por otro lado, su marca es extraordinariamente popular, sobre todo entre el segmento de la población que es también afín a Donald Trump y a temas militares. Hoy hay quienes compran gorras y tazas con el logo de la empresa o camisetas con la cara de su fundador.
Y es que una buena parte del éxito detrás de Palantir es, sin duda, la figura de su fundador. Originario de Nueva York, Alex Karp tiene unos 57 años, una greña inconfundible, una fortuna de más de 16 mil millones de dólares —y disfruta más que nada ser provocador y dar de qué hablar. Lo que él ha logrado es que, aún y cuando su empresa vende algo imposible de describir y que es altamente controversial, la marca se ha vuelto tan poderosa que a todo mundo le interesa su organización (y quieren comprar sus acciones). Le creen a su futuro.
Más allá de seguir adentrándonos en el tema de Palantir, regreso a un tema del que nomás no hablamos lo suficiente en México.
En Estados Unidos hay una generación de empresarios —desde Elon Musk y Mark Zuckerberg, hasta Bob Iger, Jensen Huang, Bill Gates, Palmer Lucky y claro, Alex Karp— que entendieron que una gran ‘palanca’ para generarle valor a sus empresas es creando su propia marca personal. Aquí… nada. Como lo hemos dicho antes: entre los empresarios de nuestro país el único que está dispuesto a hablar públicamente de lo que piensa y de lo que quiere hacer, sabiendo que al hacerlo termina exponiéndose, es el tío Richie.
¿Podría Palantir haber aumentado tanto de valor, sin el inconfundible peinado de su fundador? Imposible saberlo —pero en lo personal, no lo creo. Esa greña es uno de los elementos que construyen una cierta imagen, que sirve para llamar la atención a una manera de pensar diferente, que se envuelven en un branding único, que ‘sazonan’ con misterio, que se cimientan sobre buenos resultados económicos y que terminan construyendo una personalidad corporativa que es irrepetible. ¿La consecuencia? Una empresa que vale en el mercado más de 100 veces lo que vende.